Cuando Jorge Arturo Mora Bartels, de 64 años, fue nombrado como presidente de la Junta de Educación de la Escuela Carmen Lyra, en Alajuelita, en 2007, se encontró con un centro educativo con orden sanitaria para demolición, ya que las aguas negras se colaban dentro de las aulas donde estudiaban unos 900 niños.
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Eso no era todo, la lluvia inundaba los pasillos y a pesar de la cantidad de alumnos, no había comedor estudiantil. El “gimnasio” era un charral; las aulas, paredes, techos y oficinas estaban en mal estado... era una escuela inhabitable.
Mora sabía que había mucho que hacer en la escuela, en la que actualmente estudia un hijo suyo y dos nietos. Sin embargo, también sabía que no podía contar con el Ministerio de Educación Pública (MEP) para reparar el centro educativo, pues justamente esa institución era la culpable de la falta de mantenimiento y las malas condiciones.
Comenzó a trabajar por su cuenta, sin la ayuda de la Dirección de Infraestructura Educativa (DIE) del Ministerio, ni de su dinero. Así logró que hoy este centro educativo esté “como una escuela privada”, según sus palabras.
Hoy la Carmen Lyra cuenta con todas las comodidades para el aprendizaje y disfrute de los alumnos que viven en la comunidad, en su mayoría procedentes de familias en pobreza, con trabajo informal o que viven en precario.
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Un hijo y dos nietos de Jorge Arturo Mora estudian en la escuela Carmen Lyra. Foto de Jorge Arturo Mora cortesía Junta de Educación de la Escuela Carmen Lyra
“Si hubiéramos dependido del MEP, ya hubieran botado la escuela, ya no existiría. Siempre se ha intentado ayuda del Ministerio pero en la DIE duran años para que le den trámite. Un proyecto no se saca en menos de cinco años; cuando llega el proyecto, está encarecido, la plata no alcanza. Nosotros todos los proyectos los hacemos anuales”, dijo Mora quien le tiene mucho amor a esta escuela, ya que allí también estudiaron en el pasado sus otros cuatro hijos y tres nietos.
Transformación de 180 grados
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Centro de cómputo de la Escuela Carmen Lyra, en Alajuelita. Foto cortesía Junta de Educación de la Escuela Carmen Lyra
Lo primero que hizo Mora fue liderar la construcción de una planta de tratamiento de aguas negras que eliminó por completo el problema de malos olores y suciedad dentro de las aulas. Cada dos años, la Junta de Educación manda a traer una bacteria de Francia que se come la materia fecal hasta dejar el agua un 90% potable. Esa planta hizo que la escuela obtuviera un galardón de Bandera Azul.
La escuela dejó atrás el charral que tenía como gimnasio y ahora cuentan con uno profesional que durante el día lo utilizan los alumnos y en la noche la comunidad. Las personas pueden hacer ejercicio y jugar fútbol hasta las 10 p. m. Hay un parque de máquinas donde los alumnos hacen ejercicio.
Se construyeron dos comedores, para escuela y preescolar, completamente equipados, donde los alumnos toman sus alimentos sin hacinamiento.
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Aulas remodeladas. Foto cortesía Junta de Educación de la Escuela Carmen Lyra
Se levantaron dos aulas en una parte del terreno que era un guindo y se levantó un muro de contención. Allí se construyeron dos baterías sanitarias “de lujo” para el uso de los alumnos. También, la escuela cuenta con dos casetillas de guarda, un cuarto electrónico para la vigilancia 24/7, y se hicieron, hace dos años, cinco nuevas aulas.
Las paredes siempre parece que están recién pintadas y algunas lucen hermosos murales. Los pasillos brillan, las aulas originales están remozadas, hay jardines y rampas para personas con discapacidad. La escuela cuenta con oficinas administrativas, biblioteca y equipos de cómputo para uso de los alumnos. El desorden y la suciedad son cosa del pasado.
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Los niños también tienen a su disposición en su escuela una clínica equipada, donde se trata la salud bucodental desde kínder hasta sexto grado.
Anneliese López, docente de educación especial de la escuela desde hace 19 años, es una de las que hoy disfruta el centro educativo junto con sus estudiantes.
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Pasillo principal. Foto cortesía Junta de Educación de la Escuela Carmen Lyra
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“La escuela antes tenía como agregados, como hecha a pedazos; aulas pequeñas, pisos feos, canoas que se desbordaban con la lluvia. Inicié en un cubículo compartido con la compañera de educación emocional y conducta y era imposible. Ella y yo compramos un biombo para tratar de tapar vista y sonido. Poco a poco se fueron construyendo aulas y oficinas amplias, es un cambio radical; la escuela tiene pasillos techados, sala de profesores amplia, gimnasio, es totalmente otra”, relató López.
¿Cómo lo logró?
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Estado actual de la Escuela Carmen Lyra, en Alajuelita. Foto cortesía Junta de Educación de la Escuela Carmen Lyra
En síntesis, Mora explicó que todo lo que se ha hecho en esta escuela es gracias a las donaciones que ha gestionado y al manejo e inversión de los superávit del presupuesto de gastos ordinarios de la Junta.
Mora es vecino de Alajuelita, lo primero que donó para cambiar la escuela fueron sus conocimientos, él supervisaba las obras ya que tiene experiencia en construcción y una pequeña empresa de movimiento de tierras.
“Mi interés es que los alumnos tengan una buena calidad de estudio. De ahí salieron mis hijos, uno está saliendo este año de sexto grado y otro que salió de ahí, hoy en día es médico general; otra trabaja en Farmacia en la Caja (Costarricense de Seguro Social) y tengo una nieta que es enfermera. Se trata de sacar frutos, que los niños tengan buena salud, estén tranquilos, estudien bien y con buena alimentación”, expresó el también dirigente comunal.
Para los ¢9 millones que se necesitaban para la construcción de la planta de tratamiento, Mora gestionó, en el 2009, una donación con el Club Rotario de Florida, Estados Unidos, con la ayuda del Club Rotario de Escazú .
Luego buscó una donación de la Dirección Nacional de Desarrollo de la Comunidad (Dinadeco) y la Asociación de Desarrollo de Concepción de Alajuelita para construir el gimnasio que costó ¢52 millones.
El ingeniero de la Municipalidad de Alajuelita les ha donado los planos para las distintas obras.
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Clínica dental de la escuela Carmen Lyra. Foto cortesía Junta de Educación de la Escuela Carmen Lyra
Los comedores, que costaron ambos cerca de ¢32 millones, los construyeron con el superávit que fueron ahorrando en los años. En todos estos años, según Mora, la DIE solo les ha dado ¢9 millones con los que se levantaron dos aulas y el muro de contención.
La clínica dental se construyó con donaciones de los padres de familia y superávit. Por medio de un convenio con la Universidad de Costa Rica (UCR) llegan los doctores a atender a los alumnos.
“Las cinco aulas nuevas hubieran costado cerca de ¢220 millones, si las hubiera hecho la DIE, por toda la tramitología que ellos hacen; nosotros, con superávit de tres años, las construimos en ¢58 millones, con planos donados por la Municipalidad”, relató Mora, quien dijo que él también ha donado pequeños montos de dinero para atender necesidades, pero no quiso decir la cantidad porque, afirma, “lo que hace la mano derecha, no lo debe saber la izquierda”.
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La Escuela Carmen Lyra no tiene director, y es algo común todos los años; actualmente es manejada por el supervisor.
“Durante los 15 años que yo he estado, han sido nombrados 10 directores, pero rápido se van, agarran esta escuela de trampolín para pensionarse, porque como es una escuela 5 (de mucha población) les suben el salario, entonces se pensionan con un nuevo salario”, contó Mora.
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Los pasillos y rampas de la escuela Carmen Lyra siempre parecen recién pintados.