Recordar a su hija Fernanda recién nacida en sus brazos, tomando el sol en el patio de su casa, fueron los momentos de inspiración de la montañista Ligia Madrigal Moya. Este lunes 3 de junio narró su experiencia de alcanzar la cima del monte Everest.
La atleta de aventura, quien fue la primera costarricense en alcanzar los 8.848 metros sobre el nivel del mar (msnm), el pasado 22 de mayo, explicó los momentos de temor y peligro que tuvo que vencer el ascenso hasta la cima del mundo.
Madrigal contó que su momento más dramático fue cuando cayó en una grieta durante el ascenso y quedó suspendida de una mano, mientras su sherpa buscaba cómo salvarla de caer al vacío.
“Esto no se lo conté a mi esposo (Federico Escalante). Cuando iba escalando en la primera rotación en el Glaciar del Khumbu, alguien jaló una cuerda y caí al vacío. Quedé suspendida de una mano y pensé que hasta allí iba a llegar, pero el sherpa me salvó. Cuando me sacó, le dije: ‘Gracias por salvarme la vida’. Después de un rato de continuar, lloré. Sabía que estuve muy cerca de morir,” comentó Madrigal.
La intrépida atleta nacional indicó que aquellos momentos dramáticos, suspendida por una cuerda mientras su acompañante la auxiliaba, también fueron instantes que la hicieron reflexionar y tener claro que las dificultades que se le presentaban en el camino eran los mejores alicientes para emprender el ataque final a la cumbre con confianza y determinación.
“Fue algo inesperado. Uno siempre escucha lo que pasa cuando alguien cae en una grieta. En el momento sentí un gran susto, pero rápidamente se resolvió la situación y creo que fue algo positivo, porque me dio mucha confianza en mí misma, reaccioné bien. El sherpa me dijo que no perdí la calma y, a pesar de apenas conocerlo, me rescató de una manera profesional, lo cual hizo que yo creyera más en mí misma”, declaró Madrigal.
Ligia reflexiona sobre aquel momento que pudo cambiar toda su historia y cómo le pudo sacar provecho al instante de mayor desafío y peligro que vivió en la montaña más alta del planeta.
“Me dije, pasó lo peor que podía pasar y lo sobreviví de buena manera. Además, me di cuenta de que el sherpa estaba allí para mí y me rescató, lo cual creó un vínculo de mucha confianza. Me hizo ver que podía reaccionar en situaciones así y salir adelante”, manifestó Madrigal.
La diseñadora gráfica de profesión comentó que durante su travesía pudo escuchar avalanchas que ponían en riesgo su ascenso, y no dejó de sentir temor, pero la confianza que le dio su guía fue importantísima para retomar la confianza y no darse por vencida a pesar del cansancio.
Ligia Madrigal narró su amanecer en la cima del Everest
Aunque Ligia aseguró que muy difícilmente subiría otra montaña de 8.000 msnm, la experiencia de alcanzar la cima del mundo la cautivó y parece transportarse a aquel momento mágico cuando lo recuerda.
“De pronto la cumbre del Everest se abrió ante mí. Fue más grande de lo que pensé. Creía que era algo incómodo, pero en realidad es amplia. Observé las banderas y los escaladores que también habían llegado. Me dije, ‘no puede ser, esta es la cumbre del mundo y estoy aquí’. Solo miraba de un lado para otro y no podía decir nada de la emoción”, relató Madrigal.
Entre la realidad y la ficción, la costarricense de 51 años relató la experiencia que la dejó marcada de por vida en su impredecible aventura.
“Calculamos llegar a las 7 a. m., pero logramos la cumbre a las 5:30 a. m. Me sentía muy bien. El sherpa me dijo que esperáramos el amanecer, y eso fue increíble. Me dije ¡wow! Empezó a salir el sol y me di cuenta de que las nubes estaban más abajo que nosotros. Solo se miraban los picos de las montañas de 8.000 metros. Fue un momento mágico, no podía creer que estaba viendo un amanecer en la cima del mundo. No lo voy a olvidar en mi vida”, dijo Madrigal.
En aquel instante de éxtasis, el sherpa que la acompañó le recordó a la costarricense que muy pronto debían empezar el peligroso descenso.
“Me decía ‘Licia, Licia’, porque no podía pronunciar la ‘G’; ¡picture, picture! Estando arriba no pude decir ningún discurso. Simplemente, observaba aquel majestuoso escenario. Me quise quitar la máscara de oxígeno para al menos salir sonriendo, pero el sherpa me decía: ‘No se la quite porque se puede morir, estamos a más de 8.800 metros’. Poco después empezamos a bajar”, confesó Madrigal.