La noche de aquel día de febrero de 1990 durmió en santa paz, pues José Carlos Chaves Innecken hizo lo que le dictó su conciencia.
A las puertas de su primer Mundial, el país futbolero se sacudió con la renuncia de cuatro jugadores; entre ellas, la de él, quien fue el único que se mantuvo firme en la decisión.
“Fue una cuestión de principios. Yo no creía en lo que se estaba haciendo y decidí renunciar, a pesar de que era mi última oportunidad de jugar un mundial y era la primera vez que iríamos a uno. Fue una decisión muy complicada”, recordó días atrás el exvolante de Alajuelense.
“Si yo no hubiera hablado, me habría sentido hipócrita. Yo hablé con don Marvin (Rodríguez, a la sazón técnico tricolor) y le hablé de frente, delante de todo el grupo”, añadió.
A pesar de ya pasaron 22 años de aquellos acontecimientos, Chaves tiene todos los recuerdos a flor de piel y sostiene que nunca se trató de nada personal contra Rodríguez.
“Lo que pasa es que yo soy de Atenas, de campo, y a uno lo crían con valores. Era una cuestión de principios y no podía ‘hacerme el tonto’ por un Mundial.
”No creía en el trabajo que se estaba haciendo y sabía que lo que venía era muy serio y que se tenía que hacer algo muy diferente”, apuntó el ahora director de Ligas Menores de los alajuelenses.
Solo. Recordó que otros compañeros de ese equipo estaban en desacuerdo, pero no se lanzaban al agua.
“Lo hice solo y me quité un peso de encima. Después de eso, me sentí una persona más segura de mí mismo”, sostuvo Chaves.
En marzo de aquel año, tras la Copa Marlboro, Rodríguez cayó víctima de sus errores y llegó Bora, “el gitano”.
Luego la Selección hizo un Mundial que rompió las quinielas, Chaves jugó de volante lateral por la izquierda, se fue a jugar al Inter de Bratislava, regresó y fue el capitán del Herediano, campeón nacional de 1993.
“Me quedó la experiencia de que el jugador tiene el derecho de hablar; que uno debe seguir siempre sus principios.
”Un jugador tiene el derecho a no estar de acuerdo, a manifestarse. No tenemos una mordaza”.