
Urraca, el nuevo disco de los costarricenses de Magpie Jay, es de esos que se sienten como un viaje: suben, bajan, respiran, se agitan, se sosiegan y vuelven a estallar. Es una obra que no se escucha en línea recta, sino que se experimenta como un trayecto emocional lleno de curvas; el cual tomó cuatro años de creación, pausas, silencios necesarios y un reencuentro profundo con la esencia del grupo.
El disco, tal como suena, fue hecho con un amor incontenible y unas ganas impactantes de cantarle al mundo las nuevas canciones, en una combinación de paz y tranquilidad con acordes intensos y profundos. “Es una locura ver todo el trabajo terminado”, afirmó Sebastián Suñol, vocalista del grupo, al recordar las sesiones creativas que se distribuyeron entre una pequeña finca en San Ramón y otra en San Carlos.
En ambos lugares, a los miembros de la banda los rodeaban las vacas, un lago, el clima cambiante y la falta de Internet, lo que terminó influyendo en el espíritu del álbum.
“Creo que eso fue grabando un poco el mood del disco. El clima, el sol, el frío. Como nos íbamos sintiendo, nos íbamos desmoronando a la hora de crear”, agregó el artista.
El resultado es un álbum que no teme oscilar. Es rockero en un momento, íntimo al siguiente, expansivo después, rítmico más adelante y luego reflexivo. La colocación de las canciones no fue por casualidad o destino; el orden de la obra está perfectamente pensado para calzar en el oído y, de paso, en el alma.
“Donde queríamos que las personas descansaran un poco, lo hicimos. Donde queríamos que el disco subiera, lo subimos”, explicó Suñol.
Además, el cierre del disco es deliberadamente luminoso, porque termina con “una canción bien popera, bailable, que es como una celebración”, agregó el vocalista.
Urraca, el disco más introspectivo de Magpie Jay en 15 años
Magpie Jay dejó hace mucho de ser una banda joven, aunque su espíritu lo sigue siendo. A las puertas de celebrar sus 15 años en la escena, Urraca se convirtió en su obra más madura hasta la fecha.
La música, ahora, refleja más de sus vidas en familia, de sus trabajos, de las realidades que viven más allá de los escenarios y los micrófonos. Todo eso está muy bien, porque el público ha crecido con ellos y quieren seguirlos acompañando.
Sin embargo, el estilo que corre por sus venas permite que nuevas audiencias se enamoren de su música de una manera orgánica, como si de una herencia se tratara.
Sobre esto, los integrantes de Magpie Jay son más conscientes de su rol en la escena costarricense. Se sienten más responsables del legado que dejan y del apoyo que brindan a las generaciones que vienen a seguirlo.

En Urraca, la introspección se derrama en letras que tocan la alegría, la pérdida, la transformación personal, la sobriedad y el duelo. Cada historia tiene cabida en el álbum: el guitarrista Felipe Apéstegui sufrió la muerte de un amigo cercano, Suñol celebra cinco años de sobriedad y los vínculos que sostienen la vida adulta se suman a la columna vertebral de la producción.
“Hay un poco de todo que hace que el disco sea muy emocional”, agregó Suñol.
El cuarto donde se hacen los milagros
La manera de crear de Magpie Jay ha sido constante desde antes de los tiempos de Monte Claro, su primer disco. Es una banda de cuarto, de ensayo, donde todos proponen y todos construyen.
“Nunca ha habido un momento donde una sola persona hace todo. Se arma el esqueleto, se hace ese bebé en cada partitura, se crea juntos”, manifestó Suñol.
Después de vivir entre montaña y valle, el regreso a la capital sumó a Jorge Noguera, productor de los primeros discos del grupo. Fue una vuelta a casa —literal y emocional— que les permitió solidificar un tono más orgánico, explorando sonidos nuevos en percusiones poco convencionales, sintetizadores, teclados, órganos y capas rítmicas que nunca habían usado.

En la producción, otra pieza fundamental se sumó, esta vez, una externa: Pablo Mejía, quien fungió como músico de sesión y aportó una energía extra al disco.
Aunque ya lo había hecho en otros discos, Magpie Jay apostó en Urraca por integrar más canciones en español. “Fue todo un movimiento, que era arriesgado para nosotros, pero no nos esperábamos el recibimiento tan grande que hubo”, contó Suñol.
A esto, se le debe agregar que fueron sorprendidos por el Spotify Wrapped al enterarse de que México es la ciudad de donde más los escuchan, un punto alto por el idioma casero en su obra. Eso, sumado a su reciente viaje al país azteca, confirma que la banda está abrazando una nueva etapa de alcance latinoamericano.
Las canciones que más pesan en Urraca
Para Suñol hay tres canciones que podrían definir el disco.
Cactus, la primera del álbum en español, es una metáfora al amor resistente. “Si uno quiere una relación de por vida, tiene que aguantar como un cactus”. Se la escribió a su prometida, pero encaja en cualquier lazo que atraviese las estaciones del corazón.
Better Version es, para él, una carta de perdón y redención. “Estoy celebrando cinco años de sobriedad y es una carta hacia mi familia”, explicó.
Look for Us es el homenaje más íntimo del disco. “Es una oda a los muertos, que celebra la vida del amigo de nuestro guitarrista, de mi abuelo y de mi abuela. La primera vez que la escuché, me puse a llorar”, recordó.
Una cuarta se sumó a la lista: No hay remedio, una carta de despedida que, citando a Gustavo Cerati, abraza la idea de que “decir adiós es aceptar”.
Urraca es la celebración a la amistad y a la paciencia
El estreno de Urraca llega justo cuando la banda cruza el umbral de los 15 años y se prepara para un 2026 cargado de festivales, conciertos y música fresca.
Este disco es un homenaje a su historia compartida, a los vínculos que sostienen entre ellos y a los espacios que les han permitido crear, como por ejemplo la casa de la mamá del bajista, Felipe González, un lugar lleno de perros, de cera de velas y mucho olor a creatividad, que ha sido el refugio donde Magpie Jay encontró su sonido durante varios años.

El tiempo ha cambiado, sus vidas y la escena musical también, y a pesar de la exigencia emocional y económica que implica sostener una banda independiente, los cuatro Magpie Jay (Sebastián Suñol, Felipe González, Felipe Apéstegui y Andrés Villalobos) siguen apostando por la vida que les da la música.
Al escuchar el disco no cuesta nada imaginar la sonrisa de los músicos sobre el escenario, la emoción en el estudio de grabación y las horas de inspiración entre vacas y pequeños lagos. Urraca es un álbum que no solo se escucha: se siente.
