Si la atención solo se limitara a estabilizar la fractura de pelvis o el trauma en abdomen o cráneo y a proveer una capacidad básica a un cuerpo roto por un accidente de tránsito, el abordaje de las víctimas de percances en las carreteras no sería tan complejo.
La atención se complica y trasciende las fronteras de la Medicina cuando aquel hombre joven es cabeza de familia, trabaja como mensajero con su moto, pero queda con una lesión de médula que le impedirá caminar por lo que le resta de vida y volver a su entorno laboral.
Es ahí cuando la médica especialista en Fisiatría, Paula Valverde Cuevillas, asegura que la guerra que se vive en las carreteras con los accidentes de tránsito tiene un trasfondo social complejo que supera a los servicios de salud.
Valverde Cuevillas labora en el Centro Nacional de Rehabilitación (Cenare), de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS). Ahí terminan las víctimas de accidentes de tránsito a quienes no les alcanza el monto del Seguro Obligatorio de Automóviles (SOA) para tratar sus lesiones en el Hospital del Trauma, a cargo del Instituto Nacional de Seguros (INS).
Independientemente de la institución que asuma a estos pacientes, dice Valverde, desde el punto de vista de la Medicina el personal es testigo de una avalancha de víctimas de las carreteras que supera las capacidades de cualquier centro de salud.
Esta guerra vial es conversación frecuente entre colegas, afirma Valverde. Principalmente, agrega, por su trasfondo profundamente social.
“Las víctimas son en su mayoría gente joven, sin mayores estudios, muchos. Cuando nos llega un paciente así, sabemos que hay que rehabilitarlo, sacarle el máximo de funcionalidad pero después, ¿qué le ofrecemos a este muchacho? ¿Cómo lo ponemos a trabajar si ya no va a poder ser mensajero y subirse a una moto?
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“¿En qué van a trabajar? ¿Robando? Es gente joven a la que le quedan 40 o 60 años de vida, le damos rehabilitación pero, ¿y el resto del proceso? Ese es el panorama que tenemos”, reflexionó Valverde.
La Nación conversó con esta fisiatra como parte de un proyecto informativo sobre accidentes de tránsito en motociclistas.
Más de 103.000 motorizados fueron atendidos en hospitales de la CCSS y el Hospital del Trauma, entre el 2018 y el 2022 víctimas de accidentes de tránsito.
El perfil de quienes más se accidentan en moto corresponde, en un 80% de los casos, a hombres; más del 70% de ellos tienen entre 20 y 44 años; es decir, están en plena edad productiva.
Jóvenes con secuelas
Paula Valverde, sin embargo, habla de la generalidad de los accidentes porque si bien es cierto los motociclistas son un grupo importante de víctimas, tampoco se puede dejar de ver a los demás protagonistas de esta guerra en las vías.
Como médica especialista en Fisiatría, Valverde se encarga de tratar las lesiones que alteran las funciones normales del cuerpo por diferentes causas; entre ellas las producidas por choques, atropellos o derrapes en carretera.
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“El grupo enorme de los motociclistas y el de los accidentados en automóviles, que son los grandes politraumatizados, pueden sobrevivir con un montón de lesiones que generan muchas comorbilidades por años por secuelas por traumas pélvicos y abdominales.
“Terminan con colostomías, traumas de cráneo y medulares. Como sociedad, ningún grupo se está salvando de esto. Y lo vemos en todas las instituciones que atendemos los accidentes de tránsito, llámese INS o CCSS”, advierte la médica.
Una de sus preocupaciones al tratar directamente a estas personas es que existe un subregistro del impacto real de los percances en esa población. Lo explica así: “Hay una serie de lesiones menores que vienen tarde a rehabilitación, pero que inciden directamente en el funcionamiento de un paciente joven. Esto está subregistrado.
“Yo puedo poner amputación traumática o por sepsis, pero si aquí el que se fracturó desarrolla una osteomielitis, pasa ocho meses con antibióticos y termina amputado al año, no puedo registrar que todas estas complicaciones fueron producto del accidente. Por lo general, es un grupo etáreo joven económicamente activo. Como sociedad, perder ese elemento es terrible. Muchos son cabeza de hogar”, recalca la fisiatra.
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Un ejemplo común son los traumas craneoencefálicos severos que sufren muchos de los accidentados, especialmente quienes manejan motocicletas. Son lesiones cuyo tratamiento y rehabilitación no baja de ocho meses a un año.
“Nadie vive con el 60% del salario, por más colchón económico que se tenga de dos o tres meses (ahorros, por ejemplo). Depende de en qué trabajen no van a volver a eso. Hemos tenido personas que uno las ve caminando pero la secuela cognitiva no le permite reintegrarse al puesto previo.
“Puede ser que incluso cambie su rol familiar: de ser el padre que cuida a ser alguien que requiere supervisión y cuido por un tiempo determinado o por el resto de la vida. De esos, ¿cuántos de verdad logran reincorporarse al rol previo? Probablemente no sea tan exitoso. Probablemente, muchos necesiten pensión de por vida”, advirtió Valverde.
Barrera social
Para esta fisiatra del Cenare existe otra gran barrera a superar: la resistencia social. Es lo que dificulta la reinserción de personas con secuelas de accidentes de tránsito que necesitan adaptaciones en sus puestos de trabajo para regresar a laborar.
“Un paciente con lesión medular, por ejemplo, va a necesitar diferentes tiempos para ir al baño. Un jefe debe entender esto, y siento que todavía hay mucho temor. Algunos se logran reincorporar. Pero si usted es mensajero y toda la vida ha sido mensajero, ¿cómo lo voy a montar en una moto después de una secuela de accidente?”, comenta la fisiatra.
La educación en prevención es básica para esta médica especialista. Como sociedad, afirma, solemos ignorar o invisibilizar lo que no nos gusta. Por eso mismo, insiste, el abordaje de esta guerra en las carreteras va más allá de la atención médica.
“¿Qué es lo que nos preocupa a los que estamos de este lado? Que vemos los accidentes de tránsito en gente joven o en adultos mayores funcionales a quienes atropellaron cuando iban a hacer las compras. Solo atendiendo la afección del accidente en sí esto no se va a parar.
“La guerra en carreteras es hoy. Solo un paciente me ha dicho que él se saltó el semáforo. Para casi todos el responsable fue alguien más. No tenemos la madurez social para reconocer cuestiones como esa y tampoco tenemos los sistemas que nos permitan contener la avalancha de pacientes”, advirtió.