
La alianza de cinco partidos chavistas, impulsada por la diputada oficialista Pilar Cisneros para respaldar la candidatura presidencial de Laura Fernández, apenas resistió cuatro días en su conformación original. Desde entonces, el bloque naufraga en aguas turbulentas, antes siquiera de que inicie oficialmente la campaña electoral.
Según la estrategia chavista, Pueblo Soberano sería el buque insignia en torno al cual se unirían todas las agrupaciones que se autodenominan herederas del “proyecto político” del presidente Rodrigo Chaves. Los otros cuatro partidos —Creemos, Movimiento Tiempo de Valientes (Motiva), Esperanza y Libertad y Renacer Democrático (PRD)— actuarían como fuerzas aliadas.
El supuesto acuerdo conllevaba que Motiva y Esperanza y Libertad depusieran sus propias aspiraciones, renunciando a presentar candidaturas presidenciales y legislativas, a cambio de que todas las agrupaciones tuvieran representación en las papeletas de Pueblo Soberano.
Creemos y Renacer Democrático no están inscritos para participar en los comicios del próximo año, por lo que no pueden presentar candidaturas propias a los puestos de elección popular.

El objetivo era evitar la fragmentación del apoyo de quienes se consideran afines al presidente Chaves, especialmente porque el oficialismo ha señalado que su meta es lograr 40 diputados en la Asamblea Legislativa 2026-2030.
El propio mandatario ha hecho referencia reiterada a esa cifra durante distintos actos oficiales en Casa Presidencial.
Pueblo Soberano más uno

No obstante, solo Creemos se ha mantenido firme en su maridaje con Pueblo Soberano. Por el contrario, Esperanza y Libertad anunció su salida el 16 de julio, apenas cuatro días después de que Cisneros hiciera el lanzamiento de la alianza y anunciara a Pueblo Soberano como el “taxi” oficial del chavismo, durante un acto público celebrado en el centro de San José.
Carlos Palacios Franco, presidente de esa agrupación, argumentó que el movimiento tiene una dirigencia tóxica y que trataron de imponerle una mordaza, además de que se sintieron burlados y utilizados.
El 29 de julio, Renacer Democrático (PRD) también se apartó, pese a que su secretaria general, la exdiputada libertaria Mireya Zamora, es considerada una figura cercana al chavismo.
La exlegisladora fue una de las primeras personas en recibir a Marta Esquivel, expresidenta ejecutiva de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), a su salida de los tribunales de Goicoechea, tras ser detenida como imputada en el Caso Barrenador. Ese día, las transmisiones televisivas mostraron a Zamora cubriendo a Esquivel con una bandera de Costa Rica.
Sin embargo, PRD denunció que fue invisibilizada, “tanto en el banderazo de inicio como en el lanzamiento de candidaturas del partido”.
En setiembre, la situación se complicó aún más para la alianza. Un grupo de delegados nacionales de Motiva autoconvocó a una Asamblea Nacional para elegir candidaturas rumbo al 2026. Tanto el Comité Ejecutivo como el Tribunal Electoral Interno (TEI) se opusieron al llamado.
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Los delegados denunciaron que la cúpula nunca comunicó la existencia de un acuerdo para sumarse a la alianza chavista, y mucho menos que se hubiera decidido renunciar a presentar candidaturas propias. La convocatoria constituyó un desafío directo a la línea marcada por Roilan Mora, tesorero y coordinador general de la agrupación.
El dirigente es hermano de Royner Mora, exministro de Deportes de Rodrigo Chaves y encargado de organización territorial en el comando de campaña de Laura Fernández.
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Cascarones vacíos
Alejandro Molina, investigador del Observatorio de la Política Nacional de la Universidad de Costa Rica (UCR), indicó a La Nación que la rápida descomposición de la alianza chavista revela un patrón recurrente en el sistema político costarricense, la proliferación de partidos convertidos en simples “cascarones vacíos”.
“Tienen formalmente una estructura, que cumple con los requisitos que establece el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), pero no tienen ese nivel de institucionalización que en algún momento tuvieron, especialmente, los partidos políticos tradicionales: militantes, presencia territorial, una estructura orgánica y representación de distintos sectores”, declaró Molina.
Agregó que muchos incluso llegaron a calificar al movimiento como “una coalición de taxis”, debido a sus debilidades y a la aspiración compartida de convertirse en el vehículo electoral de un proyecto que, en su criterio, es personalista, centrado en el presidente Chaves o, en este caso, en Laura Fernández, “como ungida del oficialismo”.
Partidos perdieron su naturaleza
El analista explicó que los partidos políticos, en teoría, deberían funcionar como espacios para canalizar la diversidad de ideas y proyectos de la sociedad, promoviendo políticas públicas que reflejen distintas formas de concebir el desarrollo del país.
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Sin embargo, para el investigador, la dinámica actual ha llevado a que estas funciones hayan quedado subordinadas al personalismo y a la búsqueda de cargos.
“Yo no me acerco al partido político porque es el que se acerca más a la visión de mundo o de país que yo tengo y que quisiera ver reflejada en la política pública, sino que yo me acerco a un partido político porque es el que me puede garantizar un puesto para mí, para mi familiar, para algún conocido y esa dinámica es la que se ha estado institucionalizando mucho en el sistema partidos en Costa Rica”, destacó.
Algunos miembros de las cúpulas y familiares de dirigentes de los partidos vinculados a la alianza se beneficiaron con puestos en la papeleta de diputados de Pueblo Soberano.
Este es el caso de Royner Mora, hermano del tesorero de Motiva, quien ocupa el primer lugar de la lista legislativa del PPSO por Puntarenas. Mayuli Ortega, presidenta de Pueblo Soberano, figura en el cuarto puesto por San José, mientras que Antonio Barzuna Thompson, expresidente de Creemos, quedó en el séptimo lugar de la misma papeleta josefina.
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Barzuna perdió su condición de militante de Creemos, según consta en una resolución del 10 de setiembre del TSE, que consideró como “renuncias tácitas e inmediatas”, el aceptar un nombramiento en una agrupación distinta a la que pertenecía.
Por su parte, Mireya Zamora, exdiputada y secretaria general del Partido Renacer Democrático, perdió su aspiración al segundo lugar por San José frente a Zaira Murillo.
Dispersión del voto chavista
Uno de los retos que podría enfrentar el chavismo en la contienda electoral, es lograr consolidar en un solo músculo, el apoyo de quienes se dicen afines al presidente y a la continuidad de su gobierno.
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Molina señaló que en el sistema electoral costarricense, la fragmentación del voto puede afectar significativamente las posibilidades de un partido o movimiento de obtener más curules en la Asamblea Legislativa. Si todos los votos afines al oficialismo se concentraran en una sola fuerza, podrían traducirse en una mayor cantidad de diputados.
“Con la misma cantidad de votos, si van divididos entre varias agrupaciones, la dispersión provoca que, por ejemplo, Pueblo Soberano —que se prevé será el partido con más apoyo— obtenga menos diputados de los que habría conseguido de ir todos juntos”, señaló.
¿Chavistas o no chavistas?

También podría generarse “confusión” entre los electores sobre cuál fuerza representa al chavismo. Algunos podrían votar por el Partido Progreso Social Democrático (PPSD), la agrupación que llevó a Chaves al poder, o por Aquí Costa Rica Manda (ACRM), que había sido el “taxi electoral” que el oficialismo intentó usar en las elecciones municipales de 2024, sin éxito.
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La participación de Motiva en las papeletas añade un elemento de riesgo para Pueblo Soberano. Esta agrupación utiliza en su bandera la imagen de un jaguar, símbolo que el gobierno de Chaves adoptó como emblema de su administración y de sus seguidores.
Esta eventual obstáculo se podría ver reforzado por el sistema de listas cerradas para diputados, en el que los votantes deben elegir entre un listado completo de banderas y siglas sin posibilidad de seleccionar candidatos individuales.
