Me refiero, primero, a articular y explicar con claridad una visión coherente de objetivos, metas y métodos de la administración; segundo, partir de ese marco referencial para avanzar en la interacción fluida y la construcción de acuerdos con actores políticos indispensables. Entre ellos, los diputados ocupan lugar preferente. La forma como, el miércoles, el presidente reaccionó contra ocho de ellos que, en comisión, redujeron la partida presupuestaria de intereses y trasladaron esos recursos a otros fines, revela torpeza estratégica.
Sin conocer detalles, tiendo a coincidir con Chaves en que el acuerdo de comisión no fue responsable. Sin embargo, de aquí a denunciar a sus protagonistas con nombres y apellidos hay gran distancia. Y tufo de amenaza. Tal actitud puede generar aplausos entre públicos fieles, pero rechazo entre quienes no lo son y, sobre todo, repudio de los diputados. Los dos resellos a vetos en el curso de ocho días pueden verse como síntomas de esto.
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El presidente debería entender que la Asamblea Legislativa es un complejo órgano político, que sus decisiones se alimentan de varios factores (partidos y preferencias, pero también personalidades), y que la interacción con sus protagonistas debe ser un ejercicio de comunicación constante.
También el miércoles, Chaves dijo a los “costarricenses” que “llegó el momento” de entender “lo que está pasando”. Muchos lo entendemos; el gobierno parece que no. Es necesario que lo haga lo antes posible: que comprenda el papel de la Asamblea Legislativa, asimile su debilidad en ella, revise el desempeño de su fracción, propicie la interlocución con los opositores, y no confunda espejismo mediático e imagen volátil con gestión sustantiva.
Comunicar es leer realidades, tener rumbo, proyectar, dialogar, transigir, convencer, acordar e inspirar: una estrategia integral gemela de la política. Algo muy distinto a encender candilejas para reproches y culpas.
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El autor es periodista y analista.