Como todo el mundo —expertazo, politólogo o simple mortal—, no tengo idea acerca de quién ganará las elecciones presidenciales. Calza muy bien aquella frase bíblica de que muchos son los llamados, pocos los escogidos, solo que, en versión más estricta, solo uno será el elegido.
El diagnóstico es conocidísimo: un sistema de partidos fragmentado, partidos con debilísimas estructuras y capturados por líderes locales, un electorado cabreado con todos, abrumadoramente urbano y vulnerable al llamado antipolítico del «que se vayan todos», la mayoría de ellos sin simpatía partidaria y edad promedio joven. Una receta perfecta para la incertidumbre. Lo más probable es que la mitad de la gente se decida al puro final, como en las dos elecciones anteriores, y que los partidos compitan no para ganar, sino para pasar a la siguiente ronda. Nadie está descartado de antemano: cualquiera triunfa en el último sprint.
Sabemos, además, que ese electorado conforma dos mercados políticos con demandas diferentes. El mayoritario es el de los millennials, los menores de cuarenta años, desapegados de las marcas partidarias. Muy castigados por la crisis, demandan empleo, derechos y un mejor futuro. El segundo mercado es el de los roquemix, como yo, muchos con partido: quieren seguridad y pensiones. Atender ambos segmentos plantea un dilema a los candidatos. El panorama, insisto, está claro, palabras más, palabras menos. En cambio, creo tener un mejor pronóstico con respecto a las elecciones legislativas. No me refiero a la distribución de curules entre partidos, porque presumo que quedarán muy repartidas y nuevamente sin nadie con mayoría. Me refiero al perfil predominante de quienes llegarán a ser diputados.
Ese perfil será el de asesor parlamentario o político municipalista. ¿Por qué? Los asesores tienen la vía rápida a la curul: están 24/7 a la par de los diputados actuales y, con los partidos en la calle, emergen como lógicos candidatos. Los municipalistas, porque los líderes locales son los que tienen la papa en la mano dentro de los partidos. Quizá salpicarán como aderezo algunos notables y pastores por ahí.
¿Importa eso? Sí, porque la próxima conformación de la Asamblea debe tramitar reformas complejas y urgentes. Diputados sin trayectoria o sin visión nacional no necesitamos, pero es lo que habrá. ¿Varguitas pitoniso? Ojalá se equivoque: los partidos aún no eligen candidatos.
El autor es sociólogo.