
En los últimos años, el consumo de marihuana entre menores de edad ha ganado popularidad y supera ya al licor como principal causa de intoxicaciones por consumo de drogas en esa población.
Expertos y datos del Centro Nacional de Control de Intoxicaciones (CNCI) de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) confirman que cada vez más jóvenes deben recibir atención médica inmediata por consumo de marihuana, una sustancia que hoy se posiciona en el primer lugar de la lista.
En 2020, el licor era la principal causa de intoxicaciones en menores (48 casos), mientras que la marihuana ocupaba el segundo lugar (30). Desde entonces, los casos asociados al consumo de marihuana han crecido de forma constante y más acelerada que los del licor.
En 2023, la brecha entre ambas sustancias desapareció y alcanzaron la misma cifra (87 casos), Y ya en el 2024, la marihuana superó al licor por primera vez en los últimos cinco años, con 103 casos frente a 97.
Aunque el año no concluye, hasta agosto de 2025 la Caja registra que la tendencia se mantiene: 61 menores recibieron atención por intoxicación asociada a marihuana y 48 por consumo de licor.
“Lo que se refleja en los hospitales es una ventana epidemiológica muy clara de lo que está pasando en la sociedad (...) Es una llamada de atención de que tenemos que darle más atención a este asunto”, afirmó a La Nación Luis Eduardo Sandí, psiquiatra en el Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA).
Con él coincide Andrey Solano Sancho, psicólogo en Casa Jaguar, el centro residencial de esa misma entidad que recibe a personas menores de edad con problemática de consumo de sustancias psicoactivas.
Solano también alertó sobre el incremento en el consumo de marihuana entre sus pacientes menores, incluso de apenas 12 o 13 años, quienes cada vez con mayor frecuencia están vinculados con estructuras criminales dedicadas a la venta de drogas.
Preferencia por la marihuana
El pasado 6 de agosto, un estudiante de octavo año de un liceo josefino sufrió una intoxicación luego de comer gomitas que supuestamente contenían marihuana. Una fuente cercana a este medio relató que el estudiante empezó a vomitar y aparentemente a convulsionar sin que nadie comprendiera lo que estaba pasando.
Entre 2020 y 2024, las atenciones por intoxicación asociadas al consumo de marihuana crecieron en un 243%. Durante el mismo periodo, también aumentaron las intoxicaciones por consumo de licor (102%).
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Para Luis Eduardo Sandí, la preferencia por la marihuana entre la población más joven responde a la normalización y la disminución en la percepción de riesgo hacia esa droga, así como a la disponibilidad de la sustancia, que se ofrece en una amplia variedad de presentaciones.
“Se habla de que es orgánica, de que es natural, de que lo consideran como que no es una droga, de que es medicinal. Todas esas distorsiones hacen que tengan una percepción de disminución del daño”, afirmó.

Lo contrario sucede con otras drogas como la cocaína o el crack, que, de acuerdo con expertos, son drogas todavía estigmatizadas y se asocian con un mayor nivel de decadencia.
Los datos lo reflejan. Entre enero y agosto de este año, solo se registraron 7 intoxicaciones por consumo de cocaína y 2 casos por consumo de crack.
“Ellos lo asocian (el crack o la cocaína) todavía con un mayor deterioro”, coincidió Andrey Solano, psicólogo en Casa Jaguar.
Solano explicó que cada vez es más frecuente que los menores que buscan ayuda reporten haber consumido marihuana, Para él, es la sustancia que prevalece y siempre aparece en las evaluaciones de los adolescentes.
No obstante, según su experiencia, la preferencia por esta droga no solo está relacionada con la percepción de riesgo, sino también con un factor aspiracional.

“En videos musicales se asocia el consumo marihuana con poder adquisitivo, con tener dinero, tener fama, tener autos, entonces se le relaciona incluso con un tema de poder (...) Si hablamos de personas menores de edad, no tienen muchas veces recursos o estrategias para discriminar”, indicó.
Solano explicó que incluso en ciertas zonas del país, donde se han asentado organizaciones delictivas dedicadas al narcomenudeo o al narcotráfico, el consumo entre sus pacientes y su participación en estas agrupaciones están estrechamente vinculados. Muchos menores, dice, ya se dedican a la venta de la droga, con incluso 12 o 13 años.
Daños a largo plazo
Las intoxicaciones por marihuana rara vez resultan mortales; sin embargo, los riesgos en menores de edad van mucho más allá de una atención en el servicio de emergencias.
Sandí, psiquiatra en el IAFA, explicó a este medio que niveles elevados de marihuana en la sangre pueden provocar malestares como baja presión, ansiedad, angustia o incluso ataques de pánico. Estos efectos se intensifican cuando la persona desconoce la concentración exacta de la dosis que está consumiendo.
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“No hay evidencia de que exista una dosis determinada de marihuana en los puros, en los productos que compran o cuando vapean”, señaló Sandí.
El riesgo más inmediato; sin embargo, radica en una tendencia que, según el especialista, ha aumentado en los últimos años. Algunas dosis de marihuana, afirma, podrían estar contaminadas con drogas más potentes, como ketamina o fentanilo. Este último, incluso en cantidades equivalentes a la punta de un lápiz, podría ser letal para un adulto.

Dicha tendencia la advirtió en abril el entonces jerarca del Instituto Costarricense sobre Drogas (ICD), Fernando Ramírez, quien indicó que las investigaciones en el país arrojan que el fentanilo y otras sustancias se mezclan con otro tipo de drogas para potenciar sus efectos y generar mayor dependencia hacia nuevas sustancias psicoactivas.
“Nuestros ciudadanos lo que están es siendo engañados por sus propios dealers o vendedores quienes se los están incorporando ahí poco a poco, por una cuestión de abaratamiento”, afirmó en ese momento.
Más allá de los riesgos generales, la marihuana, por si sola, representa un peligro especial para los adolescentes, pues para ellos, la droga puede desencadenar conductas de dependencia muy fuertes, en un momento en que su cerebro aún no ha completado su desarrollo.
Para Sandí, los riesgos incrementan en menores que crecieron y viven en condiciones de vulnerabilidad económica, social o educativa, así como en aquellos que han sobrevivido a experiencias dolorosas, como violencia familiar o sexual.
“Probablemente sientan de manera más intensa el efecto placentero o aliviante de la droga, y esa es la puerta de entrada para que se desarrolle un problema. Con facilidad quedan ‘pegados’”, afirmó.
Para Andrey Solano Sancho, psicólogo en Casa Jaguar, la exposición a esta sustancia en menores de edad además compromete su capacidad para resolver problemas, planificar, socializar adecuadamente, manejar conflictos, cumplir normas e, incluso, en casos más graves, respetar las leyes.
