
Gabriel Boric, presidente de Chile, fue categórico al expresar: “Cada día más” Nicaragua se convierte “en una dictadura totalitaria, donde se persigue cualquier tipo de disidencia”. Como resultado, la Cancillería chilena condenó la decisión del gobierno de Ortega de quitarles la nacionalidad a 94 opositores en el exilio. Mientras tanto, José Pepe Mujica, expresidente de Uruguay, en su estilo particular dijo: A Ortega “hace rato que se le fue la mano”.
Sorprende, por el contrario, el silencio de México y Argentina. En el año 2021, en respuesta a los actos de represión del gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, ambos presidentes retiraron los embajadores asignados a Nicaragua. Ahora, por el contrario, guardan un silencio cómplice con la dictadura.
El papa Francisco, con exagerada prudencia, expresó con timidez su tristeza por la persecución que sufre la Iglesia católica en Nicaragua. Francisco es el líder de casi 1.400 millones de personas, ha demostrado su carisma y valentía, y concertado reuniones con líderes de otras religiones, con el ánimo de unir a la humanidad y evitar el odio. Su voz y su mensaje puede insuflar ánimo a los nicaragüenses sumidos en la tristeza.
Dos caudillos peores que Somoza pretenden convertir a Nicaragua (con un 52 % de católicos y un 30 % de evangélicos) en una tierra sin Dios, con un gobierno corrupto, que funde los tres poderes en uno solo para dictar leyes y gobernar a su antojo.
Arremeten contra la Iglesia católica, eliminan partidos políticos, cierran periódicos, canales y emisoras cristianas y católicas, anulan toda opinión independiente. Destruyen imágenes religiosas veneradas por los fieles y condenan a la cárcel y luego al exilio a miembros destacados de la oposición y a prelados de la Iglesia.
En un golpe maestro, el matrimonio Ortega-Murillo “se libró”, de manera inesperada, de la presencia física de cinco candidatos a la presidencia, líderes de la oposición, periodistas y religiosos. Dos artistas, como Gioconda Belli y el premio Cervantes Sergio Ramírez, y 222 ciudadanos que viajaron a los Estados Unidos fueron despojados de su nacionalidad y condenados al exilio.
Mientras tanto, el pueblo calla, porque muchos aguantan y aguardan en silencio por temor a ser acusados de sedición o traición a la patria.
Canta León Gieco, exiliado durante la dictadura militar en Argentina: “Solo le pido a Dios… que el engaño no me sea indiferente… Si un traidor puede más que unos cuantos… que esos cuantos no lo olviden fácilmente”.
La autora es nutricionista.