Empezó como un día entre semana corriente para mí. Me levanté, preparé el desayuno para los niños y los llevé a la escuela. Después de eso, mi día ya no fue tan corriente.
Me fui al aeropuerto de Tamarindo para ir a volar en un autogiro. Yves Deweer, el propietario de Eloy América Latina, la compañía que instaló el sistema de tratamiento de aguas negras en mi nueva casa, me invitó al paseo. Él pensó que sería una gran oportunidad para tomar algunas fotos aéreas de la casa, y después haríamos un corto viaje por la costa. También pensé que sería divertido, pues nunca había volado en un aparato de estos y pensé que ver la casa y la costa desde ahí sería emocionante. No sabía cuánto.
¡El despegue fue grandioso! Una vez en el aire, se siente como si uno estuviera en una motoneta, solo que en el aire. Uno no está encerrado como en un avión y pude ver por qué a la gente le gusta tanto. Poco después de despegar de Tamarindo, volamos sobre el estero en playa Grande y seguimos bordeando la costa. Al pasar sobre unas playas privadas, vimos la ladera de una montaña... ¡deslizarse al mar!
De inmediato empecé a tomar fotos. Era una locura. Yves dijo que nunca había visto nada parecido. Entonces empezamos a ver lo que parecían nubes de lodo en forma de hongo que salían hacia la superficie en diferentes puntos por todo el océano, casi como si hubiera ebullición allá en las profundidades.
Sabíamos que tenía que haber ocurrido un temblor o algo por el estilo, pero no teníamos idea de la intensidad hasta que empezamos a sobrevolar playa Conchal, y comenzamos a notar todo el daño en los techos de los condominios y de las casas. Seguimos hacia el norte pasando por Brasilito y Flamingo, y vimos el mismo tipo de cosas. Muchas tejas ausentes o quebradas. Volamos sobre la escuela de mis hijos y noté que habían sacado a todos los niños al campo. Era una vista increíble, pero, al mismo tiempo, me estaba poniendo ansioso por aterrizar conforme se nos hacía cada vez más evidente lo grave de la situación. Al aterrizar, lo primero que Yves notó fue la condición del hangar donde guarda su nave. Todas las puertas de los armarios estaban abiertas y las cosas se habían caído de las paredes al suelo.
De inmediato llamé a mi esposa, quien para entonces ya estaba un poquito histérica. Había estado hablando con una clienta frente a nuestra oficina y, cuando empezaron a percibir el temblor, cruzaron la calle para ir a un campo abierto. En todo momento, nuestra clienta tuvo en sus brazos a su bebé de 10 meses. Mi esposa recogió a los niños y nos reagrupamos en nuestra casa. Una vez que todos estaban seguros, empezamos a valorar los daños en las varias propiedades que tenemos. Nuestro negocio, Blue Water Properties of Costa Rica, administra más de 40 propiedades de alquiler para vacacionar y a largo plazo en las playas de Flamingo, Brasilito, Conchal y Tamarindo.
En general, me siento muy afortunado de que nadie saliera lesionado y de que no hubiera daños mayores en las propiedades de nuestros clientes o en la mía.
No sé lo que se sintió en tierra durante el terremoto, pero todo el mundo me dice que fue el más duro que han sentido en Guanacaste. Al mismo tiempo, tampoco creo que sean muchas las personas que sepan lo que es ver un terremoto a vista de pájaro.
Empresario de bienes raíces.
Traducción: Gerardo Chaves Edición: Esteban Mata y Álvaro Murillo