
El 2018 estuvo lleno de contradicciones para la Selección Nacional de Fútbol Femenina. El equipo marcó un hito en la historia deportiva del país al ganar la medalla de plata en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, pero dos meses después quedó fuera del Mundial Francia 2019. Dos emociones extremas, dos noticias difíciles de conjugar en menos de 10 semanas.
Durante las justas regionales, que se llevaron a cabo en Barranquilla, las futbolistas pusieron al país de cabeza a medida que se apilaban las victorias: la afición hablaba de ellas, fueron trending topic en redes sociales, la gran final se transmitió en vivo por televisión nacional, los periodistas deportivos dedicaban amplios segmentos de sus programas a ellas. Algo así como lo que vive todo el año la Selección Masculina.
En octubre, en Estados Unidos, con la presea de plata obtenida en Barranquilla aún fresca y el equipo reforzado por referentes legionarias, todo apuntaba a que el Premundial de Concacaf se pasaría sin mayores problemas. No fue el caso.

Afición, prensa, especialistas y ellas mismas quedaron sorprendidas por no alcanzar la meta que desde principio de año se habían propuesto: clasificar al Mundial de Francia 2019. En los planes de las muchachas, subir al podio en Barranquilla no era prioridad, sino usar ese torneo como preparación para el premundial. Al final, hubo plata bien ganada en Colombia pero no un mundial mayor, lo que implica, entre otras consecuencias, que el deseo de la escuadra de ver a su estrella Shirley Cruz retirarse de la Sele en la máxima cita planetaria ya no será posible.
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Tras el mérito en Colombia y el fracaso en el Premundial, las jugadores fueron medidas con la misma vara que se evalúa a los futbolistas de la mayor masculina, a pesar de las abismales distancias en condiciones para ambas escuadras (en la Femenina aún hay jugadoras que deben ganarse el sustento en labores externas al fútbol, mientras que entre los varones todos viven del balompié profesional).
Volvamos varios meses atrás para entender el por qué Barranquilla se convirtió en una hazaña: todos los días, las seleccionadas debían estar a las 5 a. m. en Proyecto Gol para entrenar. Ahí, sesiones de gimnasio, de cancha, charlas técnicas. Luego, la mayoría –por no decir que todas– debían salir prácticamente corriendo hacia sus trabajos o centros de estudio. Algunas no podían completar las horas de práctica, otras pedían su desayuno para llevar porque “el tiempo no alcanzaba”, había que cumplir con otras responsabilidades.
No todas son futbolistas profesionales (entiéndase, que algún equipo les pague un salario competitivo para dedicarse tiempo completo a ese deporte), pero sí son atletas de primer nivel y con esa responsabilidad atendieron el llamado a la escuadra tica, con todo y lo que implica levantarse de madrugada, entrenar y luego cumplir con una jornada laboral de ocho horas. Haga usted la suma.

“Íbamos con la expectativa de que el torneo en Barranquilla sirviera para prepararnos, pero como equipo y como competitivas que somos buscamos una medalla. Al inicio lo tomamos con mucha calma, partido a partido el equipo fue mejorando”, recordó Gabriela Guillén, lateral de 26 años y reclutadora e intérprete a tiempo completo.
Noelia Bermúdez, Gabriela Guillén, María Paula Coto, Mariana Benavides, Hillary Corrales, Carol Sánchez, Melissa Herrera, Daniela Cruz, María Paula Salas, Gloriana Villalobos, Lixy Rodríguez, Fabiola Villalobos, Fernanda Barrantes, Cristin Granados, Katherine Alvarado, Karla Villalobos, Daniela Solera, Fabiola Sánchez, Mariela Campos y María Paula Porras, fueron las gestoras de la plata en los Centroamericanos y del Caribe, con la guía de la entrenadora Amelia Valverde.
Saltemos a octubre. Los señalamientos por no lograr la clasificación al Mundial dejaron muy en segundo plano en la memoria colectiva el logro alcanzado en Colombia. Incluso, en ellas mismas.
Guillén tiene muy claro, al igual que sus compañeras, que contaban con un equipazo para alcanzar la clasificación mundialista. Barranquilla les dio mucha más ilusión, pues ahí lograron mucho, aun sin contar con jugadoras claves y de amplia experiencia, como Shirley Cruz y Raquel Rodríguez. Con ellas a bordo para el premundial, el tiquete parecía cosa segura.

Las seleccionadas son autocríticas y aseguran que perderse el Mundial francés fue una desagradable sorpresa. Pero el fútbol da revanchas y este grupo espera tener la suya pronto.
“Este segundo semestre el año se empezó bien, primero con Barranquilla y luego la clasificatoria en Uncaf. Somos un equipo bastante sólido, con una idea de juego clara que la da tantos años de trabajo. Íbamos con las expectativas y la confianza de ganar un boleto al Mundial, pero no pudimos concretarlo en un partido”, fue la reflexión de Daniela Cruz, quien desde hace 14 años es jugadora de selección.
La entrenadora Valverde afirma que, entre muchos factores, el resultado positivo en Barranquilla se debe a la consolidación del grupo. Las futbolistas tienen varios procesos de selección juntas, algunas desde hace más de 10 años. Son amigas, son familia.
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“Sigue una base que es clave también para agrupar o consolidar a las más jóvenes”, explicó. Esto quedó demostrado con debutantes que dieron sus primeros pasos en el equipo patrio en tierras sudamericanas, como María Paula Salas y María Porras, ambas de 16 años.
“Llevo procesos en selecciones sub 15, 17 y 20, pero el grupo que sentí más unido es el de la Mayor. Te aceptan, te apoyan, te ayudan, te dan consejos y nos exigen, porque para estar al nivel de las más experimentadas, tenemos que esforzarnos el doble o el triple”, contó Salas, delantera y estudiante de décimo año.

Eso no se gana ni se gesta de la noche a la mañana. El grupo se mantiene y por esto la Federación Costarricense de Fútbol entiende que Valverde debe de seguir al frente de la Selección.
Hay un llamado compartido por el banquillo y las jugadoras: que el apoyo no se quede en los “sí se puede” y “fuerza Sele”, en hashtags en redes sociales. Hay que asistir a los estadios, pues ahí es donde las muchachas dejan su vida para sobresalir y quieren escuchar a la afición en las gradas.
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“Curiosamente conforme iba pasando cada partido de Barranquilla sentíamos la respuesta. Se sentía mucho el cambio por ejemplo en redes sociales, pedí un poco de calma a las muchachas porque había que direccionar la meta. Fue un fenómeno particular en un deporte amateur, pero había que llamar a la calma porque sabíamos que si ganábamos la final, estábamos en la historia”, confesó Valverde.
Barranquilla, efectivamente quedó para la historia; el premundial, también.
