
El reloj marcó la 1 p. m. del domingo. Dentro de una de las seis habitaciones de una cuartería en San José no se escuchaba más que el murmullo de los vecinos y el paso de los vehículos por la calle 6, entre la avenida 8 y 10.
Nadie sabe con exactitud cómo ocurrió, pero uno de los residentes, en silencio y a plena luz del día, apuñaló en la pierna a Belkis Scarleth Molina, una mujer de nacionalidad nicaragüense que vivía en la habitación número uno del inmueble junto a sus dos hijos, una niña de 11 años y un menor de 10.
La mañana de este lunes, la rutina parecía haber vuelto a la normalidad en ese lugar, ubicado 200 metros al este del Ministerio de Salud, en el corazón de la capital. Algunos inquilinos entraban y salían; otros, desde sus cuartos, tras puertas entreabiertas, mantenían conversaciones, pero ninguna relacionada con lo que sucedió allí hace menos de 24 horas.
Ana, una de las vecinas —quien pidió proteger su identidad— cuenta que la relación entre los residentes no es cercana. Cada quien se encierra en su cuarto y solo intercambian palabras cuando es estrictamente necesario. Aun así, dijo sentirse impactada. “Nunca había vivido algo así”, expresó mientras sostenía de la mano a su hija, de apenas dos años.
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A pesar de la distancia, la cercanía de las habitaciones y la convivencia en las áreas comunes le permitieron conocer un poco a Belkis, lo suficiente para afirmar que era una buena madre, pero no como para recordar cuánto tiempo llevaba viviendo en el cuarto.

Dice que era cuidadosa con sus hijos. Les pedía que no abrieran la puerta a nadie y siempre estaba pendiente de lo que hacían. Trabajaba en algo —de eso sí está segura—, pero no recuerda en qué. No obstante, narró que, unas horas antes de su asesinato, Belkis le comentó, preocupada, que creía que la iban a despedir, aunque tampoco rememora los detalles.
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Después de eso, la mujer, quien en diciembre habría cumplido apenas 36 años, consumió algo de licor, como aparentemente hacía con cierta frecuencia. Sus hijos le habrían pedido que regresara al cuarto, pero Belkis no accedió y se quedó, se presume, en el segundo piso, en el área de la cocina.

“Ese hombre me daba miedo”
Ana afirma que estuvo encerrada en su habitación y no escuchó discusiones o gritos de auxilio, hasta que a eso de las 2 p. m. abrió la puerta de su cuarto y ya había llegado la policía. Halló a un oficial que custodiaba el largo y oscuro pasillo que lleva hasta la salida. A sus pies, habría un rastro de sangre que solapaba los detalles del piso de azulejos.
El principal sospechoso de asesinar a Belkis es un hombre de 49 años de apellidos Burgos Castillo, también de nacionalidad nicaragüense y oriundo de Muelle de los Bueyes, una ciudad situada en la Región Autónoma de la Costa Caribe Sur del país.
De acuerdo con la vecina, Belkis conoció al hombre en ese lugar y mantenían algún tipo de relación, aunque no está claro el nivel de su cercanía.

El Ministerio de Seguridad Pública confirmó que Burgos tiene un amplio expediente por delitos como robo agravado, hurto y delitos sexuales. Aunque no lo sabía, a Ana no le resultó extraño.
Contó que el hombre consumía licor y drogas, y tenía fama de ser agresivo, sobre todo con las mujeres, pero también con otros residentes.
Incluso, recordó que hace al menos tres meses, aparentemente drogado, empuñó un cuchillo e intentó entrar al cuarto de uno de los vecinos, pero el incidente no pasó a más.
Ponía la música alta, sin importar la hora, y la última frase que manifestó antes de huir del sitio tras asesinar a Belkis fue “para que aprenda a respetar”. “Un machista (...) Siempre que me encontraba a ese hombre me daba miedo”, reflexionó.
Al llegar las autoridades, encontraron unas tijeras y a la mujer sin vida sentada sobre un sillón en el área de cocina. La madre tenía una lesión muy profunda en una de sus piernas y un torniquete hechizo con el que ella, o alguien más, intentó detener el sangrado sin éxito. Sus hijos estaban encerrados tras la puerta del cuarto uno.

Burgos huyó del lugar y a eso de las 7:30 p. m., Marcelo Solano, director de la Policía Municipal, confirmó la detención del hombre, luego de que regresó a la cuartería aún con el cuchillo en mano. Los vecinos lo reconocieron e indicaron a los oficiales que ese era el sospechoso.
Ana supone que Burgos atacó a Belkis sin saber que había acabado con su vida y por eso regresó.
El Patronato Nacional de la Infancia (PANI) confirmó que los menores fueron trasladados a la institución y atendidos por el Departamento de Atención y Respuesta Inmediata (DARI) para su valoración médica.
Los niños quedaron bajo una medida de recurso comunal, lo que implica que vecinos o personas allegadas a la familia cuidarán de ellos mientras sus familiares regresan de Nicaragua.
Hasta el 2 de noviembre de 2025, el Observatorio de Violencia de Género contra las Mujeres del Poder Judicial registró 32 femicidios. El homicidio de Belkis asciende la cifra a 33. Las mujeres asesinadas este año dejaron 55 hijos en total; de ellos, 37 son menores de edad, según datos del Observatorio.
