Nuestras carreteras suelen ser tan peligrosas como bombas atómicas o asteroides erráticos
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PorCarlos Arguedas Ramírez
Desvelado por la paradoja de que algunos pocos, dotados de un poder como nunca se ha visto, están por decidir si ha llegado la hora de emplear las armas atómicas para que en este mundo no quede títere con cabeza, mientras otros ensayan el modo de desviar la trayectoria de un asteroide para evitar que esta roca llegada del espacio nos hunda de nuevo en la Edad de Piedra, me entretuve con otras ocurrencias en apariencia menos dañinas.
Una de ellas fue la fórmula ideada por un carismático presidente de nuestro entorno para combatir el huracán Julia: decretó una cadena de oración. Ojalá, para bienestar de su pueblo, no haya olvidado que a dios rogando y con el mazo dando.
No sé si ese atávico método ha dado resultado, pero sus fundamentos tienen mucho en común con el razonamiento de un personaje de La colmena, de Camilo José Cela, que se explicaba la poca decencia que advertía en la vida española de la posguerra, diciendo: “Eso viene de las piscinas; no lo dude, antes no era así”, y agregaba que los cines también tenían mucha culpa: “Eso de estar todo el mundo tan mezclado y a oscuras por completo no puede traer nada bueno”.
De la frívola irreverencia de estas apreciaciones, me sacó una información de este periódico, dando cuenta de que el Tránsito pidió no apurar a los repartidores de comida para evitar accidentes.
Para la mala suerte de cada uno, nuestras carreteras suelen ser tan peligrosas como bombas atómicas o asteroides erráticos. Algo habrá de cierto en que, con palabras prestadas, para algunos la finalidad de conducir no es llegar sano y salvo al punto de destino, ni tampoco rápidamente; el objeto de conducir es marcar la propia personalidad en la carretera, demostrar quién manda ahí.
Ocurre que las muertes de motociclistas y ciclistas se han disparado hasta niveles dramáticos, y por descontado otro tanto habrá sucedido con los accidentes sin víctimas mortales. En los primeros nueve meses del año, perecieron 168 motociclistas y 27 ciclistas, un buen número de ellos repartidores de comida.
El reparto oneroso de comida no solo es un servicio valioso, especialmente en tiempos de reclusión o distanciamiento, ni tampoco una novedosa fuente de trabajo y de recursos. Ha resultado ser también una manera frecuente de morir.
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPIlegal.
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