En la campaña electoral, hay mentiras a la vista, pero es responsabilidad de cada uno saber hasta dónde les cree a partidos, candidatos y a su círculo cercano, pues no será de recibo que alguien diga muy pronto “ese hombre o esa mujer me engañó”. Ya nadie engaña a nadie, salvo que así lo quiera.
Algo innato en ciertos costarricenses es que cuando se llevan un fiasco, en este caso electoral, se excusan en el “yo no sabía” o en el “ingenuo, yo”. De hecho, no se necesita una bola de cristal para ver a los que, en poco tiempo, refunfuñarán por haber creído los embustes de unos y otros.
Es cierto, la manipulación es extrema. Estamos ante experimentados contorsionistas del discurso, de la propaganda y de las redes sociales, al estilo de la maskirovka que practica Vladímir Putin, con tres propósitos: engañar, distorsionar y negar hasta la muerte toda incriminación. En síntesis, torcer la realidad sin importar los medios, ni a quien se use para ello.
La campaña también ha sido novelesca. Hubo personajes que llamaron a un proceso con transparencia, pero en el próximo capítulo saltaron los turbios manejos financieros al margen de la ley, en el otro aparecieron millones de origen dudoso y en otro vimos un extrañísimo viaje en jet privado en medio de la noche. ¿Explicaciones? Ninguna que convenza a quienes tienen noción de la ley electoral y de cómo se maneja una campaña. Todo se disimula con maskirovka a la tica, y caen en su red los más desinformados.
Ahí está la clave: informarse, pero por diversos medios formales para contrastar hechos y versiones. También, dudar de todo mensaje político porque, en esta etapa, a tres semanas de la elección, el bombardeo populista, la distorsión y la negación son putinescos.
Cierto, la decisión del voto usualmente es emotiva, pero, por responsabilidad personal, y principalmente con el país, cada uno debe reflexionar para luego evitar el “yo no sabía”. Lo mismo es válido para los políticos que vemos en apretado abrazo. De seguro, ya en el poder, vendrán roces, asomarán las mentiras verdaderas y habrá el “ingenuo, yo”. Muy tarde. Será imposible disculparlos. Quien pone la cara hoy en el embuste que la dé mañana por su connivencia.
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