Ya son casi dos semanas desde que corrí mi primera maratón de montaña. Oficialmente una maratón tiene 42 km y 195 metros, y aunque la inscripción de la carrera Moon Run decía 39 km, la entrada de un frente frío y la crecida de un río obligó a los organizadores cambiar la ruta, lo que sumó 3 km más.
Me debía escribir esto. Me preparé durante muchos meses para correr Moon Run 2019. El 2018, me inscribí solo a la de 13 km; digo “solo”, y siento que fueron los 13 km más largos de mi vida.
Todo el 2018 había entrenado para correr entre 10 km y 19 km por salida. Encontraba mucha satisfacción al avanzar muy rápido, y sentir el viento en mi cara y su sonido en mis oídos. Cuanto más rápido iba, más me invadía esa euforia que dicen que sienten los corredores.
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Pero en Monteverde, ese 8 de diciembre del 2018, nunca pude ir rápido. Los 2 primeros kilómetros fueron de asfalto, los 4 siguientes en una selva (por eso se llama Selvatura, supongo) donde la única manera de avanzar era caminando, derrapando, gateando y siempre detrás de alguien. Rebasar a alguien era casi imposible pues los trillos eran demasiado angostos. Despegué al salir del bosque, pero los más experimentados ya estaban muy adelante. Terminé temblando, con esa sonrisa idiota que me sale cuando estoy nerviosa, no fue mi mejor carrera contra el pelotón, pero fue la mejor contra mí misma. Me prometí volver, pero ya no por la de de 13 km ni la de 21 km... quería ir por más. La ultra aún estaba lejos, primero tenía que hacer una maratón, y hacia allá iba.
Sabía que si quería hacer una maratón, no iba a poder ir tan rápido como me gustaba. Una maratón requiere paciencia, paciencia y más paciencia. Para alguien que sufre de ansiedad es un poco complicado entender que si se quiere llegar más rápido se debe de ir más lento. Aprendí a correr sintiendo mis pulsaciones, pero mantener esa intensidad a lo largo de no solo 15 km ni 20 km sino por más 35 km fue lo más difícil. Tuve que resistir. Esa es la clave de hacer fondos largos: resistir.
Durante el 2019 descubrí mejores técnicas para hidratarme, me reconcilié con los carbohidratos de buena calidad, me di cuenta de cuánto disfrutaba una cerveza después de un fondo de 3 o 4 horas, de la felicidad que me brindaba comer sano y, de vez en cuando, un gran pedazo de queque de chocolate.
Llegó el día de Moon Run 2019. No había dormido muy bien durante semanas (mi ansiedad). Me aterrorizaba no acabar la carrera, que mis tobillos no resistieran, o que un mal golpe me sacara de la competencia. La carrera salía a las 10 a. m. Llegué a las 9:45 a. m. Me gusta el ambiente que se genera en la línea de salida, pero esta vez no quería saber quién sería mi competencia. Mi mayor rival era yo misma, y ya me conocía.
Estaba lloviendo mucho, se esperaba mucho frío; yo estaba tranquila. Tenía mis guantes de cuero para apartar las espinas, medias largas y gruesas por si topaba con piedras filosas, y el abrazo de mi esposo siempre en la salida.
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Para correr por más de 6 horas en la montaña, debemos estar un poco (o muy) locos. Todo duele después de los primeros 20 km, pero allí estamos subiendo cuestas, abrazando el dolor de nuestras pantorrillas en cada paso porque sabemos que más allá, a unos cuantos metros más, estará la cima, nos detenemos unos segundos para disfrutar la vista (solo unos segundos son suficientes para compensar lo difícil que fue llegar hasta allí). ¿Qué nos hace correr tanto? Llegar a la cima es una gran razón, retarnos es otra... pero qué más.
Llegué de quinta en la general y primera en mi categoría. Conocí gente maravillosa en el recorrido, que me levantó cuando me caí, que me cobijó cuando pensé que ya no podía seguir.
En la montaña no corremos por premios (casi nunca los hay), corremos porque queremos saber lo que se siente cruzar esa línea en la meta. Moon Run 2019 fue, como dicen, la cereza del pastel de todo lo que hice durante ese año: entrenamientos en mi Parque del Este, en la montaña, en el gimnasio; mis lesiones (que por dicha fueron pocas); y las peleas en mi cabeza sobre por qué sigo entrenando cuando la motivación se esfuma. Dicen que soy muy disciplinada, yo creo que es algo de eso y que también soy muy terca.
Hice mi primera maratón, pero las ultras están esperándome todavía. Y yo me sigo preguntando qué me hace correr, creo que realmente no lo sé... entonces seguiré corriendo hasta que lo descubra.