A la señora de la casa los vecinos nunca la veían y a los dos niños pequeños mucho menos. Según fuentes policiales, el encierro de esta familia se extendió durante dos años, hasta que una educadora encendió luces rojas, cuando percibió que algo anómalo ocurría en esa casa de portón de madera, descuidada y con las ventanas clausuradas.
Desde el viernes, cuando llegaron policías de Fuerza Pública y funcionarios de asistencia social, los vecinos se enteraron de que la mujer de 34 años y sus dos hijos de cuatro y seis años habrían estado viviendo encerrados en un dormitorio, sin acceso a teléfonos y con una alimentación limitada en esa casa en Calle Naranjo, en Concepción de La Unión, Cartago.
El único sospechoso de la posible privación de libertad es la pareja sentimental de la mujer, un costarricense de apellidos Bond Hoffman, de 49 años. Su abogado asegura que los señalamientos que derivaron en la intervención de la Fuerza Pública por supuesta privación de libertad forman parte de una “estratagema” ideada por la madre de los niños, una mujer de nacionalidad hondureña.
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A simple vista, la vivienda parece una más en Concepción de La Unión, Cartago. Ubicada frente a la Iglesia Evangélica Ejército de Salvación y a 200 metros de la escuela Calle Naranjo, la propiedad está rodeada de matas de bambú y protegida por un portón de madera.
La casa muestra signos de abandono: cajas de cartón apiladas, envases plásticos y pañales usados esparcidos por el suelo. A pesar de la apariencia descuidada, los vecinos describen a Bond Hoffman como un hombre educado y sociable. Solo en una ocasión, un residente creyó ver fugazmente a una mujer delgada con un bebé, pero luego de aquel momento, no la volvió a ver.
“Una vez vino el PANI, pero no hicieron nada porque él no salió, le tocaron la puerta y nada”, relató un vecino sobre la única visita de las autoridades a esa residencia.
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El aviso que encendió las alarmas
Fue en la escuela cercana donde se encendieron las primeras señales de alerta. El hijo mayor de la pareja, quien hasta el año pasado asistía con regularidad a clases de preescolar, dejó de hacerlo sin ninguna explicación. Los docentes, preocupados, alertaron a las autoridades.

Cuando la Fuerza Pública llegó a la vivienda, se encontró con una escena inquietante y reportó que la madre y sus dos hijos vivían en condiciones de aislamiento.
Un testigo, que vive a unos 50 metros de la casa, presenció el operativo de rescate:
“Llegaron como 10 policías de la Fuerza Pública, aprovecharon que él venía en moto, lo rodearon y le dijeron: ‘¡Abra la puerta!’. Ahí no le quedó de otra”, relató.
Según este mismo vecino, en el pasado había escuchado detonaciones provenientes de la vivienda. En su momento, Bond Hoffman explicó que se trataba de un intento de robo frustrado, pero nadie pudo confirmar su versión.
Una doble personalidad
En Calle Naranjo, donde predominan casas de clase media alta, los lugareños aseguran que Bond es una persona educada, que incluso trabajó como administrador de unos condominios en las cercanías. Además, relatan que viajaba con mucha frecuencia a Honduras, donde conoció a su pareja, de apellido Jarquín.
El director de la Fuerza Pública en Cartago, Erick Calderón, describió a Bond Hoffman como alguien que proyectaba una imagen amigable en la comunidad, pero que dentro de su hogar era una persona agresiva y violenta.
“El perfil de él era una persona sociable aquí con la comunidad”, explicó Calderón. “Sin embargo, con base en el testimonio de su pareja y lo que observamos tras su detención, quedó claro que dentro de la casa el trato era muy distinto”.

Dentro de la vivienda, la familia estaba confinada en una habitación de apenas tres metros por tres metros, donde compartían una sola cama.
Durante el allanamiento, la Fuerza Pública decomisó varias armas, entre ellas un rifle, un arma blanca y municiones, lo que refuerza la sospecha de que estos objetos pudieron haber sido utilizados para ejercer control sobre la mujer, de 39 años de origen hondureño y sus hijos, procreados con Bond.
Un vecino ejemplar para algunos
León Sánchez Arce, taxista y conocido de Bond Hoffman desde hace años, aseguró que siempre lo ha visto como una persona responsable.
“Salía a comprar bastante comida, el carro venía cargado. Pagaba con tarjeta o en efectivo. Compraba buena leche, porque tenía el chiquito y la chiquita”, comentó.
Otros vecinos también recuerdan haberlo visto con frecuencia comprando alimentos en la pulpería.

“A veces pasaba hasta con seis bolsas de baguette”, recordó una residente de la zona, quien prefirió no identificarse.
Otro vecino lo describió como “una persona a todo dar” por su educación y amabilidad. “Estoy preocupado y con deseos de verlo para preguntarle qué fue lo que pasó”, agregó.

Si en la investigación de este caso se confirma como privación de libertad agravada, este delito se penaliza con penas de prisión de hasta 10 años.
Ante consultas de La Nación, el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) indicó que la intervención es privada y se realizó para garantizar la atención integral de manera coordinada.
Por su parte, el Instituto Nacional de las Mujeres confirmó que se activaron los protocolos para garantizar el bienestar integral de la madre y sus hijos. No obstante, no hay antecedentes de intervenciones previas en ese hogar.