La génesis de nuestra tradición educativa arranca en el año 1575, durante la colonia. Como señala el investigador Elías Zeledón, en la primera etapa la enseñanza consistía básicamente en el aprendizaje de urbanidad, doctrina cristiana, matemática de cuentas básicas y alfabetización.
Los maestros eran personas instruidas, pero no tenían licencias formales de educación. De su paga se encargaban los padres que querían instruir a sus hijos, o bien quienes eran subvencionados por el cabildo donde residía el menor.
Este período concluye con la fundación de la Universidad de Santo Tomás, en 1814, a finales del período colonial. Esta segunda etapa es inspirada por la Constitución de Cádiz, que en el artículo 366 promovía el impulso de la educación más generalizada en las colonias.
En el gobierno de Jesús Jiménez Zamora comienza la tercera etapa de la evolución educativa. En 1869, Jiménez firmó la Constitución cuyo artículo 6.° hizo gratuita y obligatoria la enseñanza primaria, y fundó la primera escuela normal para la profesionalización docente.
Reforma educativa
La cuarta etapa surge en el gobierno del general Bernardo Soto y la gran reforma educativa de su ministro Mauro Fernández, quien instauró una legislación especial a fin de que la enseñanza estuviera sustentada en un organismo técnico sostenido por el Estado, bajo el control de una secretaría de instrucción pública.
Además, en la profesionalización docente, creó un sistema similar al de las facultades universitarias, con diferentes escuelas normales que luego se convirtieron en la base de las universidades públicas.
También fundó las primeras grandes instituciones secundarias, como lo son, entre otras, el Liceo de Costa Rica y el Colegio de Señoritas.
La quinta y última etapa de la evolución educativa arranca con tres hechos: la misión chilena de 1935, las reformas de 1942 del Dr. Calderón Guardia, que abre la educación media a las entidades privadas y promueve la educación religiosa y en valores, y se consolida con la apertura masiva de centros educativos en la década de los cincuenta, cambio que impulsa el gobierno de la Junta Fundadora de la Segunda República.
Educación contemporánea
Está claro que vivimos una brutal crisis educativa, que demanda la urgente conquista de una sexta etapa. En este punto, la pregunta de fondo es cuáles son los parámetros de una educación de alta calidad.
Son seis para impulsar la excelencia. El más importante de todos, según mi criterio, es el fomento de los valores en el sistema educativo. Vivimos una sociedad utilitaria, enfocada en la autocomplacencia egoísta y centrada casi exclusivamente en los placeres como único sentido existencial.
Para ciertas voces estridentes y agresivas, ideales como el honor, la urbanidad, la pureza o la fe son malas palabras. La cuestión es dónde enseñan a la juventud a anclarse. Esa es una de las respuestas esenciales que debe dar toda oferta docente de alto coeficiente.
Respecto del segundo parámetro, el siglo XXI es una época de reconocer que hay distintas inteligencias, o lo que se conoce como inteligencias múltiples. Así, la educación del futuro debe dar prioridad a la educar en inteligencias, ya que las capacidades pueden ser independientes unas de otras.
Sujetos que destacan en determinada actividad lo consiguen porque poseen procesos neuronales distintos a otros que pueden tener éxito en una distinta.
Ante la pluralidad de inteligencias, deben existir diferentes métodos educativos enfocados en la vocación de cada uno, pues no todos tenemos la misma vocación. Quienes somos creyentes traducimos esa idea en algo que entendemos como “llamado en la vida”, o, en otras palabras, el reconocimiento de que existen distintas vocaciones y propósitos para cada persona.
El tercer parámetro radica en “aprender a aprender”; no basta con que el docente se asegure de que el alumno adquirió la información impartida, porque también son esenciales las estrategias de aprendizaje que le enseñan al alumno las vías para comprender los conocimientos.
Creatividad, ayuda e interpretación
El cuarto parámetro consiste en la educación centrada en la creatividad. En este aspecto, lo que a la educación le corresponde es facilitar, orientar sutilmente, catalizar, pero reconociendo que la creatividad es un conocimiento que brota del interior. Por ejemplo, los científicos apelan a la intuición cuando llegan a la frontera del conocimiento establecido.
Por eso es indispensable combinar asignaturas científicas con talleres creativos, con ejercicios teórico-prácticos, como lo es, por ejemplo, aprender matemática elaborando una cúpula.
Algunos educadores sugieren el audaz extremo de impedir la teoría si no hay práctica, algo que tiende a estimular los patrones que permiten el surgimiento de los emprendedores, que son los que al fin y al cabo crean riqueza.
El quinto parámetro es la educación excepcional para el alumno en desventaja social, o también conocida como educación para el marginado. Este tipo de educación implica realizar propuestas, como los proyectos de valoración sociológica del hogar, asistencia socioeconómica, abordaje de los factores de riesgo de delincuencia juvenil y la integración al proceso educativo, tanto de los padres o encargados del estudiante como de la comunidad.
El sexto y último es fomentar los hábitos de interpretación, pues una cosa es comprender y otra es interpretar. No basta con comprender, porque es igualmente primordial desarrollar lectura crítica de la información que recibimos.
Sin capacidad de interpretar críticamente, no hay forma de discernir qué es basura, como tanta que circula en la internet, y qué es realmente conocimiento con valor cultural y científico.
El autor es abogado constitucionalista.
