
Quien sigue a Mariana Uriarte en redes sociales puede percibir de inmediato su genuinidad y sencillez, así como una constante necesidad de empoderar a otras mujeres. Esa autenticidad, que no se disfraza ni se fuerza, es la base de la sólida comunidad digital que posee y que la respalda en cada proyecto que emprende.
Una comunidad que la acompañó, paso a paso, en uno de los retos más importantes de su vida reciente: su participación en la segunda temporada del programa de Teletica Mira quién baila (MQB), donde finalmente se alzó como ganadora.
Pero detrás de esa sonrisa amplia y de ese carisma hay una historia marcada por desafíos y resiliencia. Mariana ha aprendido a transitar por la vida con cicatrices transformadas en lecciones.
“He formado un callito con el tiempo”, confesó en entrevista con La Nación, al recordar los momentos más difíciles de su paso por el programa, incluida la vez en que casi renuncia y la razón profundamente personal por la que decidió representar a una fundación dedicada a apoyar a personas con problemas de alcoholismo. Fue a esa organización a la que destinó los $15.000 del premio.
Según contó, aceptar el reto de participar en MQB no fue solo un salto artístico, sino también un acto de servicio. Le motivaba la posibilidad de ayudar a una institución comprometida con transformar vidas y, además, aseguró que su comunidad de seguidoras le insistía en que lo hiciera.
“Al fin y al cabo exponerse vale la pena, porque una fundación va a recibir dinero, ganes o no”, compartió Uriarte, quien admitió haber sentido miedo, aunque su motivación era mucho más fuerte: ayudar al Hogar Zoé, un centro dedicado a la rehabilitación de personas farmacodependientes y con problemas de alcoholismo, además de promover proyectos sociales como comedores infantiles, atención comunitaria en salud y apoyo a personas en situación de calle.
Según contó, eligió esa fundación porque su propia familia atravesó una dura batalla. Su padre, afectado por su adicción al alcohol, acudió a ese mismo centro en busca de ayuda, al igual que uno de sus tíos.
“Dije: ‘Este es el lugar’, no solo por mi historia, sino porque es una fundación integral, que ayuda a cualquier cantidad de personas”, expresó.
Los fondos del premio servirán para impulsar un proyecto de desintoxicación, un espacio que permitirá a muchos iniciar una nueva vida. “Volvería a entrar a MQB 100.000 veces más con tal de ver la felicidad de todas esas personas”, aseguró Uriarte, con una gran emoción en su voz.

La vez que casi renuncia a ‘Mira quién baila’
Aunque vivió la competencia como una experiencia inolvidable, en la que además gestó una amistad entrañable con su pareja de baile, Michael Rubí, Mariana recordó un momento en que sintió que su cuerpo y su mente ya no daban más.
“El domingo de la gala 10, creo que fue, se me activó el vértigo (sensación de que todo gira o se mueve cuando en realidad se está quieto). Es un padecimiento que he tenido toda mi vida, pero se me activa esporádicamente cuando estoy bajo mucho estrés. Ese domingo amanecí sin poderme levantar de la cama, con mucho vómito; no podía mantenerme de pie”, relató.
Aquella mañana, su cuerpo le enviaba señales inequívocas de agotamiento. Las largas horas de ensayo la dejaron exhausta, al punto de pensar en no asistir al programa. Sin embargo, Mariana sabía que ausentarse podría significar la eliminación de MQB.
“Ese fue el momento más fuerte que pasé en la competencia. Me metí cualquier cantidad de medicamentos para que se me quitara el vómito, sueros. Fue el peor día de mi vida, pensé que si seguía así tenía que renunciar. Esa gala la pasé muy mal; en camerinos lloraba como una niña porque de verdad es un susto. Tienes una responsabilidad muy grande y no te sientes bien”, recordó.

Afortunadamente, su salud mejoró y encontró fuerzas para seguir. Con perseverancia y una buena dosis de fe, Uriarte terminó levantando el trofeo junto a Rubí, con quien aún mantiene gran cercanía.
“Michael Rubí quedó siendo un hermano de otra mamá. Lo admiro demasiado. Trabajar con él me enseñó muchísimo. El reto más importante que me enseñó fue a creer en mí cuando dudaba mucho. Aprendí a tener disciplina y él me la enseñó”, expresó.
Al inicio, el talento de Rubí la intimidaba; pero al final terminó siendo uno de los maestros más importantes de su vida. “Hicimos clic desde el primer día y él hizo clic también con mi fundación”, añadió.
Entre críticas y fortaleza
Desde un principio, Mariana sabía que enfrentaría juicios ajenos y comentarios malintencionados. “Yo era la chaparrita de metro cincuenta, soy gruesita también. Sabía que los comentarios se meterían con mi cuerpo, con mi peso. Pero soy una persona muy segura”, afirmó con serenidad.
Esa seguridad no surgió de la nada: la ha cultivado día a día en su trabajo y en sus redes sociales, donde promueve el amor propio y la aceptación. “Si vos me preguntás, cuando veo a Mariana en el espejo, me gusta esa Mariana que veo, la respeto y la agradezco mucho. Sé lo que valgo. Soy más que un cuerpo y una talla”, añadió con convicción.
Y tal como intuía, los comentarios negativos llegaron pronto. “Me escribían: ‘la gorda, pobre Michael, la chaparra, la minion’”, recordó. Sin embargo, lejos de debilitarla, la experiencia la fortaleció. Michael, su familia y su comunidad virtual se convirtieron en su escudo emocional, recordándole que ningún juicio define su valor.
Hoy, cuando mira atrás, siente orgullo: “Mi trabajo habló por mí. Tal vez yo era la menos conocida y en la que menos gente creía que iba a ganar, pero nos robamos muchos corazones. Entré con una comunidad grande, pero salí con una el triple de grande”, celebró.

¿Y qué opina de los comentarios de Lynda Díaz contra Michael Rubí?
A inicios de diciembre, la expresentadora Lynda Díaz recordó su paso por la primera temporada de MQB (2024) y mencionó que Michael Rubí, quien fue luego pareja de Mariana, “no se presentó” a una de las galas cuando debía reemplazar a su bailarín original, César Abarca.
“Durante la gala en la que fui nominada, él no se presentó: no estuvo para las fotos, no estuvo al final del programa y, lamentablemente, jamás recibí una explicación. Para mí fue un golpe emocional fuerte”, dijo Díaz.
Y continuó: “Pasé semanas tristes, en silencio, lidiando con la sensación de haber quedado en el aire en un momento crucial. Lloré, sí, porque soy humana, porque me esforcé, porque di lo mejor de mí. Y aunque el tiempo cura, también enseña”. Luego, Díaz felicitó a Rubí por el triunfo junto a Mariana, aunque aprovechó para recordarle el valor de la responsabilidad.
Al consultarle sobre estas declaraciones, Uriarte prefirió no profundizar: “Yo te puedo hablar del Michael que yo conocí en mi temporada. Es un ser humano demasiado increíble y disciplinado. Supe lo que era que Michael llegara un domingo a bailar conmigo sin haber dormido nada porque viajaba a México a trabajar con Gloria Trevi”.
Según Mariana, su compromiso fue tal que incluso llegó a desmayarse en una gala, fruto del agotamiento. “Lo vi dar una milla extra, conocí un ser humano increíble. A Lynda Díaz la respeto y la admiro un montón como mujer, como empresaria, como mamá, pero no tengo la menor idea de qué fue lo que pasó en esa temporada, que todo el mundo sabe que fue como un poquito caótica. Pero yo, ni idea”, aclaró.
Mariana reitera que de Rubí se lleva una amistad sincera y la evidencia de que el trabajo compartido puede transformar vínculos.

Un año de pruebas y milagros
El 2025 también fue un año desafiante para Mariana y su familia. Mientras brillaba en televisión, en casa enfrentaban la enfermedad de su padre, diagnosticado con cáncer. Sin embargo, la ilusión por verla bailar se convirtió en un bálsamo durante los tratamientos.
“Papi terminó justo una semana antes de arrancar MQB su radioterapia. De hecho, ahorita en diciembre le hicimos sus exámenes para ver si la radioterapia había funcionado y, bueno, Dios es tan increíble y tan lindo que sí funcionó. Podemos decir que él está libre de cáncer. Sin embargo, se tiene que seguir cuidando”, relató agradecida.
Durante aquellas semanas difíciles, el programa fue más que una competencia. “Tampoco voy a olvidar MQB por esa razón, porque fue una luz en medio de la oscuridad para nosotros”, afirmó, conmovida.

Hoy, Mariana se reconoce más fuerte y disciplinada. Una mujer que le demostró a su hija de siete años que los sueños, tal como los bailes, se conquistan paso a paso, aunque a veces el escenario tiemble.
Para no romper el lazo que forjó con Rubí, adelantó que planea incluirlo en un futuro evento de su marca, Karamawi. “A nuestros eventos siempre llegan muchas mujeres, entonces no solo hacer nuestro evento de amor propio, sino también meterle zumba con Michael. Entonces se vienen cositas”, anunció entre risas. Recientemente, Mariana inauguró su primera tienda física en San José y planea extender su marca por todo el país.
A su comunidad, esa que la acompañó con votos, mensajes y cariño, dedicó unas palabras llenas de gratitud: “Gracias por sentirse parte de este sueño de la fundación. Lo hicieron muy suyo, este logro es de ustedes”.
“Cuando una mujer se atreve a soñar y una comunidad la sostiene, pasan cosas mágicas. Esto apenas comienza; el otro año vienen cosas hermosas para estar juntas”, concluyó con la misma emoción que conquistó las pantallas ticas.

