Costa Rica ha construido, durante décadas, una reputación internacional como modelo democrático, país verde y referente en desarrollo humano y tecnológico. Sin embargo, esa imagen se erosiona frente a los datos. Informes como los de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Reporteros sin Fronteras y el Estado de la Nación retratan un país rezagado en áreas vitales como infraestructura, educación, salud, transparencia, seguridad ciudadana, inversión social y libertad de expresión.
1) En infraestructura, por ejemplo, ocupamos el penúltimo lugar entre los 38 países de la OCDE –Colombia tuvo la peor calificación–. Nuestra red vial es deficiente y nos condena a perder tiempo de vida en presas, a más gasto en combustibles y a continuo mantenimiento vehicular. El puerto de Caldera se hizo pequeño para la demanda, lo cual provoca retrasos y encarece los productos; el tren de diésel sigue subdesarrollado y el proyecto de uno eléctrico está atrapado en promesas. A lo anterior se suma la tasa más alta de muertes en carretera entre las naciones de la OCDE (18 por cada 100.000 habitantes), lo cual confirma la precariedad de las vías y la ausencia de políticas efectivas de movilidad y seguridad vial.
2) En educación, los resultados son alarmantes. En las más recientes pruebas PISA, aplicadas en 2022, Costa Rica se ubicó en el penúltimo lugar en matemáticas y ciencias entre los países de la OCDE, y en el antepenúltimo en lectura. El dato nacional asusta: apenas un 6,7% de los recién graduados de colegio logró aprobar el examen diagnóstico de matemáticas aplicado por la Universidad de Costa Rica. Esto refleja la baja calidad de la formación de las nuevas generaciones y alerta sobre las consecuencias en la productividad futura del país.
3) El deterioro en competitividad queda reflejado en el último puesto obtenido por Costa Rica entre 47 naciones evaluadas por la OCDE en el indicador de facilidad para iniciar un negocio. Las trabas burocráticas y la dispersión institucional convierten el emprendimiento en una carrera de obstáculos.
4) El país también se rezaga en acceso a la información pública. Ocupamos el último lugar de la OCDE, con apenas un 31% de cumplimiento en estándares de transparencia, muy por debajo del promedio, que es del 62%. Aquí, a diferencia de otros países, los habitantes desconocen las agendas de los ministros, con quiénes se reúnen y con cuáles grupos de presión interactúan. Además, no existe una ley para obligar a las instituciones a abrir sus datos.
5) En turismo, un sector estratégico, el retroceso es notorio. Costa Rica perdió atractivo frente a El Salvador, Guatemala y Panamá, que ofrecen mejores costos y condiciones de seguridad, según datos de la Organización Mundial del Turismo. La falta de estrategia clara, el aumento de la criminalidad y el elevado costo de vida han erosionado la imagen de un país amigable para el visitante internacional.
6) También debemos mencionar la caída en la libertad de expresión. En cuatro años, Costa Rica pasó del puesto 5 al 36 en el ranquin de Reporteros sin Fronteras. Aunque las instituciones democráticas han logrado contener las agresiones, el hostigamiento a medios y periodistas desde el Ejecutivo ha deteriorado un pilar esencial de nuestra democracia.
7) En materia de seguridad ciudadana, la situación es crítica. La tasa de homicidios subió a 16,6 por cada 100.000 habitantes, la tercera más alta de Centroamérica, cuando hace menos de una década estábamos entre los más seguros. La violencia se concentra en 21 distritos, lo que también pone en evidencia la desigualdad territorial en el acceso a condiciones mínimas de vida digna, como lo confirma el Estado de la Nación 2024.
8) A este triste listado se suma la baja inversión social. Costa Rica destina apenas un 14,5% del PIB a gasto público social, uno de los porcentajes más bajos de la OCDE (lo recomendable es 22,6%). El debilitamiento de políticas públicas en salud, pensiones y becas golpea con más fuerza a los sectores vulnerables. De hecho, el nuestro es uno de los países con más niños y adolescentes en pobreza.
9) Finalmente, en conectividad digital, los datos son elocuentes: mientras Guatemala tiene cobertura 5G en varias ciudades, Costa Rica va a paso de tortuga, pese a que el gobierno la ofreció para 2023 y luego para 2024. Esta brecha digital compromete la competitividad del país.
Lo más preocupante no es solo la caída en los índices internacionales, sino la normalización de ese retroceso en la política nacional. La respuesta institucional es errática o inexistente. Nos gobierna el cortoplacismo. Cada gobierno llega a deshacer lo hecho en el anterior y a ensayar ideas, sin estudios ni evaluación.
Salir de este estancamiento requiere que los ciudadanos nos eduquemos, nos informemos y cuestionemos para no deslumbrarnos ante los espejismos de políticos de turno que ponen en el papel muchos planes con nombres pomposos, pero luego los incumplen o se los cargan a la siguiente administración.
Costa Rica no está condenada al rezago, pero sí advertida. Los ciudadanos, lejos de conformarnos, debemos ser más exigentes y reclamar mejores resultados.
