Cuando la crítica constructiva es sustituida por el ataque personal y la verdad es reemplazada por el meme o el rumor viral, se pierde la base fundamental de la democracia: el respeto por las reglas del juego y por las personas que las administran
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¿A cuál Laura Fernández le creemos? ¿A la estudiante de Ciencias Políticas que hablaba de ‘magnas instituciones’ o a la candidata del chavismo que solo se aprendió de memoria un populista guion antidemocrático que las desacredita?
Si se normaliza la idea de que opinar públicamente puede acarrear consecuencias negativas, se envía un mensaje desalentador a las nuevas generaciones: que participar es peligroso y que el silencio es preferible a la expresión






