Francisco Gutiérrez ha participado en la construcción de 28 programas de formación para profesionales de salud y recabado experiencias en más de 100 campus universitarios en todo el continente. Este médico mexicano trabaja con Cintana, una red de casas de enseñanza superior asociada a la Universidad Estatal de Arizona, que impulsa la innovación en la enseñanza.
Gutiérrez es enfático en que es fundamental romper con la enseñanza tradicional y acoger todas las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías. Defiende una formación no fragmentada por disciplinas o áreas médicas que considere además la transmisión de valores como la empatía, la excelencia y la humildad.
La Nación conversó con él durante el taller Salud en el Siglo XXI: Seminario para Ejecutivos de Salud Latinoamericanos, realizado en marzo en la Escuela de Salud Pública de Harvard, con la coordinación de la profesora María Adela Contreras y el médico Enrique Schiavon, de Liderlatam. Este es un extracto:
–¿Cuáles son las grandes debilidades que tiene la formación de médicos en nuestra región?
–La formación de médicos está siendo cuestionada en todo el mundo, no solo en América Latina y en nuestros países, porque está atada a mucha tradición y a una gran falta de innovación.
“Es necesario traer una serie de innovaciones a todo nivel, en todos los ciclos de la formación, en todo profesional de la salud, no solo el médico, en una forma integrada. Nuestro papel en las universidades es formar profesionales de salud, médicos, odontólogos, cualquier profesional en salud... enfermeros, nutriólogos, listos para la práctica. Y eso precisa de muchos cambios”.
–¿A qué se refiere con tradición?
–Desde la estructura del currículum, generalmente son fragmentados, divididos por disciplinas y no generan en el estudiante la posibilidad de integrar el conocimiento de manera que entienda mejor la salud y la enfermedad. Entonces, la división por tradición no permite que el estudiante en formación se integre en el conocimiento y sepa cómo funciona, por ejemplo, el sistema cardiovascular, porque lo tiene todo fragmentado. Entonces, fragmentación curricular, contenidos no relevantes y metodologías que no aportan a un futuro médico, a un futuro odontólogo... simplemente, son repetidos por tradición.
–¿Cuáles serían los cambios que se requieren?
–Uno de los aspectos más esenciales que hay que reformar es el currículum. Eso es difícil porque hay oposición interna de los departamentos, de áreas que se sienten más confortables con la forma en como se ha enseñado siempre. Esto requiere el valor de entender lo que pasa en el mundo, las mejores prácticas, aplicarlas y construir un currículum renovado que se caracteriza por varias cosas: buscar lo relevante para la formación y eliminar lo que no contribuye, como cuatro semestres en el microscopio... nunca más un médico usa el microscopio.
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–Usted dice que ya no se usan cadáveres ni microscopios
–Es una forma tradicional de enseñanza. En el caso del primero, por siglos, pero el resto de nuestras vidas como funcionarios de la salud, nos enfrentamos con personas vivas. Entonces, hay que migrar hacia (...) el uso de múltiples tecnologías para aprender cómo el cuerpo humano está estructurado y cómo funciona. Esto tiene mucho de digital y mucho de eliminar la tradición.
“Ahora estamos haciendo un proceso que se llama anatomía viva, con una colección de elementos tecnológicos, colección de elementos de modelos, de proyección corporal, de tecnología digital, de disección virtual. Son 15 o 20 tecnologías que permiten que un alumno que entra al laboratorio salga aprendiendo, por ejemplo, la articulación del hombro, cómo funciona el páncreas, cómo funciona lo otro, pero de una manera más real. La Radiología, la imagen, por ejemplo, es muy buena para aprender anatomía y se usa poco, se cree que solo para clínica. La verdad es que el trabajo con especímenes, con cuerpos, cadáveres, no tiene similitudes con cuerpos humanos reales … es un rito de pasaje y debemos superar eso.
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–¿Pero eso implica una inversión importante en tecnología?
–Lo vemos como una sustitución, un reemplazo, y no tanto un costo porque creemos que depende de cómo uno estructure sus espacios de aprendizaje, porque va más allá del laboratorio. Estos espacios pueden ser planeados de manera que la inversión sea, primero, sinérgica, las profesiones de la salud deben trabajar juntos y la Facultad de Ciencias de la Salud deber ser una sola, eso ya genera eficiencias, no que cada quien replique su laboratorio y que cada quien tiene su espacio.
“La tecnología reduce mucho la inversión física, entonces, por ejemplo, nuestros laboratorios no dependen de gas, agua... son secos. Era carísimo, ahora se sustituye por software, por pantallas, elementos que no son tan caros. Los microscopios virtuales, esos están accesibles para cualquiera, son gratuitos, permiten hacer todos los acercamientos a cualquier tejido del cuerpo humano, inmediato, con nitidez y con una claridad que no se lograba con otro microscopios. Lo importante es que el profesional aprenda los tejidos, no a colocar la laminilla en el microscopio”.

–¿Esto no significa que los estudiantes dejen de ir a hospital?
–Tienen que seguir, esto viene con la entrada de áreas de simulación. La simulación clínica sustituye hasta un 50% de las prácticas o las mejora. Un ejemplo, un estudiante de Medicina Interna de Harvard, solo un pequeño porcentaje vio un paciente con infarto al miocardio y muy pocos vieron más de uno. En simulación pueden ver de todos los tipos, complicado, más grave, menos grave, más temprano, más tarde y luego lo complementamos en la práctica clínica con un paciente real, pero ya es un estudiante o un interno más seguro y no exponemos a gente, es una cuestión ética, no exponemos gente a un inexperto. El mismo estudiante tiene miedo a ser inexperto o incompetente.
–Usted también habló de la situación del profesional en Enfermería, casi todas mujeres, que no ha sido valorado
–La enfermera es el profesional más cercano al paciente, el más abundante, el de mayor número en los sistemas de salud y es el personal que a veces menos se respeta. Su contribución al sistema de salud, tanto en la atención del paciente agudo, como la atención preventiva, como en la atención de la enfermedad crónica, como en la atención a domicilio, en la de mayor edad, es el mejor profesional, y los países tienen que valorarla. Hay países que han revalorado la profesión, es buena inversión para el sistema de salud, revalorar su personal de Enfermería, hacerlo profesional, darle un lugar y evitar esas jerarquías que son muy marcadas y hacer un equipo. ¿Qué es lo que el paciente busca? ¿Quién es el que me da ese alivio? Muchas veces no es el médico con una receta, muchas veces es un profesional que tiene más tiempo, que entiende más el contexto familiar.
-¿La pandemia cambió o debería cambiar algo en la formación de médicos?
–Sin duda, me parece que debe cambiar radicalmente y pronto. Nos cogió desprevenidos. No estábamos listos ni siquiera en la protección personal, el médico no se sabía proteger de la infección y se expuso y muchos de ellos, desafortunadamente, cayeron víctimas de la enfermedad o fallecieron. Yo creo que desde el autocuidado hasta la atención y, sin duda, el manejo de la epidemia, que la verdad fue en muchos sentidos un fracaso. Ha sido un problema serio, fue un despertar.
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“La otra cosa que hizo fue cerrar espacios clínicos y entonces aquellas universidades que no estaban listas para hacer una muy buena simulación clínica, que no es lo mismo que comprar simuladores, perdieron una buena oportunidad y ahora los estudiantes están rezagados. Queremos llevar hasta el 50% la simulación. También lo que pasa en el campo clínico debe ser mejor planeado, mejor estructurado, más certero, para que el alumno en vez de cuatro días, vaya dos, pero aprenda lo que tiene que aprender, porque el sistema de salud se vio sobrepasado”.
–Habló de valores ¿qué importancia tienen en la formación?
–Este tema de los valores profesionales es muy importante, aplica para formación médica y para todos los profesionales de la salud. Usualmente era dejado al azar, al futuro.
“Ese médico que se va a formar, va a ser más colaborativo, va a tener más empatía, conforme el tiempo pasa va a entender el sufrimiento del paciente y eso no se puede dejar al azar, debe ser controlado por las universidades y llevado al currículum. Hay forma de enseñar valores y evaluar que un médico tiene empatía, entiende las necesidades de una familia, que un psicólogo es colaborativo y va a trabajar con otros profesionales para atender problemas de salud mental, depresión, un adolescente con pensamientos suicidas (...)
“Nuestra tesis es esa, que esos ocho o diez valores desarrollados por doctores en Psicología que trabajan en educación de médicos, deben enseñarse, transparentarse en el currículum; los alumnos lo aprecian. Si hay algo que hemos aprendido con la pandemia es la cuestión de la empatía, a veces un valor escaso. Creemos que debe ser desde el inicio, un profesional en salud debe salir con valores de empatía, colaboración, excelencia, humildad, y otros valores que hacen de un médico, mejor, o un dentista, mejor...”.
