
Entre los 1.271 candidatos que se disputan una de las 57 curules disponibles en la Asamblea Legislativa, 15 fueron diputados en periodos anteriores. Estas figuras buscan regresar al Congreso en representación de 11 agrupaciones políticas, entre las cuales no aparecen Liberación Nacional (PLN) ni la Unidad Social Cristiana (PUSC), partidos que históricamente han nutrido al Congreso.
La presencia de antiguos legisladores también es menor que en el proceso anterior. Para estas elecciones del 1.° de febrero de 2026, el número de exdiputados en competencia es casi la mitad del registrado hace cuatro años. En 2022 fueron 29 los que intentaron volver al Parlamento, entre ellos cuatro del PLN y dos del PUSC; todos los aspirantes de estas dos agrupaciones resultaron electos.
Por Liberación Nacional obtuvieron curul Rodrigo Arias, Paulina Ramírez, Carolina Delgado y Luis Fernando Mendoza; mientras que en la bancada socialcristiana ingresaron Vanessa Castro y Horacio Alvarado.
En cuanto a su distribución territorial, 11 de los aspirantes buscan un espacio en las provincias con más escaños en disputa: seis en San José, que elige 18 diputados, y cinco en Alajuela, con 12 escaños disponibles. Los cuatro restantes se reparten entre las papeletas de Cartago, Heredia y Guanacaste.
Otro elemento en común, entre la mayoría de los nominados, es su ubicación en puestos privilegiados dentro de las papeletas provinciales. La gran mayoría aparece en la primera o segunda casilla, las posiciones más codiciadas por cualquier candidato, ya que concentran las mayores probabilidades de resultar electo s.
Casi la mitad de los postulantes ya coincidieron en la Asamblea Legislativa. En total, siete de los que buscan regresar ocuparon una curul durante el periodo 2014-2018, una coincidencia que los convierte en el grupo con mayor trayectoria compartida dentro de esta nueva contienda.

Traslado de partido
El perfil predominante entre quienes buscan repetir en el cargo es masculino: casi el 67% de las candidaturas de exdiputados corresponde a hombres. Además, como suele ocurrir en estos procesos, la mayoría intenta regresar bajo una bandera distinta a la que los llevó originalmente a la Asamblea.
Ese contexto hace que sobresalga el caso del doctor Walter Muñoz Céspedes, quien ya fue diputado en dos periodos (1998-2002 y 2018-2022) —ambos por el Partido Integración Nacional (PIN)— y ahora busca una tercera elección, siempre con la misma agrupación.
Los otros tres que mantienen la fidelidad partidaria son Sylvia Patricia Villegas, también del PIN; José María Villalta y Edgardo Araya, ambos del Frente Amplio (FA). En el caso de Sergio Alfaro, aunque ahora compite por una bandera distinta a la del Partido Acción Ciudadana (PAC), que lo llevó a la Asamblea Legislativa, su postulación no está del todo desligada de esa estructura. El PAC, junto con Agenda Democrática Nacional (ADN), integra la Coalición Agenda Ciudadana (CAC), bajo cuya alianza Alfaro vuelve a aspirar a una curul.
Baja fidelidad partidaria
La politóloga Kattia Benavides señaló que estos cambios reflejan una “masiva migración partidaria”, donde la principal interrogante es si los traslados responden a afinidades ideológicas y programáticas reales, o si simplemente buscan aprovechar una oportunidad electoral para alcanzar una nueva diputación. “Ya no hay una fidelidad partidaria”, destacó.
Explicó que una Asamblea Legislativa conformada por liderazgos personalistas, en la que cada legislador impulse su propia agenda en lugar de un proyecto colectivo, complicará aún más los procesos de negociación y la formación de acuerdos, ya de por sí difíciles debido a la fragmentación característica del sistema multipartidista costarricense.
“Desde el 1.° de febrero, lo que vamos a estar analizando son las posibles construcciones y alianzas para llegar a los números mágicos de 29 y 38 votos, necesarios para obtener mayoría simple o calificada, según sea el asunto que requiera aprobación. Y vamos a estar hablando de esa construcción ideológica que cada uno de esos diputados tendrá para poder darle viabilidad a esos números mágicos”, mencionó.
Por su parte, Alejandro Molina, investigador del Observatorio de la Política Nacional de la Universidad de Costa Rica (OPNA-UCR), recordó que la mayoría de los costarricenses afirma no tener un partido político, a lo que se suma que estas agrupaciones se han limitado únicamente a operar como maquinarias electorales, dejando de lado otras dos funciones primordiales: la socialización política de las personas y la canalización de las demandas plurales que tiene una sociedad.
“Entonces, ¿qué más da si hoy en día yo estoy en el partido X, mañana en el partido Y, al día siguiente en el partido Z? Si a final de cuentas no existe una diferencia sustantiva entre los partidos políticos, porque únicamente lo que importa es cumplir con ese requisito formal de postularme a través de un partido político para acceder a algún puesto de representación", destacó.
La experiencia vs los mismos de siempre
Molina señaló que los partidos políticos buscan contar en sus filas con personas que ya tienen experiencia legislativa. “Tienen ese colmillo para ir a la Asamblea Legislativa y saben cómo se maneja el quehacer parlamentario a nivel reglamentario, así como las relaciones con distintos sectores, el Poder Ejecutivo y el Judicial”, explicó.
Este componente de experiencia, según Molina, resulta fundamental para los intereses estratégicos de las agrupaciones, por lo que es natural que recurran a estas figuras.
Sin embargo, advirtió que existe una fuerza que opera en sentido contrario: la demanda ciudadana por caras nuevas en la política. Destacó que desde hace varios procesos electorales, la población ha mostrado un descontento con los liderazgos tradicionales y un interés creciente por renovar la representación política en el país.
El investigador subrayó que esta desconexión de la ciudadanía con los liderazgos históricos está vinculada a los resultados del modelo de desarrollo implementado en las últimas décadas, por los distintos gobiernos de turno. Argumentó que muchos costarricenses asocian a estos líderes con casos de corrupción, políticas públicas que favorecen a ciertos grupos de poder, así como con un aumento de la desigualdad, la pobreza y el desempleo.
“Ese equilibrio entre la experiencia y la demanda de cambio es complejo de encontrar”, señaló Molina. Para los partidos, el desafío consiste en combinar el conocimiento y la trayectoria de exlegisladores con la necesidad de ofrecer renovación política, de manera que puedan presentar candidaturas competitivas y al mismo tiempo responder a las expectativas de la ciudadanía.
