
La primera baja del gobierno de Rodrigo Chaves Robles se dio en el Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ). El primer designado como viceministro de Juventud renunció al cargo cinco días después de su juramentación, en mayo de 2022. Tres personas más han ocupado el puesto. Una de ellas duró menos de cinco meses.
En el Viceministerio de esa cartera van por la tercera persona nombrada. El cese del primero, Ernesto Calvo, provocó un escándalo, pues salió por defender de un improvisado intento de despido al director del Centro de Cine. A él, por su parte, lo quiso remover Nayuribe Guadamuz, quien luego fue despedida, supuestamente por tramitar la declaratoria de interés cultural de actividades de Pride 2024.
Por el Sistema Nacional de Educación Musical (Sinem) han pasado cuatro directores, al igual que por la Dirección General de Bandas. El segundo director de la Compañía Lírica Nacional salió de su cargo a finales de noviembre. También han ocupado el mando dos personas en el Teatro Nacional, el Archivo Nacional, el Museo Nacional y el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo.
En la Dirección de Patrimonio, cuyo paso de “Centro” a “Dirección” en 2024 nunca se explicó al público, tres personas han tomado el timón; la última salida la reveló La Nación, porque el MCJ no lo comunicó. Hubo cuatro jerarcas del Centro Nacional de la Música, si no contamos a la ministra Guadamuz, quien ocupó el cargo por tiempo suficiente para dejar ir al director de la Sinfónica Nacional, Carl St. Clair, y mantener el cargo vacío por meses.
Tres directores de Gestión Sociocultural, tres del Centro de Producción Artística y Cultural; numerosos jefes de despacho... En instituciones complejas, donde un ente cobija a otros, como el Teatro Popular Melico Salazar (las compañías y talleres de danza y teatro, así como el recinto en sí), es difícil trazar la telaraña de cambios porque un jerarca ha pasado de un lado a otro temporalmente, o se ha movido entre puestos, o fue despedido sin mucha ceremonia.
La última salida sí provocó ruido. El reconocido especialista en arte Esteban Calvo Campos, de larga trayectoria, fue despedido el viernes 5 de diciembre, pero, una vez más, fue La Nación la que lo dio a conocer. Solo el martes siguiente lo confirmó el Ministerio, tras publicaciones de este medio.
Inicialmente, el MCJ dijo que Calvo había sido despedido por no cumplir las métricas de desempeño, pero al pedir los periodistas explicar cuáles fueron, dijeron: “Cuando haya información adicional que comunicar, se hará de manera oportuna y transparente”. Una entrevista con Calvo y otra nota de La Nación revelaron que el jerarca del Museo habría sido despedido (por Signal, para mayor discreción) tras días de sufrir presión para contratar a dedo a un coro. La presión vino, presuntamente, del despacho del ministro.
Jorge Rodríguez Vives también es segundo en esta administración, pues llegó a sustituir a Nayuribe Guadamuz el 11 de julio de 2024. Empezó como jefe de despacho presidencial, fue el segundo ministro de Comunicación, y recién entrando al MCJ, en octubre de ese año, defendió los recortes que el gobierno planteaba a Cultura, al alegar que los recursos asignados eran suficientes.
Tal declaración da a entender que se cuenta con alguna ruta trazada para gestionar la cultura del país, pero la letanía de cambios de jerarca trasluce un abordaje de improvisaciones, decisiones impulsivas y falta de claridad. El ministro actual, músico por muchos años, debe saber que es difícil conducir una orquesta sin partitura.
Desde el inicio de su gestión, Rodríguez Vives ha anunciado múltiples proyectos, eventos y convenios. Muchas iniciativas tienen sentido en el largo plazo, pues median regulaciones locales e internacionales, búsqueda de presupuesto, apoyo legislativo y mucho diálogo. Requieren seguimiento, orden y conocimiento profundo del tema.
Sin una “ruta de la Cultura” planteada al inicio del gobierno, el ministro ha insistido en ejecutar múltiples eventos dispersos, cobijar proyectos previos bajo nuevos nombres para afinar la comunicación, y aumentar el porcentaje de ejecución presupuestaria de la veintena de entes adscritos del MCJ.
Sin embargo, es difícil pensar que sea viable la ejecución de algún plan general en medio de tal baile de puestos –el cual, como anotamos, muchas veces no se comunica con claridad–. El jerarca sale y ya: cambiamos de página sin saber cómo sigue la partitura.
La controversia reciente implica más que desorden administrativo. El exdirector del MAC dice que no puede afirmar que haya sido despedido por el fracaso en contratar el coro solicitado por el despacho, pero reconoce que es la última diferencia que tuvo con su superior. Tal situación exige transparencia y claridad de parte del MCJ.
Partamos de que la cultura tiene valor en sí misma, como derecho humano y ciudadano. Pero también hablamos de recursos públicos, de una actividad económica que requiere políticas precisas, de la forma de vida de miles de costarricenses y de un elemento crucial en un contexto de inseguridad y crisis educativa.
El Ministerio de Cultura lleva 10 años en un aparente estado de emergencia, después del descalabro del Festival Internacional de las Artes (FIA) de 2015; siguió la pandemia, que destruyó empleos, cambió carreras y nos dejó un panorama más árido.
Se espera, por lo tanto, una gestión capaz de reducir las tensiones y establecer objetivos claros, no una coreografía de puestos sujetos a expectativas poco claras y decisiones precipitadas. La cultura merece una dirección clara.
