Kiev A punto de adentrarse en el tercer año de guerra, el ejército ucraniano, exhausto tras su contraofensiva fallida en 2023, se coloca nuevamente a la defensiva frente a un estancado ejército ruso y con más hombre y mejores armas.
A dos semanas del segundo aniversario del inicio de la invasión rusa el 24 de febrero, el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, reemplazó al comandante en jefe de sus Fuerzas Armadas, Valeri Zaluzhni, por el general Oleksander Sirski.
Consciente de que la situación puede llegar a ser crítica, Zelenski le encomendó reconstruir sus legiones para eventualmente liberar las regiones bajo control ruso y no perder otras entretanto.
"El tiempo de la renovación es ahora", dijo Zelenski, que pidió a su nuevo comandante en jefe "un plan de acción realista y detallado" para 2024 con la ambición de recuperar el 20% del territorio ucraniano ocupado.
"2024 no puede ser un éxito para Ucrania salvo que haya cambios", añadió.
‘Exhaustos’
Pero en el frente, la lluvia y la nieve del invierno, el segundo para muchos de los soldados, desgasta el físico y la moral de las tropas.
“Los chicos están muy cansados, tanto moral como físicamente, no pueden más porque después de dos años, no vemos la luz al final del túnel”, decía a AFP en enero un soldado cerca de Kupiansk, en el noreste, una de las zonas asaltadas sin descanso por los rusos desde hace meses.
A finales de 2022, la moral se vio reforzada por el éxito de las ofensivas en Járkov, en el noreste, y en Jersón, en el sur, pero en 2023 y comienzos de 2024 se vieron marcados por una serie de reveses.
La ciudad de Bajmut cayó en mayo a manos rusas tras meses de una sangrienta batalla, después, la contraofensiva estival de Kiev solo permitió recuperar algunas localidades a costa de enormes pérdidas. Las tropas ucranianas se chocaron contra una sólida defensa del ejército ruso, que ahora pasa a la ofensiva con ataques constantes, especialmente en Avdiivka, en el frente oriental.
‘ Avdiivka Símbolo de resistencia’
Esta ciudad obrera se convertió en un nuevo símbolo de la resistencia ucraniana.
Desde octubre, las fuerzas rusas atacan y bombardean masivamente la localidad donde, en medio de una extendida destrucción, que todavía viven unos 900 civiles, de los 30.000 que la habitában antes de la guerra.
El cerco ruso se estrecha y la retirada no está descartada. El alcalde, Vitali Barabash, habló recientemente de una situación “crítica” en algunos barrios y admitió que los combates llegaron a sus calles.
Ya en noviembre, el ejército ruso enviaba a sus hombres “por oleadas”, sufriendo pérdidas masivas, con “campos cubiertos de cadáveres” descritos por soldados que defendían la ciudad, a donde AFP se desplazó en aquel momento.
La única buena noticia de los últimos meses fue la situación en el mar Negro. Ucrania puede presumir de provocar el retroceso de la poderosa flota rusa con ayuda de misiles y drones marítimos y además, despejar una vía crucial para la exportación de cereales ucranianos.
‘Hombres y armas’
En dos años, el ejército ucraniano también sufrió pérdidas, cuya magnitud no se reveló, pero que según Estados Unidos se elevaría a unos 70.000 muertos y aproxiamdamente 120.000 heridos.
Actualmente, apenas se encuentran voluntarios para el frente, siendo urgente remplazar las pérdidas. Además, algunos veteranos empiezan a reivindicar un derecho a la desmovilización.
Rusia, país más poblado, rico y autoritario, parece por su parte reforzar sus filas gracias a una mezcla de propaganda patriótica, coacción e incentivos económicos.
En Ucrania, el debate sobre la movilización levanta ampollas y el gobierno tuvo que replantear su proyecto de ley sobre esta cuestión.
“Nuestras unidades no tienen suficiente personal, necesitamos jóvenes, menores de 40 años. Y lo más importante es estar motivado”, declaraba a AFP a finales de diciembre un comandante de un batallón cerca de Bajmut.
El ejército quería 500.000 movilizados más, pero el presidente Zelenski no lo autorizó.
En el ámbito armamentístico, la situación es incierta debido a que Estados Unidos, en un contexto de campaña electoral, titubea sobre continuar enviando ayuda a Ucrania. Un paquete de $60.000 millones en asistencia se encuentra bloqueado desde hace meses.
Por su parte, los europeos desbloquearon, no sin dificultades, una nueva ayuda de unos $54.000 millones, pero llegan tarde en lo que respecta a las entregas de obuses de artillería.
Sin embargo, sin ayuda y con una industria militar incipiente, Ucrania no podrá responder ante el potencial de una Rusia cuya economía está completamente orientada al esfuerzo bélico.
‘Conquistar el cielo’
No obstante, Kiev podrá contar este año con los aviones de combate F-16, que reclamó durante meses y que finalmente le entregaron los aliados occidentales, con esta nueva arma podrá compensar la escasez de artillería, esencial para frenar los asaltos rusos y realizar ofensivas.
Ucrania debe igualmente multiplicar su producción de drones, que se convertió en un arma indispensable. Finalmente, para resistir, Kiev reclama a sus aliados medios de defensa aérea. En noviembre, Volodimir Zelenski señalaba que si los rusos “controlan todo el cielo, nosotros no podemos avanzar”.
“En 2024, la prioridad es expulsar a Rusia del cielo pues aquel que controle el cielo determinará cuándo y cómo va a acabar la guerra”, insistió en enero el jefe de la diplomacia ucraniana, Dmitro Kuleba.