
La ausencia de Laura Fernández, candidata del partido chavista Pueblo Soberano (PPSO), no solo deja un atril vacío en los debates: también deja un blanco disponible. Ese espacio lo ha ocupado, casi por inercia, Claudia Dobles.
La aspirante de la Coalición Agenda Ciudadana (CAC) y ex primera dama se ha convertido en el centro de los ataques de los rivales.
Dobles ha tenido que responder por leyes aprobadas durante la administración de su esposo, Carlos Alvarado (2018-2022), que casi cuatro años después siguen generando discusión y malestar en algunos sectores. Entre ellas, destacan la de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas (reforma fiscal), la del Empleo Público y la normativa que modificó las reglas para realizar huelgas en el país.
Esta dinámica quedó en evidencia el pasado 26 de noviembre, durante el debate organizado por el Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores de la Educación Costarricense (SEC). En medio de una crítica a la ley de Empleo Público, Ana Virginia Calzada, candidata del Centro Democrático Social (CDS), giró hacia su lado izquierdo —donde estaba ubicada Dobles— y le lanzó: “La cual yo espero que doña Claudia, cuando esté en la diputación y yo en la Presidencia, la podamos derogar”.
El comentario aludía también a la doble postulación de Dobles, quien aspira simultáneamente a la Presidencia de la República y a una curul en la Asamblea Legislativa.
En ese mismo foro, Ariel Robles, candidato del Frente Amplio (FA), equiparó la administración de Alvarado con la de Rodrigo Chaves, mostrando fotografías de los exministros de Educación Edgar Mora y Anna Katharina Müller. “Si queremos cambios, hay que romper el ciclo, y el ciclo es ni continuar con lo mismo, pero tampoco volver al pasado”, alegó.

El fantasma del PAC
El politólogo Daniel Calvo señaló que los partidos de oposición no han logrado consolidar un elemento diferenciador que les permita legitimarse ante la opinión pública, más allá de los cuestionamientos al presidente Rodrigo Chaves, lo que termina dejando como blanco alternativo al PAC.
“En razón de que el enemigo común o el elemento ante el cual ellos buscan legitimarse está ausente, hasta el momento, de los debates, lo que intentan es nuevamente endosar parte de la responsabilidad por las decisiones del Estado a quienes fueron responsables los ocho años previos, que tiene como representante a Claudia Dobles, por su relación con Carlos Alvarado”, explicó.

Añadió que esta situación también se refleja en las dificultades que ha enfrentado Fabricio Alvarado, de Nueva República (PNR), en los años posteriores al gobierno de Carlos Alvarado, pues su identidad política se construyó en contraposición al PAC. Al desaparecer su “enemigo natural” del escenario, comentó Calvo, el candidato ha tenido que traerlo constantemente a la discusión pública para mantener ese contraste.
Señaló que, en un escenario polarizado y con 20 candidaturas presidenciales, Dobles podría capitalizar mejor su posición como opción de centroizquierda, en un campo donde predominan las agrupaciones de corte centroderecha.
La paradoja de la candidata oficialista
José Andrés Díaz, investigador del Instituto de Estudios Sociales en Población (Idespo) de la Universidad Nacional (UNA), explicó que la estrategia de Laura Fernández y su equipo parece orientarse a evitar la exposición pública que podría colocarla en situaciones incómodas o controversiales respecto a la actual administración. Según señaló, en toda campaña electoral es habitual que el candidato del oficialismo enfrente críticas y ataques, y que deba defender —o incluso desmarcarse— de las decisiones del gobierno en funciones.
Sin embargo, Díaz subrayó que en este caso se presenta “una situación bastante peculiar”. Fernández se identifica como la candidata de continuidad, pero no pertenece al Partido Progreso Social Democrático (PPSD), que llevó a Chaves al poder.

Eso la coloca en un escenario inusual: “ella tendría que eventualmente defender acciones de una administración de la cual formó parte, pero cuyo partido político no es en teoría su partido político”, mientras que, al mismo tiempo, podría verse obligada a formular críticas o autocríticas hacia ese mismo gobierno.
Ese equilibrio es especialmente riesgoso, advirtió el investigador, porque se trata de una administración “que por lo general no ha sido muy receptiva a la parte de las críticas”. En ese contexto, cualquier señal de distancia podría costarle apoyo entre figuras cercanas al gobierno o entre sectores del electorado oficialista que no vean con buenos ojos una postura autocrítica.
Díaz también indicó que la ausencia de Fernández en los debates le permite evitar estas tensiones. Al no exponerse en esos foros, no tiene que activar estrategias defensivas ni responder por decisiones de la administración. “Dicen que la mejor forma de evitar un golpe es no estar presente donde el golpe se va a dar”, resumió.
Administrar la ventaja
Rotsay Rosales, coordinador del Observatorio de la Política Nacional de la Universidad de Costa Rica (OPNA-UCR), coincidió en que existe una lógica estratégica detrás de las ausencias de Fernández. “Si todas las mediciones que hasta el momento se han hecho de intención de voto marcan una diferencia importante a favor de ella, ¿cuál sería el razonamiento lógico inmediato para que se exponga?”, planteó.
Laura Fernández registra un apoyo del 30% entre las personas decididas a votar, según la última encuesta del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica (UCR), publicada el 3 de diciembre.
El competidor más cercano de la oficialista es Álvaro Ramos, del Partido Liberación Nacional (PLN), quien apenas llega al 8% de respaldo. Más atrás, se ubican Ariel Robles con un 5% y Dobles, con un 4%.
Rosales recordó que figuras, como Óscar Arias en el 2006, optaron por administrarse en contextos altamente polarizados, especialmente cuando existía una ventaja amplia sobre el resto de competidores. “El que nada tiene que perder lo expone todo, pero ella perdería más de lo que gana, si desde ya, y no hasta enero, se expone a los debates”, subrayó.
El peso de los debates

Los expertos consultados coincidieron en que los debates son una plataforma decisiva en las campañas electorales: pueden catapultar a aspirantes con baja visibilidad, pero también convertirse en un terreno fértil para minar las pretensiones de quienes llegan con ventaja.
Fernández aseguró a La Nación que para enero tiene agendados entre ocho y nueve debates, entre ellos los organizados por Repretel, Monumental, Trivisión y el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE). Señaló que optó por estos espacios por considerarlos “los grandes debates nacionales” y subrayó que todos son televisados.
La participación de la candidata en foros de mayor exposición mediática coincidirá con el tramo final de la campaña, rumbo a los comicios del 1.º de febrero de 2026, precisamente cuando la mayoría del electorado termina de definir su voto.
