En Estados Unidos, no todo tiene que ver con el famoso sueño americano: algunas personas deben residir lejos de la ciudad, en territorios agrestes y hostiles, para subsistir.
Son los hombres de montaña, quienes viven de la caza y la pesca para mantener a sus familias.
Su supervivencia se basa en la utilización de antiguas habilidades perfeccionadas durante siglos y, aunque no viven en las mismas condiciones que sus ancestros, es un hecho que deben convivir con la hostilidad de lo más profundo de la naturaleza.
Hombres de montaña es la nueva serie, con formato de reality show , que cuenta cómo un grupo de hombres, desde los Apalaches hasta Alaska, batalla contra las bajas temperaturas de invierno en medio de los bosques más altos de la región con un único objetivo: no morir en el intento.
En el valle de Yaak una feroz temporada de incendios pone en peligro la casa de Tom Remo.
En Alaska, en tanto, Marty Meierotto atraviesa una fuerte tormenta. Y en la Isla Tortuga, el refugio de Eustace Conway se encuentra bajo amenaza. Además, descubre dos pollos sin cabeza en su galllinero, y comienza a buscar desesperadamente al depredador responsable.
Por último, un cazador conduce a su equipo de perros a través del valle Ruby en la búsqueda de un puma mortal, mientras que Rich Lewis busca sin cansancio a Turbo, su perro desaparecido.
Hablan los más rudos
Las características de este espacio que en realidad es un docu-reality, no tardó en llamar la atención de prestigiosos medios estadounidenses.
Es así como The New York Times y The Huffington Post, entre muchos otros, decidieron internarse junto con los equipos de producción de History Channel en las entrañas de las colinas pobladas por estos montañeses.
Y vaya que descubrieron un mundo surreal, aunque, como bien lo afirmó Eustace Conway, desde su refugio de por vida en Isla Tortuga, lo irreal es más bien el mundo que está fuera de las montañas, ese hábitat “plástico” donde viven la mayoría de los seres humanos.
Sin embargo, él reconoce con algo de pesar que, la frontera entre ambos mundos, cada vez se desdibuja más.
Cuando Conway compró sus primeras 107 hectáreas en 1987 , su visión de la Isla Tortuga era como “una pequeña planicie en la tierra, intacta y natural, solo que rodeada de pavimento y carreteras”.
Desde que salió de casa de sus padres en los suburbios, a los 17 años, Conway ha estado saliendo y entrando del bosque, siempre predicando el “evangelio” de que no hay nada mejor que llevar una vida primitiva y sostenible.
Pero a lo largo de estas últimas tres décadas, sus posturas han evolucionado... y él también.
Hace rato ya que abandonó sus pantalones de tela para enfundarse en vaqueros y camisetas para enfrentarse con una rutina de supervivencia básica que a la mayoría de personas en la “civilización” les parecería insoportable: levantarse cada mañana para buscar el sustento por medio de la caza o la pesca.
Sus rutinas, claro, han cambiado mucho a partir del momento en que fueron invadidos por las cámaras de televisión, qué él ha utilizado para transmitir su mensaje de “llevar una vida más simple”.
Y reconoce sin reparos que su discurso no deja de ser contradictorio, sobre todo cuando se vale de la tecnología para decir, frente a las cámaras: “creo que la televisión es terrible”, asegura mientras acaricia su larga barba y sus trenzas doradas, y ríe. “Lo sé, lo sé. Es una terrible paradoja estarles diciendo esto justo a ustedes”.
Él tiene razones de sobra para estar amargado, pues la regulación legal de sus tierras, las nuevas leyes que protegen a las especies de la caza y la pesca y un sinfín de medidas que llegan desde el mundo exterior, alteran por completo su otrora apacible y básica vida.
Un centenar de kilómetros al sur del Círculo Polar Ártico , en lo más remoto del accidentado desierto de Alaska, vive Marty Meierotto, quien tenía 8 años cuando su padre lo llevó a cazar por primera vez y, a los 25, en medio de una economía difícil, decidió recluirse en Alaska con solo 10 dólares en el bolsillo.
Hoy, Marty es uno de los mejores cazadores de pieles de Alaska y un amante feroz de la naturaleza: come solo lo que él caza y, al igual que Conway, hoy está en una encrucijada, pues su familia, en especial su esposa e hija, cada vez sienten más insostenible la vida de esquimales aislados que tanto ama Marty, y que quizá –lo veremos en esta temporada– tenga que abandonar para siempre.