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Alberto Murillo Herrera es un referente del grabado costarricense, luego de unas cuatro décadas dedicado a esta técnica que aprendió en la Escuela de Artes Plásticas de la UCR, en una maestría en Iowa (Estados Unidos) y como asistente de Francisco Amighetti. Foto: Rafael Pacheco. (Rafael Pacheco Granados)
Aquel joven Alberto Murillo Herrera, recién graduado del área de Ciencias del Liceo Franco Costarricense, siguió el camino obvio para sus intereses de entonces: la carrera de Zootecnia en la Universidad de Costa Rica. Pasaron varios semestres y no vio de cerca ni una vaquita. Desde siempre ha sido un hombre sensible a las causas sociales y terminó involucrado en política estudiantil, donde encontró que servía para hacer afiches y mantas. Su vena creativa despertó y no cedió un ápice: hizo el examen de admisión a Bellas Artes y en 1981 se olvidó por completo de la cría de animales.
Cuando era alumno de la Escuela de Artes Plásticas de la UCR hubo dos hechos que marcaron su destino: llevó clases de grabado con los maestros Claude Huart (Francia) y Hodaka Yoshida (Japón), traídos por el profesor de grabado Juan Luis Rodríguez, y se convirtió en uno de los dos asistentes del gran artista e intelectual Francisco Amighetti. Su camino estaba claro. Fue así como el grabado se volvió una pasión a la que le ha dedicado su vida artística y docente; de hecho, comenzó a dar clases en ese centro de estudios cuando aún era estudiante. Casi cuatro décadas después, nadie duda en llamarlo maestro.
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Como cada 10 años, luego de su primera exposición individual en la extinta Galería Joaquín García Monge (detrás del Teatro Nacional, en San José) en 1989, Murillo revisa su trabajo artístico, el cual ha estado marcado por el amor a su familia –son especialmente célebres los grabados dedicados a su esposa Julia Villalobos–, por las preocupaciones sociales y políticas que le genera la realidad nacional y el acontecer mundial, por su interés en nuestros bosques y por los retos técnicos que siempre se ha autoimpuesto. “Siempre le digo a mis estudiantes que el grabado que hicimos hoy debe ser mejor que el de ayer y el de mañana debe ser mejor que el que hicimos hoy”, expresa. Y ese lema que pregona, lo aplica a sus propias creaciones.
Con 90 obras, la retrospectiva de 30 años de su grabado, que se inauguró el jueves 18 de julio en el Museo Calderón Guardia, en barrio Escalante, es una muestra representativa de la travesía, experimentación y logros de este referente del grabado en el arte costarricense. “Alberto Murillo es uno de los más importantes grabadores de la actualidad. Este es un extracto pequeño de muchos años de trabajo”, alegó Luis Núñez, director de esta institución.
El visitante encontrará xilografías –grabado en madera, que es, quizá, su trabajo más alabado–, grabado en metal, litografías, serigrafías y monotipias.
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La xilografía 'Las corridas #4' (1994) obtuvo el Gran Premio y Medalla Goya de Oro de la X Bienal Iberoamericana de Arte en México en 1996. Esta es una de las obras en la exposición. Imagen: Alberto Murillo.
El reto técnico, un pellizco para ir más allá
En todas estas técnicas, este maestro procura no solo seguir la tradición, sino hacerla evolucionar. Incluso, ha trabajado una serie de una litografías “ecológicas” o sostenibles, en que sustituye químicos por limón y miel de abeja; un ejemplo de ellos es la obra El asalto a las tres gracias (2016), que recobra un tema de la pintura clásica para hablar acerca de la irrupción de la Policía en el campus Rodrigo Facio de la Universidad de Costa Rica.
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Algunas de las creaciones que muestra con mayor orgullo son aquellas en que llevó la técnica más allá y les probó a todos que es posible obtener resultados que nadie creía. Se destaca el conjunto de piezas acerca de nuestros bosques nubosos, ya que en ellas usó varias matrices para lograr diferentes tonos de negro y de gris, con el fin de darle perspectiva y profundidad. Lo logra –¡y de qué manera!–: el espectador se siente rodeado por esa oscura humedad de un bosque con una tenue luz que se vislumbra a lo lejos, en medio de las copas de los árboles.
“Cada necesidad temática me la planteo como un reto técnico. Hay algo que me dice que tengo que hacerlo. No me veo haciendo una obra si no hay un reto técnico. Si siempre hago lo mismo, ya lo sé hacer; necesito algo que me dé una motivación extra; necesito pellizcarme para que haya algo de incertidumbre en el proceso”, cuenta este hombre de 58 años. Es un reto personal que redunda en un aporte para la obra gráfica costarricense.
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“¡Cuidado con el zanate!”, de Alberto Murillo, es una cromoxilografía de 1999. Cortesía de Alberto Murillo.
Enorme libertad creativa
“Un poeta de la imagen”; eso es un artista para Alberto Murillo. Y este poeta no solo desarrolla un conocimiento pleno de la técnica, sino que también se apropia de un arsenal de imágenes para no repetirse y para lograr que el espectador vibre o tenga alguna sensación, sentimiento emoción o respuesta –a veces evocar otras imágenes– frente a la obra. “Si la obra pasa indiferente, el artista no lo logró”, detalla este profesor, quien, además de grabado, ofrece clases de dibujo, de papel hecho a mano y de encuadernación.
Al trabajar esta retrospectiva y volver a ver atrás, Murillo se siente satisfecho. ¿Qué observa? A un artista y educador que ha tenido mucha libertad para desarrollar su búsqueda plástica. “Como no dependo del arte para comer (vive de la docencia y ha trabajado desde muy joven en la propia UCR), he tenido muchas posibilidades para desarrollar los temas y las cosas que me afectan o me motivan y más libertad de experimentación”, explica el ganador del Premio Aquileo J. Echeverría en grabado en 1999 y Gran Premio y Medalla Goya de Oro en la X Bienal Iberoamericana de Arte en México en 1996.
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Su obra no es abstracta ni conceptual, sino que es figurativa y, muchas veces, los diferentes elementos en la imagen simbolizan fuertes críticas sociales y descarnadas reflexiones. En Sensontle (sic) –las aves le sirven para expresar algunas de sus preocupaciones–, el artista evidencia su dolor ante las terribles imágenes que dejó el deslave en el volcán Casitas, en Nicaragua, por el huracán Mitch, mientras que en La noche triste del corcel árabe y en El nuevo orden trabaja alrededor de sus impresiones acerca de la Guerra de Irak y en ¡Cuidado con el zanate! plantea sus inquietudes acerca de la irrupción de capital mexicano que “se comía” a pequeñas empresas costarricenses. Son piezas inquietantes y de una impecable factura técnica.
La vista no deja pasar inadvertida Las corridas #4 (1994), un grabado perturbador y necesario desde aquel momento, ya que plantea la violencia y machismo de la sociedad costarricense.
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El artista abraza a su esposa en la obra 'Veinte años no es nada' (2009). Cortesía de Alberto Murillo.
La relevancia de la familia en su carrera queda clara desde sus primeras obras, que datan de finales de los años 80. A través de las décadas hemos visto su interés por los estados de ánimo de Julia, su esposa desde 1989; luego, empezamos a ver a Emiliano, el hijo de la pareja, y al propio Murillo, quien ha seguido su evolución y diferentes periodos en los autorretratos. Resultan muy atractivos unos sensuales grabados inéditos sobre Julia, el abrazo de la pareja para celebrar su vigésimo aniversario –Veinte años no es nada (2009)– y la relación con su hijo en Paternidad/ Fraternidad #2 (2016).
Este artista afirma que no ha sentido necesidad de salirse del grabado ni de la bidimensionalidad porque no se han agotado para él. “Discrepo del arte contemporáneo. Los artistas plásticos desarrollamos el conocimiento de la técnica como lenguaje expresivo”, comenta.
¿Cómo se siente actualmente? Por supuesto, su respuesta es un pequeño grabado llamado Resiliencia, un árbol coposo a pesar de que le han cortado ramas y ha sufrido diferentes avatares. La pieza será el inicio de la exposición de sus cuatro décadas en el grabado, dentro de 10 años, afirma entre risas.
No lo olvide
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La exposición se inauguró el jueves 18 y estará abierta hasta el 10 de agosto en el Museo Calderón Guardia. Foto: Rafael Pacheco. (Rafael Pacheco Granados)
¿Qué? Alberto Murillo Herrera: Treinta años de grabado. Exposición retrospectiva
¿Dónde? En el Museo Calderón Guardia que está ubicado en barrio Escalante, entre calle 25 y avenida 11; es decir, 100 metros al este y 100 metros al norte de la Iglesia Santa Teresita
¿Cuándo? La muestra estará abierta hasta el 10 de agosto. El horario del museo es de lunes a sábado de 9 a. m. a 5 p. m.
¿Cuánto cuesta? La entrada es gratuita
Ver en acción al maestro
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Alberto Murillo es catedrático de la Universidad de Costa Rica. Foto: Rafael Pacheco. (Rafael Pacheco Granados)
Como parte de las actividades paralelas a la exposición, Alberto Murillo hará dos demostraciones en el Museo Calderón Guardia de cómo se hace el grabado. La primera será sobre xilografía (grabado en madera) y será el miércoles 24 de julio, de 3 a 5 p. m. La segunda será sobre litografía no tóxica, el miércoles 7 de agosto, de 2 a 5 p. m.
Ambas actividades gratuitas están dirigidas a personas mayores de 15 años y tienen cupo limitado, por lo cual se debe reservar el espacio por medio del correo musecal2016@gmail.com o al número telefónico: 2222-6392.