En un espacio escondido de mi biblioteca, un tesoro de mi infancia me mira resentido. Son páginas castigadas por el tiempo, en el olvido inevitable del trajín diario que se sobrepone a la melancolía de tiempos agotados. Hago un esfuerzo y rindo homenaje a la nostalgia. En días como estos, de Semana Santa, mis tardes transcurrían calurosas leyendo Don Camilo.
Me remonta el personaje de Giovanni Guareschi al bucólico paisaje de Emilia Romaña, bañada por el Po, contiguo a la llanura mantovana de mis abuelos. En aquel imaginario colectivo italiano, de misa se salía a las urnas, a votar por el partido comunista. Era un oxímoron histórico, imposible de entender en otras partes del mundo. De ahí extrajo Guareschi los arquetipos de don Camilo y Peppone, cura de pueblo, el primero; alcalde comunista, el segundo. Drama y comedia, en aquellos escritos, nacen de la dialéctica que unificaba dos éticas solidarias fragmentadas en la Guerra Fría.
Don Camilo expresaba el imaginario colectivo religioso de la Italia de la posguerra. Peppone, en cambio, representaba otro imaginario, la solidaridad social. Profundos ambos, opuestos en ideologías, pero unidos en la bondad común de corazones campechanos. Ambos lograban encuentros desde caminos opuestos. Don Camilo hablaba con el crucifijo de su parroquia y su Cristo le reclamaba tolerancia. Eran otros tiempos.
El mundo de don Camilo y Peppone se fue desdibujando hasta hacerse completamente irreconocible. El comunismo se resquebrajó desde su pilar soviético. El catolicismo entró en crisis aguda. La modernidad de los derechos humanos enfrenta al Vaticano con el camino sinodal de la Iglesia alemana. Ningún joven entendería fácilmente la sabiduría y la gracia de los libros de mi biblioteca. Son crisis históricas irreversibles.
La guerra volvió a Europa y ¡guácala quien diga paz! Francia entra en zozobra. Desde Estados Unidos azuzan divisiones, intolerancia y proteccionismo. Las repúblicas viven crisis de calidad democrática. A China, país que ha logrado desarrollarse sin invadir a nadie y sin aprovecharse ni de la esclavitud, ni del colonialismo, se le llama expansionista. Es un mundo al revés, sin los Camilos y sin los Peppones. Costa Rica conoció figuras históricas así, en Manuel Mora y monseñor Sanabria. Pero hélas, pertenecen al mundo de ayer.
Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.