Desde el espacio democrático de una opinión disidente, me sobrecoge el desatino escandaloso de la aciaga decisión que cierra el primer año del mandato Chaves. No dejo a la imaginación los impactos devastadores del cierre de los programas de informática de la Fundación Omar Dengo. Es una tragedia in fieri, o sea, en pleno proceso deconstructivo, para esta generación de estudiantes. Frente al MEP, debería ser colocado un rótulo de advertencia: “¡Cuidado! Políticos trabajando”.
En algún momento, el Estado renunció a desarrollar capacidades institucionales propias en materia de educación informática. Ese espacio fue llenado por convenios con una fundación privada que desarrolló tesoros acumulados de experiencias educativas que han creado habilidades blandas en centenares de miles de jóvenes. Es el elemento curricular más decisivo para los tiempos que corren. Lo pide el mercado laboral y el país lo ofreció con una alianza público-privada de gran éxito.
El camino costarricense no fue necesariamente mejor práctica. Uruguay tomó otra ruta y forjó capacidades institucionales propias que hoy lo colocan a la vanguardia mundial del uso de la informática en la educación pública. Es el Plan de Conectividad Educativa de Informática Básica para el Aprendizaje en Línea (Ceibal), calificado por la Cepal como experiencia innovadora a escala mundial.
Pero no somos Uruguay, democracia que se supera día tras día. Aquí optamos por una vía más neoliberal, con institucionalidad paralela al Estado, sujeta a las vicisitudes de cambios de gobierno. Pero nueve administraciones de sirios y troyanos respetaron los convenios con la Omar Dengo, como cuasipolítica de Estado. Digo cuasi porque vemos su debilidad, la trampa que siempre estuvo al acecho: irracionalidad, capricho e improvisación. Es el concepto mismo de un cambio para peor.
No es la mejor vía delegar competencias públicas a entes privados. Pero Costa Rica lo hizo en este y otros campos, con resultados óptimos, como con Cinde. Lo que es un crimen es sustituir lo bueno conocido y dejar al garete esta sufrida generación, ya de por sí flagelada por huelgas, pandemia y la fechoría no resuelta de Fonatel, aún impune.
La educación es la deuda más dramática de nuestra enclenque democracia. Este es el último clavo en la cruz de su calvario.
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Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.