
Durante décadas, la “relación especial” entre Costa Rica y Estados Unidos se sustentó en la imagen del país como un caso excepcional en América Central y en el resto del continente.
Democracia estable, sin ejército y comprometida con la paz, la protección del medio ambiente y los derechos humanos, Costa Rica supo capitalizar ese perfil para estrechar lazos con Washington, y obtuvo beneficios diplomáticos, comerciales y de cooperación.
Sin embargo, el segundo mandato del presidente Donald Trump marca un punto de inflexión en ese vínculo. Con una política exterior centrada en anteponer los intereses de Estados Unidos incluso por encima de los de sus aliados históricos, la relación enfrenta ahora nuevos desafíos en un contexto global de tensiones y competencia geopolítica.
Tan solo el pasado 11 de agosto, Trump incluyó a San José entre las peores capitales de América en términos de seguridad. Hizo la afirmación sobre la ciudad costarricense al defender su decisión de desplegar a la Guardia Nacional para “limpiar” a Washington de la delincuencia de las “pandillas violentas”.
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Este es el más reciente episodio en una cadena de reveses para los intereses de Costa Rica, como:
- La salida del país de las operaciones de manufactura de Intel y el cierre total de la empresa de semiconductores y soluciones de radiofrecuencia Qorvo Inc.
- El impulso a un proyecto de ley para incentivar el retorno a Estados Unidos de los centros de llamadas (call centers) que dan miles de empleos a costarricenses.
- La imposición de aranceles de un 15% a las exportaciones nacionales (más que a una mayoría de países latinoamericanos).
- El retiro de visas a figuras locales como diputados de la República y el expresidente Óscar Arias.
En este escenario, los expertos en relaciones internacionales Nuria Marín, Carlos Cascante y Carlos Murillo analizan si la “relación especial” con Estados Unidos mantiene su fortaleza o se encuentra en un proceso de redefinición bajo la nueva política exterior estadounidense.
Los tres analistas consultados coincidieron en la necesidad de reforzar, económicamente y a nivel de capital humano, la Embajada de Costa Rica en Washington, para hacer frente al complicado contexto actual.
La Nación remitió consultas a la Cancillería, que no respondió al cierre de edición. La Embajada de Estados Unidos indicó que “en febrero, el secretario de Estado Marco Rubio reafirmó que Costa Rica sigue siendo un amigo cercano y aliado de los Estados Unidos, diciendo que ‘tenemos mucho en común’, incluyendo la historia, los valores y las personas compartidas”.
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Cambio en las dinámicas
El investigador y docente universitario Carlos Murillo señaló que las consideraciones sobre las cuales Costa Rica basaba su vínculo particular con Estados Unidos son códigos de un sistema internacional que está desapareciendo.
El país estaba acostumbrado al orden liberal reinante a lo largo de 70 años, un sistema creado por Estados Unidos en el que había un respeto elevado de los principios y valores de las relaciones internacionales, y eso había regulado los lazos con Estados Unidos.
Según Murillo, estas prácticas permitieron que aun en momentos críticos para las relaciones bilaterales entre los dos países, como ocurrió en el primer gobierno de Óscar Arias (1986-1990), debido a su enfrentamiento con la administración de Ronald Reagan por el plan de paz en Centroamérica, “todo se moviera dentro de un cierto límite de normas liberales”.
“Con Trump, ese orden liberal internacional prácticamente desaparece. Y lo que se está viendo en la lógica de la administración Trump es que se puede ser amigo de los gobiernos en un punto, pero estar contrapuestos en otro, como nunca se había visto antes”, agregó.
Murillo describió este nuevo estilo diplomático como indefinido, pero con un componente claro: la disposición al uso de la fuerza. “En el sentido de que yo digo que es mi amigo, pero eso no me quita el derecho de sancionarlo si no hace las cosas tal y como yo las quiero”, destacó.
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Lo que se dejó de hacer pasa factura
Carlos Cascante, investigador y profesor universitario, advirtió que “ya no somos el país excepcional que nosotros soñamos, que tenía una relación especial con los Estados Unidos. Creo que eso, al menos por el momento, ya no es la realidad”.
Para el experto, la imagen de excepción democrática que coincidía con los valores tradicionales de Estados Unidos ya no pesa en la ecuación política actual. En su lugar, otras consideraciones tienen más relevancia.
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Aunque Costa Rica sigue siendo visto como un socio confiable que respaldaría a Estados Unidos en temas prioritarios, también podría ser percibido como un punto problemático para la seguridad del país norteamericano.
“Desde hace 10 años vienen diciendo: ‘Costa Rica es un socio confiable en la lucha contra el narcotráfico’. Sí, pero es un Estado muy poroso, con muchas debilidades que permiten que el narcotráfico pueda hacer actividades en Costa Rica. Y eso representa un peligro a la seguridad de los Estados Unidos, y por eso han venido invirtiendo e interviniendo mucho en toda la parte de seguridad”, explicó Cascante.
El analista añadió que hay deficiencias que no se pueden atribuir al cambio de administración estadounidense, sino a tareas que Costa Rica dejó de hacer, pero que ahora se vuelven más evidentes en medio de la crisis geopolítica. Entre ellas, la falta de infraestructura de calidad para el sector empresarial.
Altos costos del país no se justifican
Un criterio similar defendió la analista Nuria Marín, para quien el país resiente el deterioro en aspectos clave, como educación, seguridad, libertad de prensa, la relación entre los supremos poderes, la desmejora en los costos de producción, las diferencias en el tipo de cambio y la marginalización de la Coalición Costarricense de Iniciativas de Desarrollo (Cinde), que fue un actor fundamental en la atracción de inversiones.
“Todas estas variables de talento, costos de energía y manejo monetario, nos encarecen frente a Malasia y Vietnam de una manera astronómica, porque las empresas venden en dólares y sus costos están en colones.
“Porque si nos comparamos con Malasia y Vietnam, los altos costos de mano de obra en Costa Rica se justificaban por la cercanía al mercado y por la calidad del talento que teníamos, que cada vez es más escaso y no estamos haciendo la tarea de realmente alinear el talento que necesita la inversión extranjera o el sector que vendría aquí, que es muy sofisticada”, explicó.
A esto se suma que la administración de Donald Trump promueve una política a la que ha denominado America First (Estados Unidos Primero).

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El secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, definió de la siguiente forma la nueva línea: “Cada dólar que gastemos, cada programa que financiemos y cada política que apliquemos deben justificarse con la respuesta a tres sencillas preguntas:¿Hace que Estados Unidos sea más seguro? ¿Hace que Estados Unidos sea más fuerte? ¿Hace que Estados Unidos sea más próspero?”.
Esto conlleva la aplicación de un nuevo concepto, en términos de las inversiones, el onshoring. Según Marín, lo que busca esta visión, en el marco de America First, es que las empresas de capital norteamericano vuelvan a Estados Unidos.
En contraste, Costa Rica ha apostado al nearshoring, visión bajo la cual las compañías trasladan sus servicios o procesos a ubicaciones cercanas geográficamente.
El gobierno también confiaba que por su amistad con Estados Unidos, tendría la ventaja cuantitativa de ser parte del friendshoring, como se conoce a la práctica comercial de concentrar las redes de la cadena de suministro en países considerados aliados políticos y económicos.
Ante la consulta sobre si la política America First deja espacio para que Costa Rica continúe recibiendo cooperación del gobierno estadounidense, la Embajada volvió a referir a las declaraciones de Marco Rubio.
“También el 4 de febrero de 2025, el Secretario Rubio señaló que la ayuda exterior continuará siempre que ‘avance el interés nacional de Estados Unidos’. Explicó que ‘en Costa Rica tenemos un socio confiable y un aliado que ha demostrado que ha tomado la ayuda de Estados Unidos y la ha usado para resolver un problema, para ayudarnos, para detener drogas, detener criminales, identificar terroristas’”, manifestó.
¿Y la embajadora?

En medio de estos cambios y tensiones, la Embajada de Estados Unidos en San José sigue sin su principal representante diplomática desde enero pasado, cuando Cynthia Telles dejó el cargo tras el cambio de administración en Washington.
Si bien en febrero Trump anunció que Melinda Hildebrand será la próxima embajadora en San José, su nombramiento aún no ha sido confirmado por el Senado, controlado por los republicanos.
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Nuria Marín recomendó la interposición de los buenos oficios, por parte de la diplomacia costarricense, para que avance la ratificación de Hildebrand, quien es reconocida por ser donante de las campañas del Partido Republicano en Estados Unidos, el cual representa Trump.
“La buena noticia es que es muy amiga del presidente, entonces, la necesitamos en Costa Rica, porque sería una interlocutora muy importante”, subrayó Marín.
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La Nación consultó al Departamento de Estado de Estados Unidos sobre la tardanza en la confirmación de Hildebrand.
En su respuesta, enviada el 7 de julio, se limitaron a señalar: “El Departamento de Estado espera que Melinda Hildebrand impulse la agenda de política exterior America First en su calidad de embajadora de Estados Unidos en Costa Rica, una vez que sea confirmada por el Senado estadounidense”. La Embajada envió la misma declaración cuando se le consultó sobre el tema.
