¿Es cierto eso del ADN morado? Desde que Saprissa se impuso, otra vez, sobre Alajuelense en la final del campeonato nacional de Primera División, en Tibás, se ha reforzado un mensaje de identidad que se extiende a todos los departamentos de su organización. Y, por el contrario, la acumulación ya desesperante de segundos lugares en Alajuela deja a sus leales sin argumentos de fuerza para rebatir eso de la “genética dorada”.
Desde luego que los éxitos y desaciertos de ambas instituciones poco tienen que ver con el ácido desoxirribonucleico, sino que se explican a partir de gestión y desempeño, de factores que muchas veces tienen que ver más con gerencia y recursos humanos que con habilidad para conducir un balón sobre el césped.
En el 2014, los archirrivales se encontraban bastante parejos en el plano deportivo. Sin embargo, a partir de ese año en que el Deportivo Saprissa conquistó su título 30, justamente frente a los manudos, las diferencias se han ido haciendo casi insalvables, llegando al extremo de que los morados sumaron este año la 40, de nuevo a costas de la Liga Deportiva Alajuelense en la final. Ha sido una década larga, larguísima, para los manudos, que apenas lograron amarrar un campeonato, el ansiado 30, y que han debido de acostumbrarse a recoger, una y otra vez, la medalla de subcampeones.
A la luz de todo lo vivido, celebrado y sufrido, tanto en el Morera Soto como en el Ricardo Saprissa, hagamos un paseo por la memoria y comparemos los aciertos y omisiones de ambos equipos en esta década, dividiendo el repaso en cuatro secciones: la dirigencia, la gerencia deportiva, la dirección técnica y los jugadores.
Vamos al fútbol.
La dirigencia de Saprissa y Alajuelense
En el 2014, el campeonato 30 de Saprissa fue el primero bajo la administración de Horizonte Morado, el cual se había hecho con el 70% de las acciones del equipo en el 2011. Si bien son varios los empresarios costarricenses vinculados al grupo inversor, la cabeza y figura pública ha sido Juan Carlos Rojas, quien funge hasta la fecha como presidente de la directiva morada.

Del lado alajuelense ha habido más rotación en la presidencia de la institución. En el 2014 el jerarca era Raúl Pinto, quien había sido electo para el cargo en el 2010 y guio la barca en una seguidilla de títulos que condujo hasta la 29, en el 2013. Le sucedería en el 2016 el economista Fernando Ocampo y, luego, sería el turno del empresario Joseph Joseph, quien ejerce la presidencia manuda desde el 2023.
La diferencia entre ambos, puede corresponder a la distinta naturaleza de los clubes: uno es sociedad anónima y el otro, asociación deportiva. La sociedad anónima puede, como empresa privada, darle continuidad a sus jerarcas. La asociación deportiva solo permite dos periodos en el puesto y muchos socios pueden aspirar a la junta directiva.
La gestión de Rojas y Horizonte Morado ha sido bastante estable, pues la colección de trofeos no da pie a quejas por parte de los socios y seguidores. El jerarca además es ducho en redes sociales, ha sabido labrarse un espacio en la cultura pop abrazando una identidad que nació como chota, El Moradito, e incluso ha ganado influencia en la Fedefutbol. El Presi Morado se lleva bien con la gradería y pareciera que su sintonía con el camerino es legítima.
En Alajuelense, los escenarios han sido otros. Ocampo batalló constantemente para complacer a la exigente afición manuda y por años lidió con ataques personales en redes sociales. Y si bien el ansiadísimo título 30 de Alajuelense llegó durante su gestión, en el 2021, así como el campeonato en la Liga Concacaf, al final no fue suficiente para granjearse la aprobación popular.
Fue durante el período de Ocampo que se empezó a hacer notar un personaje que eventualmente no solo eclipsaría a don Fernando, sino que para todos los efectos se convertiría en la máxima autoridad dentro de la institución. Si bien Joseph Joseph en ese entonces se cuidaba de mantener un perfil bajo, aún cuando su negocio, la cadena de almacenes Pequeño Mundo, era ya prácticamente el símbolo nacional #29, su alma liguista (¿han notado los colores de los uniformes de los empleados de su empresa?) lo sacó de su relativo anonimato para meterse de lleno en el proyecto rojinegro.
Joseph empezó como vicepresidente durante la administración de Pinto y, de su mano, la Liga entró a un período de notable bonanza económica: con él, la Liga dejó de preocuparse por la chequera. Desde luego que el máximo símbolo de la prosperidad manuda es el flamante Centro de Alto Rendimiento (CAR), en Siquiares de Alajuela. Esta moderna instalación deportiva fue construida por Joseph, con sus propios recursos, en un terreno familiar y cedido en el 2020 por un período inicial de 10 años a la Liga Deportiva Alajuelense (LDA) para el desarrollo de un proceso serio de divisiones menores.
Aunque el CAR oficialmente no es propiedad de la Liga (y a ciencia cierta no sabemos de quién es… O sí: le pertenece a la empresa Mundotelas S. A., de cuyos accionistas no tenemos registro), la institución ha sabido sacarle provecho, a la vista de los constantes éxitos que sus equipos menores han logrado en sus respectivos torneos. Sin embargo, poco de ese buen desempeño juvenil se ha extendido a la primera división, donde se ha apostado mucho por fichajes de renombre, aunque ya entrados en años y no necesariamente ligados a un origen manudo.
Aquejado por problemas de salud, Ocampo fue cediendo protagonismo paulatinamente a Joseph, quien finalmente en el 2023 asumió la presidencia. Atrás quedaron para él los años de perfil bajo.
Y aunque la Copa 30 y el CAR inyectaron a la afición liguista de orgullo, ambos demostraron ser alegrías momentáneas y hoy no pesan tanto como la acumulación de subcampeonatos y frustraciones. A Joseph no se le juzga tan abiertamente como a otros que le antecedieron, pero lo cierto es que la sequía de celebraciones ha ido colmando la paciencia manuda y en tiempos recientes la gestión de la directiva ha sido criticada por voces de respeto, como los expresidentes del equipo Raúl Pinto y Jorge Hidalgo, quienes han externado en la prensa su “vocería” del sentir de la gradería.
La gerencia deportiva en Alajuelense y Saprissa
Durante la última década el rol de gerente deportivo pasó a ser un personaje preponderante en el fútbol costarricense. Si bien este puesto no es para nada una novedad en las estructuras de los equipos locales, por lo general, su perfil noticioso había sido bajo, lejano a disputarle el protagonismo al director técnico o al presidente de la institución.
Para entenderlo bien, el gerente deportivo es quien se encarga de administrar la parte logística y los presupuestos del equipo: entre sus funciones está negociar fichajes, determinar salarios, ventas de jugadores, renovaciones y salidas de la planilla, así como buscar los recursos necesarios para que el entrenador pueda ejecutar su visión. Por lo general el puesto solía asignarse a exjugadores de la casa, dado su conocimiento de la institución y del medio local, dejando que la atención se depositara en otros miembros de la organización.
Saprissa durante esta década fue parte de esa tendencia, con referentes morados como Jeaustin Campos, Víctor Cordero y Evaristo Coronado al frente de la oficina administrativa deportiva. El ciclo se rompió en Tibás por primera vez en el 2015, cuando se contrató como gerente deportivo a Paulo César Wanchope, uno de los máximos ídolos históricos del Herediano y la Selección Nacional. Chope no se formó morado pero igual se dio gusto en Saprissa, donde su gestión fue importante para la obtención de dos campeonatos.

Vale resaltar además que fue Chope quien convenció a Juan Carlos Rojas de fichar a un jugador proveniente del fútbol de Bolivia del que Costa Rica nunca había oído hablar, pero a quien no le tomaría mucho tiempo para consolidarse como uno de los máximos referentes del saprissismo: el argentino Mariano Torres. El volante llegó a Saprissa en junio del 2016 con un contrato de un año que se ha ido extendiendo al infinito y más allá, a punta de goles, campeonatos y carisma.
En la otra acera, la Liga dejó la tradición de lado y apostó por un modelo que hoy es el estándar en la gerencia deportiva, tanto en Alajuela como en Tibás: darle a un español el mando de uno de los máximos equipos del fútbol costarricense. Y la era empezó con un personaje ineludible, polémico, amante de los reflectores y alérgico a la modestia.
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Con la llegada de Agustín Lleida, en el 2019, el gerente deportivo se convirtió en el actor principal de la institución, por encima del ocupante del banquillo o de la silla presidencial. Lleida coincidió con el ascenso en la influencia de Joseph Joseph, participó del diseño y concepción del CAR, y marcó su gestión con un estilo de negociación agresivo en el mercado de piernas, sin medias tintas a la hora de hablar con la prensa, y con un verbal antagonismo no solo con el saprissismo, sino también con el plenipotenciario herediano Jafet Soto, quien se dio gusto tirándole al español una conferencia de prensa sí y la otra también.
En medio de sus controversias, Lleida fue fundamental para mantener las graderías llenas, firmando cheques que en la Liga de antes eran impensables con tal de, por ejemplo, concretar el ansiado regreso a casa del ídolo Bryan Ruiz, así como golpear la mesa con otros fichajes bomba que hacían parecer la alineación manuda como un clon de la Selección Nacional: Celso Borges, Giancarlo González, Johan Venegas…

En su cuenta, sin embargo, también debe anotarse el fiasco de contratación del goleador cubano Marcel Hernández, en enero del 2021. Lleida “negoció” el pago de un capricho millonario de $250.000 al Cartaginés para romper la cláusula del contrato del delantero, con tal mal tino que coincidió con el inicio de un proceso judicial contra el jugador, el cual ya era sabido que sucedería. La Liga asumió el escarnio público por el caso Marcel y le sacó el mínimo provecho al fichaje, a tal punto que menos de un año después optó por cederlo de vuelta a los brumosos, quienes, felices, contabilizaron los goles del caribeño en la hazaña del histórico campeonato del 2022.
Lleida fue el gerente de la 30 y del CAR…, y nada más. En setiembre del 2022 renunció para volver a España y le heredó el puesto a su compatriota Antonio Solana, quien menos de un año después hizo lo propio y le cedió el campo a otro español, Javier Santamaría, quien se mantiene hasta hoy. Ninguno de los que siguieron a Lleida han alcanzado el mediático perfil de aquel, al punto de que podrían ir a sentarse a comerse un mango tranquilos al pie de la estatua de Juan Santamaría y los que pasen por ahí no verían otra cosa que un par de turistas españoles, ajenos por completo al destino del liguismo. Y bueno, sobre la parte deportiva, Solana y Santamaría (Javier, no Juan) aún no saben lo que es alzar una copa del máximo torneo costarricense.
Coincidencia o no (todos sabemos que no), en el 2021, el Saprissa siguió el ejemplo de Alajuelense y buscó a un español para su gerencia deportiva, encontrándolo en Ángel Catalina.
Desde un comienzo, Catalina se desmarcó del estilo de Lleida: comedido en sus declaraciones, conciliador, discreto, el gerente morado llevó la procesión en paz, evitando entrar en conflictos con sus pares de otros equipos y procurando que la atención se centrara en aquellos que estaban en la cancha, no en él.
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Las comparaciones son odiosas, pero ni modo: Ángel Catalina tuvo una gestión superior sin duda a Lleida, si nos dejamos guiar por los campeonatos obtenidos: tres títulos nacionales frente a uno del alajuelense. Además, su olfato en el mercado si bien en un inicio no parecía tan agudo, a la postre demostró ser muy acertado, pues negoció la llegada de jugadores de menor costo en comparación a los fichajes bomba de la Liga y que se han consolidado como parte del cuadro saprissista que recién se coronó campeón: Pablo Arboine, Kevin Chamorro, Luis Paradela y Javon East llegaron a Tibás tras el apretón de manos con Catalina.

En julio del 2023, Catalina salió de Saprissa por la puerta grande con destino a España, donde el RCD Espanyol lo tentó con un nuevo proyecto (en el 2024 saltó a México, como director deportivo del Puebla). Y, para no faltar a la nueva tradición, la gerencia deportiva tibaseña fue heredada a uno de los pupilos de Catalina, el también español Sergio Gila, quien había llegado a La Cueva en el 2022 como jefe de scouting. Desde que asumió el máximo puesto, Gila no ha vivido lo que significa no quedar campeón.
El banquillo
Sabido es que el puesto más inestable en el fútbol es el del director técnico, para quien el estatus laboral está ligado a un sencillo concepto: resultados. El que gana se queda, el que pierde se va. Por esto, tanto Alajuelense como Saprissa han visto en la última década una inevitable rotación de entrenadores, impulsada por los movimientos en la tabla de posiciones y la cantidad de trofeos en las vitrinas (las medallas de subcampeón flaco favor hacen a la orden patronal de quien ocupa el banquillo).
Sin embargo, hay una notable diferencia entre ambas instituciones a la hora de escoger a sus entrenadores de primera división: desde el 2014, Saprissa ha confiado casi por completo en hombres de la casa y costarricenses, mientras que Alajuelense ha probado con gente de aquí y de allá, sin reparar en pasaportes o linaje manudo.
Los morados ganaron la 30 de la mano de Ronald González y, desde entonces, han visto pasar por la dirección técnica a figuras cuyo ADN morado es innegable: Jeaustin Campos (dos períodos), Douglas Sequeira, Carlos Watson, Wálter Centeno, Roy Myers, Marco Herrera, Mauricio Wright y Vladimir Quesada, actual ocupante del puesto y quien suma ya su segundo turno en la década.
La excepción a la regla tico-saprissista fue el entrenador español Iñaki Alonso, cuyo paso por Tibás en el 2021 fue de más pena que gloria (para felicidad de los campeones del Herediano).

Del lado alajuelense, desde el 2014, los directores técnicos han exhibido variadas nacionalidades y grados de ligamen con la institución. Empezamos con los manudos históricos que se consagraron en pantaloneta sobre la cancha del Morera, como Óscar Ramírez, Javier Delgado, Wilmer López, Luis Diego Arnáez y Luis Antonio Marín, así como extranjeros que eran viejos conocidos de la casa, como fue el caso del portugués Guilherme Farinha, quien ya había sido timonel liguista dos décadas atrás.
Después están los DT foráneos que no tenían relación previa con la institución: el colombiano Hernán Torres (en dos períodos), el argentino José Giacone, los uruguayos Nicolás Dos Santos, Fabián Coito y Martín Arriola, y el español Albert Rudé. Hasta este punto, con excepción del Macho Ramírez, todos los demás guiaron al cuadro rojinegro por torneos en los que el título les fue esquivo.
Mención aparte merece la sonada contratación del español Benito Floro, en julio del 2017. Recordado por haber sido en un lejano 1992 el director técnico del Real Madrid (no ganó la Liga pero nadie olvida la gritada de madre y padre que le dio a los jugadores dentro del camerino y cuya grabación provocó tremendo escándalo), Floro llegó como símbolo de una Liga que aspiraba a más de lo que el medio tico podía ofrecerle. Al final, el veterano estratega no resultó nada del otro mundo y, menos de un año después, ya estaba fuera de Alajuela (y aparentemente del fútbol, pues la Liga ha sido su último equipo).
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El único entrenador manudo que logró escaparse a la maldición de los subcampeonatos fue el argentino Andrés Carevic, quien en dos ocasiones distintas estuvo al mando de la Liga y se anotó tremendo hito con la obtención del campeonato 30 en el Apertura 2020, así como las coronas de la Liga Concacaf del 2021 (con un nombre que confunde a más de uno, pues no es la copa que incluye a los más rayados del área, los clubes de México y la MLS) y la Copa Centroamericana del 2023.
Carevic se distinguió por ser un entrenador ecuánime, sensato y humilde. Si bien sus dos gestiones terminaron anticipadamente debido a temas futbolísticos, la afición nunca le reclamó falta de entrega o identificación con la camiseta. Su palmarés desde el Morera es por mucho lo más rescatable de una década de más bajos que altos en el banquillo manudo.

Y así llegamos a los dos timoneles actuales, dos personajes de sobrada tradición futbolística en Costa Rica y quienes durante su época de jugadores coincidieron tanto en el Saprissa como en la Selección Nacional: los mundialistas de Italia 90, Vladimir Quesada y Alexandre Guimaraes.
Desde su retiro de las canchas, ambos hicieron la transición rápida a la dirección técnica, siendo Guima el primero en lograr titulares al asumir retos importantes, como la dirección técnica de Herediano, Cartaginés y, desde luego, el Saprissa (en dos periodos distintos). En el liguismo aspiran a que Guima repita el éxito que tuvo en su momento en La Cueva, donde se alzó con los campeonatos nacionales de 1998 y 1999.
El espigado estratega también hizo historia con la Selección Nacional, a la que clasificó a las Copas Mundiales del 2002 y el 2006. Luego, se convertiría en un trotamundos que ha trabajado en México, Guatemala, Emiratos Árabes Unidos, China, India, Panamá y Colombia, previo a aterrizar en Alajuela.
La llegada de Guima a la Liga en el pasado torneo despertó todo tipo de suspicacias, pues su linaje morado es innegable (y ni qué decir del de su hijo, Celso Borges, hoy capitán de la escuadra). Aun así, tomó al equipo a media marcha y lo llevó hasta la final, donde poco pudo hacer para evitar que el Saprissa les pasara por encima. Su verdadera prueba será en el torneo venidero, cuando ya la escuadra en buena teoría debería estar moldeada a su visión y cuando el único desenlace aceptable para él será el esquivo campeonato 31.
En cuanto a Vladimir, su desarrollo como estratega ha sido más paulatino, escalando posiciones poco a poco dentro de la estructura del Saprissa. Empezó como secretario deportivo en el 2000 y de ahí pasó a ser asistente técnico, director técnico interino, entrenador del alto rendimiento y timonel de la filial morada en Segunda División. Experto en la detección y formación de talento joven, cuando Quesada se apartó temporalmente de Tibás fue para, por ejemplo, trabajar con la Selección Sub-20.
Sin embargo, Vladimir Quesada es un morado irremediable: toda su carrera como jugador profesional la llevó con el Monstruo, y como estratega ha hecho fila, pacientemente, a la espera de las oportunidades para dirigir al cuadro de sus amores. En el Clausura 2018 se proclamó por primera vez como campeón del Saprissa desde el banquillo, en un torneo que asumió como DT interino y para el que curiosamente no podía ni dar conferencias de prensa después de los partidos, pues aún no tenía la Licencia A.

En el 2019 fue cesado de su puesto pero, lejos de resentirse, Quesada retornó a la paciencia, a la espera de que Saprissa se volviera a acordar de él que siempre ha estado ahí. Y en el 2023 sucedió: el timón volvió a ser suyo y no lo ha soltado, afianzándose a punta de resultados: del actual tetracampeonato que ostenta la S, Vladimir es el papá de los tres títulos más recientes.
Para otros, antes, el banquillo saprissista había sido sinónimo de sacar pecho, de exhibir el ego, pero Quesada es un director técnico “atípico”, al menos en un campeonato criollo que nos tiene acostumbrado a estrategas que tiran la gorra al suelo, se insultan jugadores rivales o entran en polémicas con sus propios dirigidos. Vladimir no es nada de eso y, más bien, una parte de la afición propia y extraña le cobra su tono mesurado, su bajo perfil, su sencillez y su religiosidad, la cual no tiene reparo en exhibir como parte de su modo de vida y trabajo. Sin embargo, eso parece no quitarle la paz, mientras busca un estante más grande para su creciente colección de títulos.
Los jugadores de Saprissa y Alajuelense
Al repasar las planillas de Alajuelense y Saprissa del 2014 al 2024 se echan de ver notables diferencias, producto de la gestión administrativa y de los distintos directores técnicos de ambos bandos. De primera entrada, hay una conclusión fundamental: cuando acudió al mercado local para reforzarse, Saprissa apostó principalmente por futbolistas provenientes de equipos pequeños, que en teoría son más baratos, en tanto que la Liga más bien invirtió fuerte para hacerse con los servicios de algunos de los jugadores emblema de la Selección Nacional y quienes tenían rato de estar en el extranjero.
Otro rasgo notable es que Saprissa ha procurado darle estabilidad a su camerino y retener a jugadores claves de reconocido linaje morado, al contrario de un Alajuelense que más bien terminó la década de estudio con demasiado antecedente saprissista en el vestidor. Pero, vayamos por partes.
Hay que ajustar la memoria bastante para recordar la nómina con la que Saprissa enfrentó la temporada 2013-2014, la de la copa 30, cuando su departamento de porteros, por ejemplo, tenía a nombres como Danny Carvajal, Adrián de Lemos y el mexicano Luis Michel y el líder del conjunto era el corajudo defensor Gabriel Badilla.
Sin embargo, un elemento notable es que al día de hoy, cuatro de los jugadores del Saprissa del 2014 aún son parte del cuadro tibaseño: Ulises Segura, Kendall Waston, Ariel Rodríguez y David Guzmán. De ellos, los tres últimos son los actuales líderes y su actuación ha sido fundamental en la seguidilla de títulos que los morados han amarrado en los cuatro torneos.
De hecho, los cuatro tienen en común que Saprissa “les guardó el campo” mientras vivieron sus aventuras como legionarios en el extranjero. Por lo general, el Saprissa ha sido bueno para repatriar a sus “hijos pródigos”, ofreciéndoles contratos competitivos y estabilidad para quedarse en casa, a sabiendas de que muchos prefieren mantener a sus familias en Costa Rica en vez de tener que ajustarse a la vida en otros países. Así lo vio, por ejemplo, el ídolo morado Christian Bolaños, quien regresó al terruño después de una extensa y fructífera carrera en el fútbol internacional, reencontrándose con Saprissa para jugar tranquilo sus últimos años hasta su retiro definitivo, en diciembre del 2023.
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Con quien esto no se cumplió fue con el goleador Álvaro Saborío, quien vivió un amargo y fugaz retorno a la Cueva en el 2017. Al delantero, una parte de la afición lo maltrató injustificadamente y la dirigencia no supo acuerparlo. Sabo se marchó en silencio a San Carlos y, después, en un giro que nadie vio venir, el otrora astro saprissista se dio cuatro gustos metiendo goles con la camiseta de la Liga. Aunque de eso hablaremos más adelante.
Durante buena parte de la década, la planilla del Saprissa mantuvo su base de jugadores, dándole continuidad a otros futbolistas que no necesitaron consagrarse como ídolos de la gradería para demostrar su valía, al estilo de Daniel Colindres, David Ramírez, Heiner Mora, Ricardo Blanco y Marvin Angulo, por mencionar algunos que se hicieron habituales en distintos períodos.
En el tema de contrataciones de extranjeros también hubo más aciertos que “paquetazos”, trayendo al país seleccionados de otros países de la Concacaf, como fue el caso del panameño Adolfo Machado y el trinitense Aubrey David, quienes más adelante serían reclutados por Alajuelense. Y, bueno, ni qué decir de los tres foráneos que hoy el saprissismo tiene en el pedestal: el jamaiquino Javon East, el cubano Luis Paradela y el argentino y capitán, Mariano Torres.
Saprissa también supo destacar con sus hombres de la portería, luciendo arqueros que se consideran entre los llamados a sustituir en la Sele al eterno Keylor Navas, como Kevin Briceño, Aaron Cruz, el hoy titular Kevin Chamorro e, incluso, el joven Patrick Sequeira, quien se marchó a sacar colmillo a España. Cómo olvidar al ya veterano Esteban Alvarado, portero que por más que cambie de camiseta, siempre termina regresando a Tibás, donde le tienen tomada la medida.
Finalmente, están los aportes de la cantera, que no han sido nada despreciables en estos 10 años: Orlando Sinclair, Manfred Ugalde, Fabricio Alemán, Douglas Sequeira, Warren Madrigal y Álvaro Zamora fueron promovidos desde las divisiones menores al primer equipo y lograron consolidarse, al punto que varios de ellos hoy juegan en el extranjero y/o han sido convocados a la Selección Nacional mayor.
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Cruzando de acera, la Liga Deportiva Alajuelense ha vivido experiencias diametralmente opuestas en su camerino. Empecemos por aquel equipo del 2013-2014, cuando la alineación manuda la conformaban figuras como Patrick Pemberton, Elías Palma, Porfirio López, Kenner Gutiérrez, José Salvatierra, Jonathan McDonald y Pablo Gabas, casi todos ellos hoy ya retirados o desligados de la institución.
Para encontrar en la Liga que recién obtuvo el subcampeonato al jugador con más “historia” dentro del equipo hay que remontarse a la temporada 2018-2019, con el joven portero Johnny Álvarez, quien hoy es tercero en el rol de arqueros y hace rato no ve acción por estar lesionado.
De los fichajes extranjeros, no todos han sido necesariamente decepcionantes pero tampoco hubo alguno que siquiera se acercara al equivalente del aporte de Mariano Torres en Saprissa. Los hondureños Róger Rojas, Henry Figueroa y Alex López difícilmente serán recordados al cabo de los años como ídolos manudos y mejor no echemos más sal en la herida que causó el novelón con el cubano Marcel Hernández.
Donde Alajuelense sí demostró aciertos importantes fue en la promoción de talentos juveniles, ya fueran forjados en su cantera o bien reclutados desde la competencia. Desde el 2014 y de la mano de la Liga hicieron su debut en la Primera División jugadores que se tornaron habituales en las tertulias futboleras como Orlando Galo (Herediano se lo arrebató pronto), Jurguens Montenegro, Ian Lawrence, Aarón Suárez, Carlos Mora, Brandon Aguilera (en realidad debutó con Carmelita pero la Liga lo pescó casi de inmediato), Alonso Martínez y Josimar Alcócer.
No obstante, todo lo anterior ha quedado en segundo plano frente al gran denominador que la gerencia deportiva liguista persiguió a lo largo de estos 10 años: contratar a jugadores emblemáticos de la Selección Nacional, tuviesen o no historial manudo. Es más, se volvió habitual que apenas se anunciaba uno de los llamados fichajes bomba, de inmediato las redes sociales se llenaban de memes con fotografías de archivo del recién llegado luciendo los colores de equipos rivales.
Paréntesis: en el fútbol es normal que los jugadores cambien de insignia y muchos no han dudado en pasarse a la casa del archirrival si las condiciones son buenas. Alajuelense y Saprissa han vivido esos dramas desde que Wálter Elizondo cruzó de acera en 1970 y a como a los manudos les dolió en el alma ver vestidos de morado a Juan Cayasso, Óscar Ramírez y Juan Carlos Arguedas, los saprissistas maldijeron cada uno de los goles rojinegros de Rolando Fonseca, Steven Bryce y Armando Alonso.

Lo anterior no preparó a las aficiones de ambos equipos para ver, en tiempos recientes, cómo Alajuela se iba tiñendo más y más de morado, a medida de que figuras de notable pasado saprissista como Esteban Alvarado, Jonathan Moya, Adolfo Machado, Álvaro Saborío, Aubrey David y Michael Barrantes eran presentados en el Morera. Las joyas de la corona de este fenómeno fueron, sin duda, las contrataciones de dos ídolos tibaseños, Celso Borges y Joel Campbell, quienes pusieron fin a sus extensas etapas como legionarios afincándose en La Agonía, desatando todo tipo de pasiones en ambos extremos de la General Cañas.
De modo paralelo, también se dieron los largamente esperados retornos a casa de Bryan Ruiz y Giancarlo González, así como la contratación del arquero Leonel Moreira, quien al terminar su aventura en México no volvió al Herediano del que había salido, sino que se unió al proyecto manudo, abriendo la ruta a otros veteranos florenses, como Junior Díaz y José Miguel Cubero.
Como es habitual, los montos de estos sonados contratos se guardan bajo siete candados, pero no hay que ser experto en la materia para saber que jugadores de tan alto nivel, acostumbrados a los salarios y beneficios de las ligas extranjeras, pondrían sus firmas solo tras garantizarse ingresos acorde a sus expectativas. Como ya se ha dicho, para la Liga de la era CAR, el dinero hace rato dejó de ser un impedimento para reclutar.
Tras el retiro de Bryan Ruiz en diciembre del 2022, los líderes del camerino son Celso (imposible vaticinar en el 2008 que iba a ser el capitán liguista del 2024) y Moreira, sin que, por ejemplo, hasta el día de hoy algún portero canterano le pudiera disputar la titularidad al guardameta. Y contemos, además, que la reciente incorporación de Guimaraes como técnico refuerza esa percepción de que el Alajuelense de hoy está construido, en buena parte, sobre la casa que otros levantaron.
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Como todo en el fútbol, el recuento aquí expuesto bien puede (y debe) ser debatido y, sin duda, muchos otros elementos y argumentos quedaron por fuera del texto pero no por eso son menos valiosos. Al final de cuentas, al hablar de Alajuelense y Saprissa la subjetividad es tan inevitable como las frases tipo “ellos hicieron lo de ellos, nosotros lo nuestro“ al cierre de un Clásico.
Colaboraron los periodistas Antonio Alfaro y Doriam Díaz.