
Un martes lluvioso, el fuerte olor a cuero y ganado se sobrepone al leve aroma a desayuno tradicional. Camiones abarrotados hacen fila para descargar cientos de reses que apuñadas, mugen, patean y resoplan. Fornidos sujetos se saludan efusivamente, casi todos con botas vaqueras, sombrero, jeans, cuchilla en el cinturón y camisas de cuadros. La cuenta regresiva está en marcha, con disciplina militar, a las 8 a. m. en punto todos se sientan en las butacas y se enciende un micrófono: “Bienvenidos a la subasta ganadera sancarleña. ¡Comenzamos!”.
Así todos los martes, y todos los jueves también. Cientos de reses son subastadas dos veces a la semana en San Carlos y en muchos otros lugares del país. El dinero se mueve sin cesar, basta con alzar la mano para pujar, y estos ganaderos ni pestañean, están acostumbrados a su negocio. Frente a las butacas, tres pequeños corrales en los que “desfilan” las reses que seducen al mejor postor.
Estos corrales están equipados con una romana, de manera que basta con que la novilla ingrese para que una pantallita roja muestre el peso del animal en tiempo real. Esto es crucial, ya que las reses se subastan por kilo. Así las cosas, los ganaderos asisten equipados por simples calculadoras para estimar su inversión: ¢1.610 por kilo, en un animal de 622 kilos, representa una inversión de ¢1.001.420 por parte del comprador número 319. Estos datos son verídicos, Revista Dominical asistió a la subasta del martes 22 de julio.

Sobre los corrales, una pantalla va mostrando, una por una, los datos de cada res que se subasta: número de res (que se coloca con un sticker en el lomo del animal), kilogramos, precio de venta por kilo, y número de comprador. Este número es precisamente el que tiene cada ganadero en una tarjeta que levanta cuando quiere sumarse a la puja.

Son cientos, sino miles la cantidad de terneros, novillas, toros, vacas y búfalos que se venden cada semana solo en la subasta ganadera de San Carlos. Los remates más conocidos en este cantón norteño son dos: el organizado por la Cámara de Ganaderos, y el de Luis Ángel “Kiko” Alfaro, al que asistió RD y cuyo dueño tuvo roces con el presidente Rodrigo Chaves recientemente.
En diciembre del 2024, mientras se refería al proyecto del gobierno para aplicar areteo al ganado, Chaves se refirió a Alfaro: “Don Kiko, usted sabe que yo sé, ¿verdad, don Kiko? Uno de los financistas más grandes de Figueres”, dijo el mandatario en tono amenazante.
En esa ocasión, el presidente afirmó que solo tres tipos de personas se oponen al areteo: los que contrabandean ganado, los que lavan plata en las subastas, y los que roban ganado. “Aquí en las subastas agarran la misma vaca y la subastan 10 veces, ¿para qué? Para lavar dinero del narcotráfico”, aseveró Chaves.
Kiko Alfaro respondió a los señalamientos del presidente.
“Existen 24 subastas en nuestro país, de las cuales este servidor representa únicamente 7. La subasta es una herramienta para los ganaderos, que hace 40 años vendían el ganado por lo que les pagaran, pero hoy vienen a la subasta y se llevan su plata de inmediato. No entiendo cómo se puede hacer lavado de dinero vendiendo ganado en las subastas, a cualquier ser humano lo golpea que lo acusen de esta manera”, reclamó Alfaro en un video publicado en redes sociales.
Alfaro atendió brevemente a RD este miércoles 3 de setiembre y explicó que Rodrigo Chaves lo atacó porque “le metieron carbón” diciéndole —falsamente— que él no estaba de acuerdo con el areteo de ganado. “Yo no estoy en contra, tengo mi criterio, tengo 44 años en este negocio, pero él tiene sus amigos y tiene que hacerles caso”, acotó.
“Don Kiko, usted sabe que yo sé, ¿verdad, don Kiko? Uno de los financistas más grandes de Figueres”
— Presidente Rodrigo Chaves

Así funciona el negocio
Hay muchos motivos por los que una ganadero puede enviar sus reses a la subasta. Algunos mandan a las vacas lecheras que ya terminaron su vida útil, otros crían toros únicamente para producción de carne, incluso, los vaqueros pueden mandar un toro demasiado agresivo e indómito que “echa a perder” a su hato.
Una vez sentados en sus butacas, a los compradores les importa poco los motivos del vendedor. Un análisis visual a unos 8 metros de distancia basta para que el ojo especialista decida si se anima o no a pujar por cada animal. Algunos aspectos a valorar son la edad de la res, la raza, la composición ósea, la gordura, el estado físico, el peso y, por supuesto, que el precio no escale demasiado.
Para subastar un animal, el ganadero debe cumplir ciertos requisitos: antes siquiera de que la res salga de la finca, es necesario llenar un documento guía expedido por el Servicio Nacional de Salud Animal (Senasa) exclusivamente para cada productor.
Este formulario incluye los datos del productor, del transportista y de la subasta destino. Se debe detallar el tipo de animal que se comercia y el fierro oficial de la finca (registrado en Senasa). No obstante, no se requiere ningún número único de identificación del animal, porque no existe.
Una vez el ganado llega a la subasta, un veterinario lo inspecciona para descartar problemas o enfermedades; si el animal padece una renquera o tiene alguna lesión permanente, esto se detalla en los documentos. Si tiene alguna enfermedad grave, se le descarta de inmediato.
Si el veterinario lo ordena, una vez el animal es subastado, el dinero permanece “embargado” durante algunos días a la espera de que el comprador certifique que no tuvo contratiempos; cuando esto ocurre, el dinero se gira al vendedor.
Un animal sin fierro debidamente colocado y registrado no se subasta. Tampoco se vende si no tiene documento guía, si el vendedor no tiene el certificado veterinario de operación o si tiene alguna infección cutánea o enfermedad.
Si la res supera todos esos filtros, pasa a la subasta, que es tal como cualquiera se la puede imaginar: escandalosa, con portones de acero que se cierran y se abren estruendosamente sin cesar, camiones que no paran de llegar y descargar ganado aún horas después de que comienza la refriega.

El “cantante”, cómodamente sentado en una sala justo encima de los corrales, pone atención a cada mano levantada y narra con verbo veloz y robótico los ofrecimientos de los pujantes. A muchos los conoce, pues son clientes habituales.
La contienda es frenética, algunas vacas o terneros no permanecen más de 30 segundos en el “corral romana”, donde por unos instantes acaparan la atención de todos los ojos en la sala. Cuando terminan, dos vaqueros equipados con un palo de dos metros punteado en un extremo las punzan levemente para hacerlas avanzar: la fila es larga.
El recinto de la subasta es abierto, relativamente pequeño, con espacio para algunas decenas de personas en graderías de dos niveles. El nivel superior, al que se accede por unas escaleras a un costado del salón, colinda con el restaurante La Subasta, ubicado en el segundo piso de la fachada del establecimiento. De esta forma, los ganaderos pueden pedir un apetitoso desayuno o un potente almuerzo sin despegarse de su objetivo principal, las reses.

Y sí, como lo señaló Alfaro, la subasta es una forma que tienen los productores para acceder a dinero de forma casi inmediata, en especial en época de “vacas flacas” —nunca mejor dicho—. Una vez su res se vende, el ganadero puede acudir de inmediato a la oficina administrativa a reclamar su dinero en cheque o transferencia bancaria, incluso antes de que la subasta concluya.
Por tanto, la administración paga al productor aunque el comprador todavía no haya abonado la suma prometida (quizás el comprador aún esté en las butacas, olfateando su próxima inversión). Eso sí, la subasta recibe una comisión del 4% del total de la venta (este porcentaje depende de cada administración).
Como las reses no tienen ningún número de identificación único, pueden volver a traerlas a la subasta en cualquier momento, y pasarán inadvertidas. Nada impide que usted compre una novilla en ¢300 mil y, con mucha suerte, la venda algunas semanas después en ¢400 mil, ya sea en la subasta o un matadero privado.

Ese es el negocio para algunos de los asistentes, a quienes en la jerga les llaman “choriceros”. Otros compradores son ganaderos que desean ampliar su hato, o carniceros que buscan un buen precio por kilo.
Cada quien compra de acuerdo a su giro de negocio. El “engordador” de ganado prefiere las reses delgadas para aumentar el peso en poco tiempo y sacar ganancia. El carnicero compra animales con “poco hueso” para que cada kilo pagado sea de carne. Para el “choricero”, con pagarse el flete, el resto es ganancia. Otros compran vacas sanas a buen precio para revenderlas a las fincas ganaderas.
Así, cientos de animales al día, todos los martes, todos los jueves, y es imposible identificar si el mismo animal pasa por los mismos corrales varias veces en un solo mes… Hasta ahora.

Areteo, un motivo de discordia
El gobierno de Rodrigo Chaves ha sido enfático en impulsar el proyecto para la trazabilidad bovina, conocido como “areteo”. Esta iniciativa obligaría a colocar a cada bestia un número de identificación único, para facilitar el rastreo y seguimiento de cada res. El hato completo de ganado bovino en Costa Rica se estimaba en 1,5 millones de reses en 2022.
Según el Ejecutivo, esta medida permitiría acceder a nuevos mercados de exportación y reducir el contrabando y robo de ganado, cuyas pérdidas se estiman en ¢40.000 millones anuales. Además, se creará un registro de fincas, productores y ganado mediante geolocalización, con ayuda de un arete electrónico que se colocará en la oreja de los animales.
Cada arete con geolocalizador tiene un costo aproximado de $2, aunque, quienes lo prefieran, pueden optar por un dispositivo intrarruminal, que cuesta $3 y se le hace tragar al animal para que se aloje en el estómago —esto no omite la colocación de un arete físico con número—.
Especialistas, como el ingeniero agrónomo Rodolfo Wing Ching, han explicado a La Nación que la trazabilidad garantiza un mayor control y seguridad para los consumidores, productores, industria e intermediarios, ya que permite conocer el origen del semoviente, las prácticas sanitarias aplicadas y el manejo.
LEA MÁS: Gusano barrenador ‘es algo que no va a irse este año’, asegura jerarca del MAG

El ministro de Agricultura y Ganadería, Victor Julio Carvajal, dijo en 2024 que el gobierno invirtió casi $1,3 millones en la compra de 170 mil aretes que serían colocados en fincas con menos de 25 animales como parte de un plan piloto, así como la implementación de nuevos módulos en la plataforma digital utilizada y la compra de areteadoras y lectores.
Este martes 2 de setiembre, el jerarca reportó que se han colocado 200 mil aretes, lo que representa poco más del 13% del hato nacional en cifras del 2022. Solo en el mes de agosto se identificaron 35.000 animales, explicó Carvajal.
Según datos de enero del 2024, Costa Rica produce alrededor de un millón de toneladas métricas de leche y 85.000 toneladas métricas de carne al año, con exportaciones de este producto que rondan los $150 millones. Para el gobierno, el areteo permitiría incrementar las ventas hacia Europa.
LEA MÁS: Gusano barrenador registra mayor incidencia en regiones Huetar y Brunca
El plan del Ejecutivo avanza, pero no sin generar discordia. Lo que el Ejecutivo presenta como un proyecto moderno con el potencial de impulsar la industria agro, para algunos ganaderos no es más que una traba burocrática más que en poco o nada ayudará realmente a sus quehaceres diarios en la finca.
Así lo relataron algunos productores a Revista Dominical, quienes prefieren mantener su nombre en anonimato para no comprarse problemas ante el gobierno ni las subastas.

Uno de los principales y más recordados hitos de enfrentamiento entre ganaderos y el gobierno se dio a finales de noviembre del 2024, durante una gira del presidente Rodrigo Chaves por Los Chiles de Alajuela, al norte del país.
En esa ocasión, un grupo de ganaderos manifestó su inconformidad con el proyecto de trazabilidad. Uno de los finqueros le dijo al mandatario que necesitaban una reforma legal. Ante esto, Chaves respondió: “Vea, a mí lo que me dicen nada más –y yo porque soy amigo suyo se lo voy a decir viéndolo a la cara– es que los únicos que no quieren areteo es la gente que está trayendo ganado (ilegalmente) de Nicaragua”.
Otro ganadero alegó que el 85% de los pequeños y medianos productores no soportarían la medida y optarían por la desobediencia. A él, Chaves le respondió: “Entonces, ¿sabe qué? En la desobediencia, ahí nos vemos, en la cárcel” y de inmediato le agregó: “A mí no me amenaza” y se alejó de ellos.
“Los únicos que no quieren areteo es la gente que está trayendo ganado (ilegalmente) de Nicaragua”
— Presidente Rodrigo Chaves
“Los que lavan plata en subastas”
Es innegable que la inversión en ganadería es una de las preferidas por el crimen organizado. Ejemplo de esto es el caso Fénix, destapado en febrero del 2022 y considerado el caso de lavado más grande de la historia de Costa Rica.
Una presunta organización criminal utilizaba múltiples negocios, entre ellos el ganado, para lavar dinero proveniente del narcotráfico. A esta agrupación se le incautaron ¢5.155 millones en efectivo, entre dólares y colones. Adicionalmente, en Pérez Zeledón, se confiscaron 1.256 cabezas de ganado que fueron subastadas y los ¢941 millones recaudados también fueron embargados. 25 acusados irán a juicio.
En esa ocasión, el entonces fiscal Olger Calvo explicó al semanario Universidad que la ganadería es un negocio lucrativo y de ágil flujo de dinero, por lo tanto, es una actividad considerada “de alto riesgo” para el lavado de capitales.

Calvo, que investigó el caso Fénix hasta agosto del 2023, explicó a Revista Dominical que en la ganadería es fácil convertir activos en dinero líquido. Por esto, funciona como una especie de “depósito de valor”.
“Yo voy, compro un lote de ganado con efectivo proveniente del narco, meto ese ganado en una finca, a los tres meses lo llevo de nuevo a la subasta, lo vendo, y ese dinero en transferencia bancaria ya viene limpio, justificado, porque puedo decir que viene de mi actividad financiera de ganadería. Ese es el efecto carrusel”, explicó el especialista.
Pese a esto, en enero del 2022 Calvo declaró que “de momento” no investigarían las subastas ganaderas. “Nosotros no investigamos actividades, solo investigamos hechos; de momento no tenemos un plan de investigar a las subastas”, agregó el fiscal.
Actualmente, el exfiscal sostiene su opinión de entonces, pero argumenta que debería haber más supervisión sobre las subastas ganaderas, ya que estos negocios no están obligados a hacer reportes de operaciones sospechosas, o a notificar sobre “nuevos ganaderos repentinos”.
“La justicia penal actúa cuando se consuma un delito, pero las subastas deberían hacer reportes de operaciones sospechosas como lo hacen las actividades financieras, los casinos, los fideicomisos, entre otros”, argumentó.

Otra investigación que ejemplifica el lavado de dinero mediante la ganadería es el caso Venus, según el cual, las subastas ganaderas habrían sido utilizadas como fachada para legitimar capitales.
Las pesquisas de este caso incluyeron 20 allanamientos simultáneos en diferentes puntos del país, entre ellos, una subasta en Bagaces, Guanacaste. El principal sospechoso, un hombre guatemalteco con antecedentes penales, tras salir de prisión habría mostrado un abrupto crecimiento económico sin fuentes lícitas que lo justificaran.
La realidad es clara respecto a lo que ocurre en Costa Rica: el ganado se ha convertido en los últimos años en un medio utilizado por el narco para lavar dinero. Esto es un hecho incontrovertible.
Así lo reconoció en diciembre del 2024 el entonces director del Instituto Costarricense sobre Drogas (ICD), Fernando Ramírez. Las facilidades para realizar transacciones en efectivo y los vacíos legales para rastrear operaciones sospechosas hacen de los bovinos una inversión seductora para los criminales.
LEA MÁS: El expediente poco conocido de Diablo: de presunto ladrón de ganado al narco más buscado
La caja de pandora se destapó en 2019, cuando el ICD recibió por primera vez 265 cabezas decomisadas a un grupo criminal. Desde entonces, lo que era inusual se volvió común y las reses hacen fila.
En 2022 se decomisaron 1.263 cabezas de ganado, lo que representó ingresos por más de ¢1.000 millones al ICD por la venta de estos animales. El segundo año con más decomisos es el 2024, con 1.090 animales, número que podría ser más alto pues no se incluyen los datos de diciembre.
Como es usual en el narcotráfico, las estrategias se importan de países “de avanzada”. En 2021, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), alertó sobre cómo los narcotraficantes compran inmuebles usados, lotes y fincas en zonas alejadas y con poco control estatal, con el fin de deforestar, sembrar pasto de alta calidad, incluir abonos y comprar ganado para ocupar estos terrenos.
“Esta actividad económica termina siendo de alta favorabilidad y preferencia por parte de los narcotraficantes”, señaló Ramírez a La Nación en diciembre. El entonces jefe del ICD (destituido en julio) comentó que las subastas de ganado propician el lavado de dinero debido a que estas se realizan solo con efectivo.
“Hay una puja inmediata y entonces usted llega y ofrece tanto por un toro, por ejemplo, y nada más después va y paga en efectivo en la caja y nadie le preguntó de dónde proviene ese dinero”, afirmó.

El 5 de diciembre de 2024, el Poder Ejecutivo presentó en la Asamblea Legislativa un proyecto de ley para obligar a que la subastas ganaderas y las compraventas de vehículos a reportar las operaciones sospechosas superiores a los $10.000. No obstante, la iniciativa fue archivada en abril tras recibir un dictamen negativo en la Comisión de Seguridad y Narcotráfico.
El Ejecutivo presentó nuevamente la propuesta el pasado 5 de agosto, aunque, según explicó Fernando Ramírez, se realizaron algunas correcciones y adiciones sugeridas por los congresistas. Se espera que la propuesta avance.
“Hay una puja inmediata y entonces usted llega y ofrece tanto por un toro, por ejemplo, y nada más después va y paga en efectivo en la caja y nadie le preguntó de dónde proviene ese dinero”
— Fernando Ramírez, exdirector del ICD
La Corporación de Fomento Ganadero (Corfoga) respalda la iniciativa; sin embargo, su director ejecutivo, Luis Diego Obando, indicó que han analizado si las subastas de verdad operan principalmente con transacciones en efectivo, y la conclusión fue que no.
“El ganadero paga por transferencia bancaria, con un cheque o alguna otra metodología, inclusive con tarjeta, con lo cual evita el efectivo. Sí se dan compras en efectivo, pero es cuando un ganadero lleva a vender tres y compra uno; lleva a vender cinco y compra algún ternero o alguna vaca que ve de oportunidad. Pero estamos hablando de transacciones de ¢1 millón, ¢800.000, transacciones pequeñas”, explicó Obando.
Además, el líder de Corfoga aseguró que el sector ganadero, en particular las subastas, presenta informes anuales al Ministerio de Hacienda, en los cuales se detalla la identificación y los nombres de las personas físicas o jurídicas que participan en la compraventa de animales.
La ganadería es un negocio centenario en Costa Rica, y las subastas ganaderas son una herramienta para que miles de productores de carne y leche conviertan sus activos en dinero líquido. Estas actividades son tan lícitas como necesarias. Sin embargo, al igual que muchas otras profesiones en el país, la ganadería está siendo infiltrada por el narcotráfico y el lavado de dinero, y esta parece una bestia demasiado difícil de domar.
LEA MÁS: Hermanos presos por narco usaron ganadería de mampara

