Esta es la historia de Eugenio Vargas Leitón, vecino de San Luis de Monteverde, en Puntarenas, quien hace fila en una larga lista de 2.766 personas que sueñan con una pensión. Todos esperan hace meses, incluso años, la resolución del Ministerio de Hacienda que permita el traslado de las cuotas que aportaron a otros regímenes.
Según sea el caso, esas cuotas deben pasar al régimen de pensiones de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM), de la Caja, o al de Capitalización Colectiva, de la Junta de Pensiones del Magisterio Nacional (Jupema). Pero la falta de fondos en Hacienda y un sistema burocrático anquilosado, le impide a Vargas y a estos otros trabajadores consolidar su derecho a una pensión, al final de su vida laboral. La historia de Eugenio, en sus propias palabras:
“Mi nombre es Eugenio Vargas Leitón.Yo nací en San Luis de Monteverde, un pequeño pueblo a seis kilómetros de Monteverde. Crecí en el campo. Soy de una familia de 12 hermanos. ¡Una docena completa! No tenía ni 17 años cuando me fui a San José porque quería estudiar más, con el apoyo de papá y mamá. Para estudiar allá, tenía que trabajar porque mi papá no podía cubrir esos costos.
“Mi papá fue peón del cafetal de un tío. Desde 1975, he cotizado como asegurado directo con la Caja. A lo largo de mi historia laboral he aportado cotizaciones a la Seguridad Social en tres regímenes, y he tenido que enfrentarme a la consecuencia de eso a mis 63 años recién cumplidos.
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“Desde el año pasado, empecé a llenar papeles y a hacer llamadas y visitas a oficinas de San José para avanzar en mi solicitud de pensión. Mi vida ha sido una de muchos años de trabajo. Desde los diez años ya sabía usar el hacha para picar la leña que mamá ocupaba en la cocina todos los días. Sabía usar un balde para ordeñar una o dos vacas de la familia o de mi abuelo, que nos prestaba una vaca para nuestros chupones o para el aguadulce, y sabía ponerme un canasto para acompañar a papá a coger café después de clases o en vacaciones.
“Entonces, muy muy nuevito estaba aprendiendo muchos trabajos. Esto para decirle que ya desde antes de los 60 años empecé a darme cuenta de que el cuerpo físicamente se cansa, aunque no se enferme. Definitivamente, nos cansamos y nos agotamos. Ante esa realidad empecé a dar los pasos para solicitar mi pensión anticipada, a los 63 años.
“También porque hay una historia muy larga alrededor de la salud de mi familia, lo cual me ha hecho enfrentarme más a esta realidad de la fragilidad nuestra, como seres humanos. Mi esposa sufrió cáncer muy avanzado. Hace diez años, ella partió. Tuve la dicha de acompañarla casi dos años, cubierto con la incapacidad para familiares de pacientes terminales. Y otra situación muy difícil que tengo es un hijo con un trastorno neurológico crónico y progresivo. Yo he tenido que acompañar mucho a ese hijo. Esto agrega más a ese desgaste y cansancio.
“Por lo mismo, empecé a dar pasos para lograr el derecho a mi pensión anticipada, y ¡a la púchica! Me enfrenté a que tenía aportaciones por aquí y por allá y había que juntarlas. Desde el año antepasado, me di cuenta de que mis aportaciones a Jupema no eran suficientes para optar por una pensión del Magisterio.
“En los últimos seis años, he trabajado en una escuela privada en la zona. Las instituciones de educación privada tienen que cotizar al Magisterio. En la década de los 80, también trabajé para el Ministerio de Educación como docente interino. Empecé entonces a buscar las cotizaciones y encontré que varias están en el régimen de reparto, en el Ministerio de Hacienda. Darme cuenta de esto fue un proceso de meses. De pedir certificaciones hasta que la Contabilidad Nacional de Hacienda certificó mis aportaciones de esos años.
“Cuando me di cuenta que mi derecho a pensión sería optar por el IVM, que es donde tengo la mayor cantidad de aportaciones, entendí que tenía que trasladar 70 cotizaciones de Jupema al IVM. Al mismo tiempo, las del régimen de reparto. Si eso se hubiera realizado ágilmente, con rapidez, desde el año pasado habría más que cumplido con el requisito de aportaciones para el IVM. Desde el año pasado lo hubiera logrado.

“Con bastante persistencia, sí logré que Jupema me trasladara mis 70 cuotas, o casi seis años, de forma directa al IVM. Inicialmente, vea qué interesante, la Dirección Jurídica nos dice a todos los que están como yo que el procedimiento según la ley debería ser que Jupema traslade las aportaciones a Hacienda, y luego Hacienda al IVM. Yo he aprendido a preguntar mucho y a tocar más de una puerta en las instituciones públicas. También me dijeron que ese proceso podría tardar un año, año y medio, no sabemos cuánto. Ahora ya sé que pueden ser dos años, tres años... La misma consulta la hice ante la Gerencia de Pensiones de la CCSS y Jupema.
“Fui muy insistente hasta que un funcionario de Jupema me dio más información: me dijo que la ley establece este procedimiento para casos como el mío, que son muchos. Somos muchos quienes hemos trabajado para el MEP pero vamos a pensionarnos por el IVM y necesitamos agilidad en ese traslado de cuotas.
“Ese funcionario de Jupema me habló de un portillo en la ley que permite solicitar un traslado directo de cuotas de Jupema a la CCSS. Así fue como logré, después de muchas visitas a oficinas y tocando muchas puertas, incluso jefaturas, que Jupema, trasladara todas mis aportaciones en menos de un mes al IVM, una vez que yo presenté todos los documentos. Pero yo considero que no es cualquiera quien logra esto. Hay muchos que ante la primera negativa hasta ahí llegan. Yo soy muy persistente.
20 cuotas en el limbo
“El traslado de las otras 20 aportaciones en el régimen de reparto es la pega que estamos sufriendo miles en una situación similar a la mía: con edades avanzadas y con situaciones de salud más complicadas que la mía. Se va a cumplir un año de que yo presentara a Hacienda los requisitos para ese traslado. Empecé con certificaciones de la oficina de Contabilidad Nacional. De ahí me pasan a la Dirección Jurídica, que debe solicitar una aprobación de Presupuesto Nacional y de Tesorería Nacional... ¡Es una burocracia muy extensa! Y lo que me están diciendo en este momento es ‘no tenemos presupuesto’.
“Por lo general, lo que dicen es ‘llame dentro de un mes, dentro de un mes y medio’ y cuando uno llama dicen ‘se agotó el presupuesto’, ‘no hay más presupuesto aprobado’. Yo tengo varias ventajas: tengo tres hijos que viven en San José y me puedo hospedar con ellos para hacer todos estos trámites. He aprendido las habilidades de Internet. Todo eso me ha ayudado muchísimo. Pero muchos no tienen esa posibilidad ni esos medios.

“Ahí uno se da cuenta de que es una problemática nacional muy grande. Recientemente, supimos de la reforma aprobada para el IVM. Todo eso le agrega a uno incertidumbre. En el 2020, como resultado de la pandemia, perdí el empleo en la escuela privada donde estaba. Gracias a otras habilidades (soy bilingüe), en el 2020 me dieron un trabajo de traducción por unos meses.
“Después, en el 2021 la misma escuela me ofreció otro trabajo de medio tiempo, en planilla. Decidí tomarlo porque ya me estaba enfrentando a la realidad de que no podría pensionarme en el 2021, que era mi expectativa. Mi contrato actual con esta escuela es hasta mayo, de ahí en adelante, no tengo nada.
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“En la Dirección Jurídica de Hacienda algo han avanzado pero a pasos de tortuga, y de tortuga renca. En mi última visita, en enero, me dijeron que les habían dado un presupuesto de ¢1.500 millones, pero solo quedaban ¢600 millones, y todavía estaban trabajando con el cálculo de los solicitantes del 2020.
“‘Usted está en una cola de espera de más de 2.000 casos. Todavía estamos en los del 2020, su caso se recibió en el 2021, y solo quedan ¢600 millones’. Me pasaron con una jefatura de área que me dijo que estaban haciendo gestiones para obtener más financiamiento”.