Está dicho que tendrán que pasar quién sabe cuántas lunas para que la leyenda del narcotraficante colombiano Pablo Escobar termine por aplacarse.
El 2 de diciembre se cumplen 25 años de su muerte, supuestamente tiroteado por agentes del Bloque de Búsqueda, creado para darle cacería; sin embargo, el paso de los años no ha hecho más que agigantar el interés por todo lo relativo al oscuro y estrambótico personaje que se convirtió, en los años 80, en una figura noticiosa de calibre mundial, por cuenta de su intrepidez como mafioso y de la inmensa fortuna que amasó como Rey del Narcotráfico.
Esta semana, su historia dio un nuevo viraje cuando su viuda, María Victoria Henao, rompió el silencio que había guardado durante toda su vida, antes y después de la muerte de Escobar, con el lanzamiento del libro Mi vida y mi cárcel con Pablo Escobar, en el que cuenta dramáticos hechos hasta ahora desconocidos y, según asegura, se sincera en las más de 500 páginas del manuscrito, lanzado por la Editorial Planeta en Buenos Aires, Argentina, donde residen, bajo otras identidades, tanto la viuda como los dos hijos de Escobar, Juan Pablo y Manuela.
De nuevo, el libro y las revelaciones han puesto el foco noticioso en Escobar y en su dinastía.
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Y es que, aunque sobran los detractores de la viuda (como la reconocida periodista María Isabel Rueda, cuyo texto publicado el diario colombiano El Tiempo se anexa en este artículo), es un hecho que las confesiones de María Victoria han provocado un inmediato efecto dominó y han abierto diferentes y nuevas aristas sobre la intrigante vida de Pablo Escobar.
La agencia AP realizó una recopilación de algunos de los aspectos más reveladores del libro, por ejemplo, que la viuda de Pablo Escobar asegura que antes de que alcanzara la adolescencia se enamoró perdidamente del hombre que se convertiría en un despiadado capo del narcotráfico, pero dice que se sintió violada cuando, a los 14 años, él la obligó a someterse a un aborto clandestino y que con el tiempo lo vio como un psicópata cruel.
La hasta ahora indescifrable María Victoria se describe en el libro más como una víctima de la violencia del jefe del cártel de Medellín que como cómplice de sus delitos.
En el epílogo, titulado El secreto que guardé por años, habla de cómo fue llevada por Escobar a una clínica desvencijada y se recostó en una camilla mientras una anciana le insertaba varios tubos plásticos en el útero. Dice que no sabía que estaba embarazada y que le dijeron que se trataba de una forma de prevenir un embarazo. En los días siguientes, sufrió dolores intensos mientras expulsaba los restos del feto. Con el tiempo y mucha terapia, escribe, entendió que aquel episodio había sido una “violación”.
El aborto, lo que ni sus hijos sabían
Henao escribe que se sintió “paralizada” de miedo la primera vez que Escobar tuvo relaciones sexuales con ella. “No estaba preparada, no sentía aún la malicia sexual, no contaba con las herramientas necesarias para entender lo que significaba ese contacto íntimo e intenso”.
Hablando sobre el aborto, algo que ella no le había revelado ni siquiera a sus hijos hasta ahora, afirma: “Tuve que conectarme con mi historia y sumergirme en las profundidades de mi alma para encontrar el coraje suficiente que me permitiera revelar el triste secreto que había guardado durante 44 años”.
La viuda cuenta que decidió romper su largo silencio y escribir el libro de 523 páginas con la esperanza de que las jóvenes generaciones de colombianos vean cuánta sangre se derramó en Colombia por el tráfico de cocaína.
Según estima AP, también es un relato apasionante que provee una mirada íntima a la acelerada evolución de Escobar: de ladrón de tumbas a uno de los fugitivos más buscados en el mundo.
La mujer conoció a Escobar cuando ella tenía 12 años. Provenía de una familia tradicional del distrito de Envigado, cerca de Medellín, y desobedeció a sus padres al enamorarse de Escobar, quien le llevaba 11 años y era hijo de un custodio pobre.
Durante un cortejo que llevó al matrimonio cuando Henao tenía apenas 15 años, Escobar la llenó de regalos, como una bicicleta amarilla, y le cantaba serenatas románticas. “Él me hacía sentir que era la princesa de un cuento de hadas y yo estaba convencida de que él era mi príncipe añorado”, escribe.
Sin embargo, desde el comienzo, hubo largas ausencias sin explicación, en parte porque había otras mujeres. A medida que Escobar comenzó a amasar su fortuna, se volvió más manipulador y también más paranoico.
Henao insiste en que ella desconocía los detalles de sus actividades criminales y que escapó del “infierno” de vivir con Escobar creando un mundo paralelo, dedicándose a sus dos hijos y a coleccionar caras obras de arte de artistas como Rodin y Dalí.
El principio del fin
Tras el asesinato en 1984 del ministro de Justicia de Colombia, Rodrigo Lara, a manos del cártel de Medellín, Escobar se fue a la clandestinidad y lanzó una sangrienta guerra, que incluyó el asesinato de un candidato presidencial y la explosión de un avión comercial.
En gran parte de la década siguiente, hasta que Escobar murió en 1993 en un tiroteo con la Policía, los contactos de la familia con el capo de la droga se limitaron a breves visitas a casas de seguridad a las que Henao y sus hijos llegaban con los ojos vendados y era escoltados por el ejército de asesinos de Escobar.
En una entrevista concedida el miércoles a la W Radio de Colombia, Henao comenzó disculpándose con los colombianos por los daños que le causó su esposo a la nación.
Durante la entrevista, se refirió a él todo momento como “Pablo Escobar” y confesó que sentía una mezcla de dolor, vergüenza profunda y desilusión con el hombre que fue el amor de su vida. “Yo elegí soportar todo este dolor por proteger a mis hijos”.
A finales de noviembre de 1993, mientras Escobar asediado por 1.500 policías y soldados élite, Henao comenzó una desesperada busca de asilo con la venia de su esposo, pues ambos temían que los enemigos de Escobar trataran de tomar venganza y mataran a sus hijos.
El portal digital colombiano Las 2 Orillas desgranó, en un artículo reciente, algunos detalles sobre el periplo del escape de la familia de Escobar, que se dio solo unos días antes de la muerte del capo.
María Victoria y sus dos hijos tomaron un avión de Lufthansa rumbo a Múnich porque el gobierno de Helmut Kohl al parecer le había abierto las puertas.
Desde una caleta (escondite) en el barrio San Juan de Medellín, su esposo alcanzó a celebrar. Tener a su familia fuera de Colombia, en Europa, aligeraba las cosas para continuar con su huida perpetua. No solo tenía que escapar de la policía. Los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar) fueron un grupo paramilitar conformado por narcotraficantes que fueron exsocios de Escobar y financiados principalmente por la cúpula del Cartel de Cali, con el argumento de ser perseguidos por Escobar.
Los Pepes estrechaban el cerco con los sanguinarios hermanos Carlos y Fidel Castaño y don Berna (Diego Fernando Murillo Bejarano) a la cabeza; este último había trabajado con el grupo de sicarios de Escobar, hasta que Pablo mató a su jefe “El Negro Galeano”: don Berna se salvó de milagro y se volvió en contra del capo al punto de liderar un poderoso atentado contra la familia de Pablo, en enero de 1988, cuando hizo volar parte del edificio Mónaco, en Medellín.
Los familiares de Escobar, aunque heridos, sobrevivieron de milagro.
Desde entonces, los Escobar Henao habían hecho del último piso de Residencias Tequendama, en Bogotá, su hogar. Con Pablo cercado por todos los costados, ellos tocaron las puertas de 53 embajadas y todas se estrellaban contra su cara. La esperanza estaba puesta en Alemania. Pero cuando estaban a punto de aterrizar en Múnich, el avión tomó inesperadamente rumbó de regreso a Bogotá. El poder del presidente Cesar Gaviria se había hecho sentir. Pablo Escobar desde su caleta en Medellín bramaba de rabia. Se descontroló hasta romper su código de seguridad y llamó insistentemente a su hijo Juan Pablo, no bien supo que su familia estaba de vuelta en Colombia. Firmó entonces su sentencia de muerte.
En una alianza que siempre se ha antojado insólita, el oficial Bloque de Búsqueda y los Pepes se unieron y lograron interceptar a la familia de Escobar. El 2 de diciembre, el otrora poderoso mafioso caía baleado en Medellín.
Con la desaparición de Escobar empezó el calvario para su viuda María Victoria Henao. Durante siete meses, ella permaneció encerrada con sus hijos en Residencias Tequendama, protegida de los Pepes por las mismas autoridades, pero llegó el momento en que el gobierno de Gaviria se declaró sin recursos para seguirlos protegiendo y los presionó para que abandonaran el lugar. En diciembre de 1994 se abrió la primera puerta para salir del país: Mozambique los recibiría si invertían la fortuna heredada en el país africano.
Llegaron tras un largo vuelo con escalas en Lima, Buenos Aires, Ciudad del Cabo y Johannesburgo. El tedioso viaje de dos días les dio tiempo para escoger los nombres de sus nuevas identidades, a partir de una guía telefónica que cargaban. Juan Pablo se bautizó Sebastián Marroquín. María Victoria se llamaría María Isabel. Manuela ahora sería Juana. El entusiasmo de la nueva vida fue breve. La permanencia en Mozambique no superó los cinco días. Un país devastado por una guerra civil no tuvo nada distinto que ofrecerles a un apartamento sin energía eléctrica; la comida escaseaba y la universidad donde estudiaría Juan Pablo era un precario garaje. Regresaron a Colombia donde, por fin, consiguieron ser aceptados por Argentina.
Allí, su intento de llevar una vida relativamente normal fue interrumpido cuando fueron arrestados en 1999 por lavado de dinero. Este 2018 año fueron acusados, de nuevo, de ayudar a un narcotraficante colombiano a esconder dinero en bienes raíces y en un café conocido por sus recitales de tango; el caso está en proceso.
Henao niega las acusaciones y dice que ella y sus hijos son acusados injustamente debido a su antiguo apellido.
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La investigación cambió drásticamente las rutinas de Juan Pablo, quien ahora evita cualquier publicidad. El primogénito de Pablo Escobar concedió hasta octubre decenas de entrevistas para promocionar sus libros o para criticar la versión “lavada” de su padre que, a su entender, daba la serie El patrón del mal.
Si bien en 1999 la viuda de Escobar hasta estuvo presa por el mencionado caso de presunto lavado, la causa fue un montaje que terminó con los acusadores detenidos, incluido un juez. Pero, a casi 20 años de aquel escándalo, los Escobar pueden enfrentar escenarios más complejos.
Mientras el caso judicial contra ellos continúa en los tribunales argentinos, María Isabel atrae (¿o distrae?) la atención al contar su historia.
¿Y Manuela? La hijita de los ojos de Pablo Escobar prácticamente es invisible en Argentina. Quien ahora se llama Juana Marroquín es toda una incógnita para los medios; se dice que vive enclaustrada por decisión propia, en gran parte porque padece obesidad mórbida y eso la avergüenza y la atormenta.
De pequeña, por un tiempo, Manuela fue una de las niñas más ricas del mundo. Su padre chocheaba por ella: aunque María Victoria niega esta anécdota en su reciente libro, lleva lustros circulando la historia de que como Manuela quería un unicornio, Pablo le hizo implantar un cuerno a un pony para complacer a su hijita, pero el animal murió como consecuencia de una tremenda infección que sufrió tras el inaudito implante.
Sea cierta o no esta versión, es un hecho que Escobar se las ingenió siempre para que su hija creyera que las constantes huidas de la familia eran un juego..., hasta que fue abatido en un tejado de Medellín en aquel ya lejano diciembre de 1993.
Manuela tenía 9 años. Hoy, vive presa no solo de la obesidad y la depresión, sino de la sordera permanente en un oído, parte de las severas heridas que sufrió durante el atentado contra su familia en el edificio Mónaco.
María Victoria, su madre, asegura que, en parte, escribió su libro para crear conciencia de que “el delito no paga”. O, mejor dicho, cobra un precio demasiado alto.
¿Víctima o sinvergüenza?
La prestigiosa columnista colombiana María Isabel Rueda, del diario El Tiempo –miembro junto con La Nación de GDA (Grupo de Diarios de América), publicó el texto que sigue y en el que analiza el fenómeno mediático imparable en que se ha convertido Pablo Escobar, esto con motivo del lanzamiento del libro de su viuda, María Luisa Henao.
"El primero en lanzarse al agua a sacarle jugo a ese hechizo fue Caracol TV, con ‘Escobar, el patrón del mal’. Fue una serie rigurosamente histórica, que incluso tenía en su equipo productivo a dos de las víctimas del capo, Juana Uribe, hija de Maruja Pachón; y Camilo Cano, hijo de don Fidel, lo cual garantizaba que no sería una producción apologética. Pero, desde luego, algo de eso es inevitable cuando los protagonistas son grandes criminales, a los que la gente ve desde la sala de su casa cometiendo las más espantosas y exitosas fechorías sin que el castigo final llegue hasta el último capítulo de la serie. Esta producción alcanzó 62,7 % de cuota de audiencia promedio, y fue uno de los estrenos más vistos en la historia de la televisión colombiana y en muchas partes del mundo.
La serie de ‘Popeye’ ya fue un resbalón. Por fortuna, porque ya estaríamos viendo la vida televisada de ‘Boliqueso’, ‘Icopor’, ‘Tomate’, ‘Arete’, la ‘Garra’, ‘Pasarela’, ‘Yuca’, ‘Pinina’ y el ‘Mugre’.
Luego vinieron éxitos mundiales de Netflix, como ‘Narcos’, muy bien producida pero con un pequeño problema: que el actor que hacía de Pablo Escobar hablaba portugués y no era comparable con la personificación impecable y hasta aterradora de Andrés Parra como el Pablo de Caracol.
Por su parte, la amante de Escobar, la presentadora Virginia Vallejo, escribió su propia versión, ‘Amando a Pablo, odiando a Escobar’, que tenía la fascinación de que una historia tan irreal hubiera sido cierta. Que una de las presentadoras más conocidas fuera tantos años la novia del capo más buscado del mundo, a plena luz del día y de las cámaras, y nunca pasara nada.
La versión de Virgina ha sido llevada ahora al cine por los actores Penélope Cruz y Javier Bardem, y quienes ya la vieron me dicen que es un bodrio. Con un guion muy malo que vuelve inverosímil lo que es una historia de la vida real.
Simultáneamente con toda esta explotación audiovisual, la familia de Escobar, en Argentina, con nombres cambiados, ha seguido haciendo su vida, pero en algún momento también resolvió sacarles provecho a los delitos del capo. Su hijo, hoy llamado Juan Sebastián Marroquín, ha escrito dos libros: ‘Pablo Escobar, mi padre’ y ‘Pablo Escobar, in fraganti’. Aunque el perdón que pide en nombre de su padre podría ser sincero, lo ha explotado comercialmente con mucho éxito.
La última noticia fue primicia de La W: que ese gran periodista que es Édgar Téllez le sirvió de ‘ghost writer’ a la viuda de Escobar, hoy María Isabel Santos Caballero, en el libro ‘Mi vida, mi cárcel’. Pero los primeros avances radiales del libro despertaron bastante indignación entre los oyentes por causa de su principal conclusión: “Soporté amantes, desplantes, humillaciones, mentiras, soledades, allanamientos, amenazas de muerte, atentados terroristas, intentos de secuestro de mis hijos, largos encierros y exilios: todo por amor”.
Para muchos, es la disculpa no de una víctima, sino de una señora sinvergüenza que sabía perfectamente que ella y su familia nadaban en ríos de oro precedidos por un chorrero de muertos. Hasta posa en el libro de haberse convertido en “coleccionista de arte” a sabiendas de que el dinero de tal exhibición provenía del narcotráfico. Pide comprensión al lector por no haber abandonado a Pablo. “Me llevaba once años de edad, vestía muy mal, se veía muy bajito a mi lado, usaba fijador lechuga para alisarse el pelo. La lista de peros era larga, pero no me importaba”. Realmente lo amaba y ha decidido hacerlo público en el libro en cuyo último capítulo revela un gran secreto de 44 años que no conocían ni sus propios hijos: la forma brutal como Escobar la hizo abortar a los 14 años.
Por eso, creo que esto no será lo último que sabremos de los Escobar. La vida de la familia en Argentina también tiene sus ribetes cinematográficos propios. María Isabel y su hijo, Juan Sebastián, están a punto de volver a la cárcel –de donde a ella la sacó el nobel de Paz Pérez Esquivel– por un asunto de lavado. La hija, Juana Marroquín, ha sido muy discreta, pero no ha logrado impedir que a los medios se cuelen sus problemas de depresión y obesidad. En cuanto a Juan Sebastián, hoy anda dedicado a dar conferencias sobre el perdón, el diálogo y la reconciliación, después de haber organizado una cita para darse la mano con dos víctimas de su padre: el hijo de Rodrigo Lara y el de Luis Carlos Galán.
Entre tanto… ¿Cuánto demora Netflix en producir su nueva serie, ‘Los hijos de la mafia’?"