Nada como llegar a fin de año para repasar, con un poco de nostalgia, lo que se ha vivido en la sala oscura durante doce meses. La tarea de un repaso exhaustivo naturalmente es imposible, pero siempre se encuentra el espacio para destacar lo más relevante.

Junto a Tobías Ovares, crítico de teatro de La Nación, hacemos un recuento sobre los montajes que más conversación generaron en el año.

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En las tablas

Para secreto de nadie, el Teatro Espressivo y el Teatro Nacional nuevamente encabezaron el cartel más apetecido de producciones, con la particularidad de coproducciones que tuvieron al recinto josefino como protagonista.

Dos de las más anticipadas obras del año llegaron firmadas por Luis Carlos Vásquez, con dos arriesgados montajes de títulos conocidos: Cabaret (coproducción) y Edipo Rey (del Teatro Nacional).

“Cabaret es importante no solo por su ejecución depurada sino por la temática sobre el poder y la diversidad ideológica, de preferencias sexuales e incluso corporalidades no canónicas como las de las bailarinas del Kit Kat Klub”, refiere Ovares.

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“Caso opuesto el de Edipo Rey, un clásico que se queda en la exuberancia de las formas, pero falla en la irregularidad de las actuaciones, en la falta de un discurso o autoría de su director sobre cómo se vincula en profundidad la temática de la obra con este contexto”, comenta.

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Para fin de año, aparecieron otras de las obras más esperadas por el público. Con réditos, el Teatro Nacional cambió Alicia en el país de las maravillas por la pieza de danza teatro Las 1001 noches. “Uno de los espectáculos mejor logrados de este año: la forma puesta al servicio de la narración, con gran despliegue técnico e interpretativo”, reflexiona el crítico.

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Quince días después de Las 1001 noches se estrenó Un cuento de navidad: El musical, remozada versión de la producción de Teatro Espressivo, a cargo de Cristina Bruno, que comprobó el auge del teatro musical en nuestro país.

Además de este género que, más que venir en ascenso se convierte en recurrente desde el 2015, este año se dio seguimiento en la mirada teatral a los marginados, en especial con la adaptación de Única mirando al mar, clásico costarricense de Fernando Contreras que también contó con temas musicales. Este texto se suscribe en relación a obras anteriores como Mamita Yunai, El sitio de las abras y La isla de los hombres solos.

“Estas obras cuestionan las fantasías que tenemos sobre nuestro país. De Única rescato el trabajo grupal y una banda sonora excepcional de Bernal Villegas”, comenta. Además de este título, también se presentaron obras en este marco como Humanity, espectáculo que contaba con intérpretes con discapacidades; así como La audiencia de los confines, que retrató las penurias de quienes viven la guerra.

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Cabe destacar la obra La balada post-futurista de los moluscos de Bryan Vindas, joven escritor ganador del Concurso de Dramaturgia. Esta obra no solo presentó un doloroso abordaje al suicidio a través de un adolescente que cae en coma tras intentar quitarse la vida, sino que también exploró la migración y las desigualdades sociales de un país. “Bryan Vindas es, junto con Estefan Esquivel, Kyle Boza y Alejandra Marín, uno de los dramaturgos jóvenes más interesantes”, asegura Ovares.

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En el apartado internacional hubo dos espectáculos bien recibidos que se suscribieron a estas características.

El primero fue Piaf, voz y delirio, montaje importado por Interamericana de Producciones que relató la resquebrajada vida del gorrión de París, haciendo énfasis en la pobreza y miseria. “A mi gusto es un espectáculo extraodinario por la actuación de Mariaca Semprún”, dice el crítico.

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El otro espectáculo que mantuvo una fuerte interacción con el público fue La jauría, montaje español traído en el marco del Encuentro Nacional de Teatro. La obra provocó gran conversación en primera instancia por su popular elenco, encabezado por Martiño Rivas, protagonista de la serie Las chicas del cable. Además, la obra se adentraba en la violación colectiva que sufrió una mujer en España en julio del 2016. También se destacó el montaje Nido de águilas de Adrián Castro.

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Los favoritos del crítico de ‘La Nación’

La ira de Narciso de Fabián Sales

“Realizado con rigor, pericia y una alta dosis de sensibilidad, los múltiples niveles de lectura que ofrece la dramaturgia, la eficacia de la plásticas escénicas y un desempeño memorable de Sales atrapan los sentidos y estimulan la imaginación del público que recorre este laberinto hecho de palabras”.

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El señor de las moscas de Paul Stebbings

“Se publicita como ejercicio reflexivo relacionado con el origen del Mal en la condición humana. Nos indica que el meollo del problema debe ubicarse en el debate alrededor del poder y no en la revisión moralista de la dicotomía entre el bien y el mal”.

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Humanity de Roxana Buján y Esaú Cubero

“Teatro del ser. Teatro inclusivo de gran belleza, inteligencia dramatúrgica. Posee la autoridad moral y artística de invitarnos a repensar el potencial creativo de la especie humana”. La obra acierta al sugerir que, a pesar de nuestra obstinada reincidencia en la discriminación, existen espacios que les permiten a los cuerpos diversos convivir en armonía, respeto e igualdad".

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Estrategas de Noelia Cruz

“Espectáculo de mujeres para mujeres vinculado a las estrategias de lucha y sobrevivencia en un entorno machista y misógino. Estimula la sororidad y propone la construcción de redes femeninas para poner fin a la peligrosa odisea de ser mujer”.

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Las 1001 noches de Ana María Moreno

“Moreno demuestra cómo ha depurado durante 15 años su técnica por medio de la agrupación ex-Ánima y logra un montaje en el que se revisan los cuentos tradicionales para revertir cualquier halo de machismo.”

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