Se apellida Castillo Jiménez y esta veinteañera no está loca. Cuenta que esta práctica le permite sentirse llena de energía, sin estrés por las presas y con más dinero en los bolsillos.
Aprendió a desplazarse en este medio desde muy pequeña y consecuentemente ha tenido nueve bicis. La mayoría de ellas han sido algo sencillas, pero llenas de mucho valor sentimental al ser obsequios de sus padres o producto de su interés por la mecánica.
La primera se la regaló su papá cuando cumplió 10 años. Era un marco número 26. Grande para su edad y tamaño.
La segunda era doble y la debía compartir con algún vecino o familiar. “Parecíamos monos, ahí nada le pasaba a uno”, ironiza. “¡Solo raspones!”, agrega.
Siempre grandes y simples bicicletas. Así fueron las demás. Lo importante era el motor que las caracterizaba: ella y su valentía, ya que no le asustaba el tamaño ni el peso.
Una vez fue a Musgo Verde desde su casa, en barrio Higuito, y en compañía de sus amigos cleteros. Siete kilómetros de pura cuesta. Casi se vomita.
Dice que jugaba de mecánica al ponerse a desarmarlas y volverlas a armar. De allí surgían otras de sus creaciones, sin mencionar que, con el pasar del tiempo, sus familiares le regalaban otra como premio al esfuerzo por concluir sus estudios de manera exitosa.
Después de un leve accidente en motocicleta, Andrea subió al Irazú con un raspón en una de sus piernas.
Pero, ¿con quién iba?
Con “Locos en la calle”, un grupo de amigos que se definen así, meramente, por su deseo de estar siempre dando pedalazos.
De la recreación a la movilidad.
Trasladarse entre el distrito San Miguel de Desamparados y el centro de San José es parte de la rutina diaria de muchas personas para ir al trabajo o a sus centros de estudio.
La distancia, según el mapa de Google, separa en 10 kilómetros al distrito sureño con el cantón central josefino. Andrea recorre 20 diarios: antes de las 8:00 a. m. y luego de las 6:00 p. m. cuando casi siempre oscurece.
Si se cataloga en tiempos de recorrido, hacerlo a las 5:30 de la mañana —cuando se supone hay menos tráfico vehicular— tardaría 24 minutos en carro o dos horas y seis minutos a pie.
Ella baja antes de las 8 a. m. en poco menos de media hora y sube por la noche en un promedio de 35 a 40 minutos.
Usted se preguntaría si es rápida. Pues, dentro del lenguaje cletero, se le puede calificar de “moto”, por su buen rendimiento físico alcanzado.
Google Maps también ofrece lo que se puede medir con respecto a servicio de transporte privado. El costo de realizar ese viaje mediante Uber y a las mismas horas ronda entre ₡3.500 y ₡4.500; se le debe adicionar unos tres minutos de espera a los 24 mencionados anteriormente.
La tarifa de bus para la ruta 120 está actualmente en ₡350 y rige desde el 17 de abril de 2018 según el “pliego tarifario autobús” de la Aresep.
Todo el dinero anterior se lo ahorra Andrea Castillo con su decisión de pedalear al trabajo de lunes a sábado.
Si su año laboral es de 300 días —aproximadamente, restando 52 domingos y unos 13 días de vacaciones— en bus se ahorra ₡210.000.
Ese dinero, asegura, lo invierte en la comida que funciona como su combustible, su salud y su deleite.
“Me como la plata del bus”, enfatiza al preguntarle acerca de los principales beneficios de esta práctica.
¿Una “loca en la calle”? Sí, y está orgullosa de pertenecer a este grupo de amigos que aceptan a todas aquellas personas que les gusta salir a andar en bici para disfrutar y quemar calorías.
El colectivo ha organizado recreativas para ayudar con los fondos obtenidos a organizaciones comunales que atienden niños y ancianos.
—Loca en el buen sentido de la palabra, por el sentido de pertenencia al grupo, me relata.
—¡Claro! Por cierto, ¿qué le sugiere a la gente que desea convertirse en una solución contra las presas al pedalear al trabajo?, le pregunto.
—Que se compren una buena bici y un excelente casco para que no inviertan doble.
—¿Es necesario andar clips?
—Son muy útiles, pero vea yo: siempre anduve en tenis porque andar en bici lo disfruto como algo muy natural.
—Ha sido tanto tiempo en bici que algún susto se ha pegado, le agrego a la pregunta de sugerencias.
—Es muy bonito ver, incluso, a un señor en bici que va con su chapeadora al trabajo. Por el contrario, hay gente muy imprudente: un conductor de carro dio vuelta en ‘u’ y me iba arrinconando cuando trataba de tomar su nuevo destino.
—¿Qué hizo usted?
—Me dio mucha cólera porque son esas personas las que no deberían andar en la calle.
—¿Es inseguro?
—Siempre hay que tener mucho cuidado, pero sería muy bueno una ciclovía de Desamparados a San José. Somos muchos.
Solo descansa de la bicicleta los domingos y esa razón pesó para que dejara de competir en recreativas.
Obtuvo posiciones importantes en la Clásica Palmarín 2015, así como en una carrera organizada por el Cuerpo de Bomberos en 2016 y la copa Shimano Short Track 2017.
Fue en medio de esas dos primeras carreras, en diciembre de 2015, que entró a trabajar a Ciclo Boutique.
—Tati me recomendó con sus jefes para trabajar ese fin de año: por lo propio de la época y lo mucho que se debe hacer.
—¿Cómo le pareció el lugar?
—¡Ah, muy bonito! Se aprende mucho y se vendió demasiado. Recuerdo que a veces nos daban las 11 de la noche con clientes que llevaban regalos.
—¿Y usted deseando una?
—Exacto, responde. Yo me dije que tenía que comprarme una. No sabía si en enero iba a seguir trabajando, pero me la compré. Ahí veía cómo le hacía para terminar de pagarla, ríe esta afortunada muchacha que vive con sus padres.
—Déjeme revisar, le pido una pausa. ¿Esta sería su octava bicicleta?
—Sí, ya con esa es la número ocho. Nunca había sacado cuentas de la cantidad de bicis. Con esa fue amor a primera vista.
—¿Ya más acorde a su tamaño?
—Sí, una Giant de montaña XS en 27,5.
—Pero, si ahora tenía una bici que le permitía mejorar tiempos y quemar llantas, ¿por qué solo dos carreras más?
—Porque aquí pasaba vendiendo ropa y accesorios, haciendo mercadeo y luego me iba para la U en San Pedro. Solo descansaba los domingos.
—¿En bici? ¿Después de las 6 p. m.?, pregunto asombrado por la hora de llegada a su casa.
—Sí, creo que nunca he dejado de venir al trabajo en bici, me responde con naturalidad.
—¿A qué hora llegaba a la casa?
—Salía de clases a las 9 de la noche y bajaba a Desamparados. Mis papás me recogían porque sí me daba miedillo subir de ahí a Higuito a esas horas.
Ella es Andrea Castillo Jiménez, una mujer con mucha valentía. Sus estudios universitarios se enfocan en la producción audiovisual. Lleva su cámara GoPro cuando sale con sus amigos.
Al ser amante de la televisión y del Youtube, aprendió a tocar algo de guitarra y ukelele desde esta red social.
Recuerda que una vez se quebró la clavícula haciendo “downhill”. Sin embargo, ¿qué es un dolor de clavícula para ella? La operaron y, a la semana, no se fue a su cama.
Tomó la bici que tanto usa y volvió a rodar. Fin.
En mi cuenta de Instagram paso posteando fotos que luego podría desarrollar para temas de este blog.
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