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El estudio exploró específicamente la habilidad de los mamíferos de tomar turnos a la hora de una conversación. Fotografía: Escuela de Medicina NYU
Estamos tan acostumbrados a comunicarnos mediante el habla que no nos percatamos de lo complejo que puede ser ese proceso. Implica escuchar las palabras, interpretarlas (tanto en lo que dicen como en lo que significan en su contexto), y responder adecuadamente.
En estas acciones que realizamos de forma mecánica, las intenciones de cada sonido (si es más agudo o más grave, el volumen, la intensidad) juegan roles trascendentales.
Una especie de ratones “cantantes” costarricenses pueden dar muchas pistas en cómo se produce esa interacción entre uno o más mamíferos y en cómo se toman turnos para comunicarse entre ellos.
Los roedores Scotinomys teguina se consideran “cantantes” porque a la hora de “hablar” entre ellos tienen una escala de cien notas diferentes audibles para los seres humanos.
El macho de esta especie usualmente “compite” con sus adversarios por comida o por una hembra y es a través de estos cantos como marca territorio o negocia, pero, al hacer esto toman turnos, como si se escucharan y pusieran atención, dado que se perdería el efecto en la convivencia animal si estos se interrumpieran o “cantaran” al mismo tiempo.
Investigadores de la Universidad de Nueva York (NYU) viajaron a suelo tico para observar cómo la interacción de estos animales podrían dar pistas de cómo se realiza este proceso de comunicación en otros mamíferos, incluidas las personas.
Ellos estuvieron en dos zonas de hábitat de este animal: los cerros de La Carpintera en La Unión, Cartago, y San Gerardo de Dota, San José. Los vieron en su entorno natural y también los capturaron para llevarlos a laboratorio para su estudio.
Los científicos grabaron sus interacciones vocales tanto en el bosque como en sus jaulas de laboratorio. En estas últimas, los investigadores se aseguraron de tener solamente dos ratones machos por jaula para que pudieran “cantarse” el uno al otro sin tener otro individuo que les generara algún tipo de ruido.
Posteriormente se les puso en una especie de cabinas adyacentes en donde estuvieron solos, no podían verse, pero sí escucharse, dado que las paredes se diseñaron para eso. En cada cabina estaban solos, no obstante, otro macho había estado ahí durante una semana antes de que ellos llegaran y su olor podía detectarse.
A los ratones en laboratorio también se les hizo resonancia magnética para ver cómo se comportaba su cerebro.
En el contexto en el que estaban en cabinas adyancentes, los investigadores notaron que los ratones cantaban con menor frecuencia, con menor variedad de notas y su actividad cerebral era menor.
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Zona cerebral es clave
Las conclusiones, publicadas en la revista Science, los asombraron: hay un área en el cerebro que se encarga de regular este proceso no solo en estos ratones, también funcionaría igual en el Homo sapiens.
“Nuestro trabajo demuestra directamente que hay una región cerebral llamada corteza motora que es necesaria para que tanto los ratones como los humanos interactúen vocalmente”, manifestó en un comunicado de prensa Michael Long, PhD, profesor de Neurociencias de la Escuela de Medicina de NYU y autor principal del reporte.
Esta región cerebral le daría órdenes a las cuerdas vocales y músculos de producir cierto tipo de notas en la escala musical, pero, además, hay otros circuitos cerebrales que le indican a la persona o animal cuándo hablar o cantar y cuándo frenar para escuchar a su interlocutor.
“Al segregar la producción de sonido y la forma en la que el cerebro se conecta, vemos que la evolución ha equipado los cerebros de los ‘ratones cantantes’ con control de cuerdas vocales que también se ve en los grillos, algunos tipos de pájaros y, muy posiblemente, las discusiones humanas”, señaló Arkarup Banerjee, otro de los investigadores.
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Una posible solución para problemas de lenguaje
Los investigadores señalan que este descubrimiento hecho en Costa Rica podría ser de mucha ayuda para las personas que tienen algún tipo de problema de lenguaje.
Los científicos ya están utilizando este modelo animal para guiar la exploración de los circuitos del habla en los seres humanos.
Si se logra entender el proceso de cómo dos cerebros se comunican en una conversación se pueden buscar opciones para tratamiento de enfermedades que interfieren con el habla.
“Necesitamos entender cómo nuestros cerebros generan respuestas verbales al instante. De momento sabemos que para eso utilizamos cerca de cien músculos. Si entendemos bien este proceso podremos diseñar tratamientos para las muchas personas que tienen dificultades para hablar, a veces, por un accidente cerebrovascular (popularmente conocido como derrame cerebral), otras enfermedades o eventos traumáticos como golpes violentos o accidentes de tránsito”, concluyó Long.