Es cuestión de perspectiva. Como proclamaba la cuarteta: «En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira».
Hay muchas maneras de ilustrarlo. Me agrada especialmente esta: A través de las persianas, levantadas a medias, la gente ve pasar a un anciano apoyado en un amigo; está borracho y lleva una flor en el pelo, pero percibe el qué dirán de quienes lo miran y piensa: «No me avergüenza, a mis años, ponerme una flor en el pelo. La avergonzada es la flor coronando la cabeza de un viejo».
¿Todo es cuestión de perspectiva? ¿No será eso demasiado frívolo o cínico? Tal vez no venga al caso citar, como lo haré, una antigua poesía china que Octavio Paz tradujo y cuyo autor, que vivió en el siglo III de nuestra era, tuvo la mala fortuna de ser decapitado, todo porque sus violentas críticas al pensamiento predominante, es decir, su propia perspectiva, le atrajeron persecuciones y causaron su muerte.
La poesía narra que cuando el maestro estaba a punto de morir, su discípulo se acercó al lecho de muerte para saber si tenía algo que revelarle. El sabio abrió la boca y le preguntó si aún tenía lengua, a lo que el discípulo asintió. ¿Y mis dientes?, siguió el moribundo. Todos los has perdido, replicó el otro. Y el maestro: ¿Te das cuenta de lo que eso significa? Quizá quieras decirme que los fuertes perecen y que los débiles sobreviven. Así es, repuso el maestro: Y con esto hemos agotado todo lo que hay que decir sobre el mundo y sus criaturas.
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Estas historias me dejan perplejo, como en una encrucijada. La primera me induce a recordar un libro leído hace mucho tiempo y que olvidé quién lo escribió —pudiera ser el médico español Gregorio Marañón—, que se refiere al amor de los viejos. Conmoción sentimental de la edad tardía que hay en quienes miran a través de las persianas de sus propios prejuicios como algo desvergonzado o ridículo, y otros como estimulante y humano. Mi memoria guarda casos acaecidos entre nosotros, que dieron origen a recursos de «habeas corpus» y de amparo, debido a las extremas restricciones impuestas a los enamorados a causa de su avanzada edad.
La segunda me provoca reflexiones muy diferentes. Resumiendo, evoco la presunta debilidad de la pluma, frente a la supuesta fortaleza de la tiranía. Me refiero, cómo no, a la indecente e inútil persecución contra el escritor nicaragüense, Sergio Ramírez Mercado.
El autor es exmagistrado.