
Antes de esa relación, Mariela —nombre ficticio para proteger su identidad— se describía como una mujer alegre, confiada y segura de sí misma. Sentía que estaba en un buen momento personal, rodeada de amistades y proyectos.
Pero lo que comenzó como una historia llena de atención, carisma y aparente conexión emocional terminó convirtiéndose en una dinámica de desgaste, control y manipulación que transformó por completo su bienestar.
Lo que debe saber:
- La violencia en pareja suele iniciar con comportamientos sutiles de control o desvalidación, no con agresiones evidentes.
- Las señales pueden confundirse con cariño, protección o “preocupación”, lo que dificulta reconocerlas.
- Recuperar la autonomía emocional es posible con apoyo profesional y redes de confianza.
La psicóloga Olga Ruiz, del Centro Terapéutico Fátima, parte de la red médica Medismart, explica que la violencia contra la mujer rara vez inicia con explosiones visibles.
Muchas veces comienza de manera silenciosa, disfrazada de interés, de celos que se interpretan como amor o de actitudes que parecen normales. Detectar esas señales a tiempo es clave para romper ciclos dañinos.
El inicio: cuando la conexión parece perfecta
Mariela recuerda que al comienzo se sintió “segura y vista”. La personalidad amable y el carisma de él la hicieron confiar rápidamente.
“Pero todo era un engaño”, señala.
Sin darse cuenta, empezó a adaptarse a pequeñas señales: ausencias sin explicación, menos llamadas, cambios de humor y exigencias que la hacían sentirse insegura.
Actitudes que no son sanas
Una de las primeras conductas que la incomodó fue que él siempre elegía llamarla en horas laborales o cuando iba manejando.
Cuando surgían desacuerdos, él alternaba entre frases que la hacían sentir especial y reproches que la dejaban confundida. Después de un enojo, llegaban gestos de “premio”.
“Siempre me hacía entender que yo era especial y que era muy diferente a las demás personas, y siempre me daba como una recompensa después del enojo, por ejemplo, un plato favorito de comer”, contó.
La psicóloga Olga Ruiz explica este patrón como fases de un conflicto violento:
- Acumulación de tensión: La persona se irrita fácilmente, critica y controla.
- Estallido violento: Se producen gritos, insultos, empujones, amenazas (frases hirientes o mirada de “odio”).
- Etapa de “luna de miel y reconciliación”: Se pide perdón y se promete cambiar.
Cuando el círculo se cierra: aislamiento y desgaste emocional
Mientras la relación avanzaba, Mariela empezó a perder contacto con personas que eran importantes para ella.
“Uno en este estado ve todo borroso y olvida que hay gente que solo quiere su bienestar”, contó.
Al mismo tiempo, Mariela experimentó cambios en su salud emocional: bajó mucho de peso, perdió confianza en sí misma y vivía con tristeza, irritabilidad y ansiedad constantes.
“Mentalmente me colapsó. (...) Me cuestionaba mucho (a ella misma) y me echaba la culpa. Me hacía entender que yo era la única persona en su vida y que mi vida no iba a mejorar si no estaba él a mi lado”, recuerda.
En discusiones, él le decía frases como: “Solo te ves bonita conmigo”, “Nadie te va a querer como yo”, “Tu carrera solo va a crecer si estás a mi lado”. Todas diseñadas para disminuir su autonomía.
Ruiz explica que esto es una de las señales de violencia psicológica: “Cuando la persona empieza a dudar de sí misma, cuando se vuelve esquiva, cuando se vuelve temerosa”.
El momento de darse cuenta: “Hasta aquí”
El punto de quiebre llegó cuando observó el impacto total: relaciones perdidas, desgaste emocional, aislamiento y una profunda sensación de vacío.
“Me di cuenta tarde, cuando entendí su forma de manipularme, usaba siempre un patrón que al final lo capté muy tarde y fue gracias a una amiga que fue quien me ayudó quitar las vendas”, relató.
Salir no fue sencillo, pero con apoyo emocional y profesional empezó a reconstruirse.
Sanar: volver a verse con claridad
Con el tiempo, Mariela descubrió que la recuperación es posible, aunque sea un proceso.
“Todo sana. Duele, puede doler mucho tiempo, pero hay que seguir. Todo pasa por algo y te hace más fuerte”, afirma.
Hoy, Mariela tiene claro lo que quiere decirle a otras mujeres:
“Es difícil salir de ahí, pero con ayuda y amor propio se puede lograr, que uno vale más como mujer y que somos únicas como personas”.

¿Cómo detectar señales de alerta?
Afortunadamente, Mariela logró salir antes de que la violencia escalara a agresiones físicas.
Pero los datos muestran la urgencia del tema: según cifras de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), solo en el hospital San Juan de Dios atendieron 213 casos de violencia en los primeros seis meses del 2025. Y autoridades judiciales reportan 33 mujeres asesinadas por violencia en lo que va del año.
Signos comunes de violencia que suelen pasar desapercibidos
- Aislamiento: pedir que no vea a familia, amistades o compañeros.
- Control disfrazado de protección: revisar mensajes “para cuidarte”, exigir contraseñas, decidir qué ropa usar.
- Desvalorización emocional: “nadie te va a querer como yo”, “estás exagerando”.
- Celos presentados como romanticismo.
- Cambios bruscos de humor: pasar del cariño a la agresividad en segundos o “castigar” con la ley del hielo.
La psicóloga explica que cuando una mujer siente que debe “caminar sobre cáscaras de huevo” para no molestar, no está ante un conflicto: está ante violencia.
| Un conflicto sano | Un conflicto violento |
|---|---|
| Ambas personas pueden expresarse sin miedo. | Hay manipulación, culpa o miedo. |
| La discusión busca resolver, no imponer. | La discusión busca controlar, no dialogar. |
| Tras el desacuerdo, la relación se fortalece. | Se repite el ciclo: tensión - explosión - reconciliación breve - repetición. |
Si siente miedo, ansiedad, culpa intensa o vigilancia constante, no es una discusión normal.
Si algo de esta historia resuena con usted, acercarse a alguien de confianza o pedir ayuda puede abrirle un camino distinto.
