La Selección de Costa Rica vivió una noche de espanto ante Haití y quedó a punto de consumar el peor fracaso de toda su historia.
Desde que los Chaparritos de Oro pusieron a Costa Rica en el mapa futbolero internacional, con una gran actuación en el Panamericano de México 1956, no se veía un desastre de tal magnitud: la posibilidad de quedar fuera en el Mundial de 48 selecciones. El Mundial donde aparecerán las banderas de Uzbekistán, Jordania, ¡Cabo Verde!
¿Han oído hablar de Cabo Verde? Es una isla frente a las costas de África donde apenas viven 550.000 personas. Pues ahí estará, en el Mundial 2026.
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Es cierto que antes de la leyenda de Italia 90 ni siquiera íbamos a las Copas del Mundo. Por eso los Chaparritos llenaron de orgullo al país; en medio de carencias, se les plantaron a potencias del continente y pusieron el nombre de Costa Rica en el firmamento. Desde entonces, y hasta el inolvidable verano italiano, el balompié tico se manejó a punta de modestias y hazañas de consumo doméstico.
Era otra época, con apenas uno o dos cupos para la Concacaf en los mundiales y una Selección de Costa Rica artesanal y de condiciones mínimas.
México nos ganó 7-0 dos veces en 1975, con pocos meses de diferencia. Sin embargo, no había Proyecto Gol, ni aviones privados, ni nutricionista, psicólogo, entrenador de porteros, analista de video y una guarnición de asistentes técnicos, como ahora. En aquellas décadas de la prehistoria, el entrenador cumplía todas esas funciones (menos video, porque no estaba disponible), y a lo mucho tenía un médico o un masajista empírico que curaba todas las lesiones con un tarrito de Zepol.
Para la década de 1980, el fútbol de Costa Rica acudió a dos Juegos Olímpicos, peldaños fundamentales rumbo al profesionalismo. Pero todavía estábamos lejos de las condiciones actuales: el día que la delegación salía para Moscú 80, dos jugadores casi pierden el avión porque se fueron de fiesta la noche antes en el centro de San José (bueno, perdón, eso todavía sigue pasando en el fútbol tico).
La Selección de Costa Rica que viajó a Curazao en chárter tenía todas las facilidades de primer mundo para dar un golpe certero rumbo al 2026. Además, contra un equipo que ni siquiera puede jugar en su propio país, dado el clima de violencia política y social que imponen las pandillas y que el estado no puede controlar.
Ahí, en un estadio donde los dos equipos eran visitantes, el entrenador Miguel ‘Piojo’ Herrera cometió todos los errores posibles de lectura:
- Dejó en banca a Manfred Ugalde, un delantero determinante que venía haciendo gran mancuerna con Alonso Martínez. El argumento era que Manfred tenía amarilla y había que cuidarlo contra Honduras. En una eliminatoria, lo que importa es el partido de hoy y mañana se verá. La otra excusa, que Ugalde hizo un viaje muy largo desde Rusia, es tan increíblemente ridícula que ni siquiera vale la pena comentarla.
- Dejó a Orlando Galo en banca, nada menos que su mejor volante. En su lugar, puso al veterano Celso Borges y a Aarón Murillo. Ninguno de los dos está en capacidad de echarse al hombro una zona tan delicada del campo. Para cuando Galo entró, ya Haití había aprovechado para entrar a la cocina y servirse un coctel.
- Al final, ¿las jugadas de bola muerta no se entrenan? Por lo visto en este partido, la respuesta parece ser negativa.
- Las malas decisiones continuaron en la banda derecha, con un Haxzel Quirós que nunca estuvo a la altura. Es cierto que en la cancha la responsabilidad es de los jugadores, pero el entrenador tiene que asegurarse de elegir a los que realmente anden en un buen momento.
Queda una pequeña ventana para tratar de solucionar el desastre, pero implica algo que Costa Rica ha hecho muy poco hasta ahora: ganar. En cinco partidos solo registra una victoria, ante Nicaragua y en casa. Además, dependemos de otros marcadores; por ejemplo, que Haití no pueda derrotar a los pinoleros.
También existe la opción del repechaje, que está sujeta a otra carambola de marcadores. Hasta este momento, la posibilidad más grande es que Costa Rica se quede fuera del Mundial, por primera vez desde el 2010 y justo cuando la puerta de entrada es más ancha que nunca.
Desde que los Chaparritos de Oro pidieron permiso en el trabajo para irse a jugar con la Selección al Panamericano de México, y llenaron de gloria al país en 1956, no se había visto una debacle semejante en el país que hace no mucho quedó de primero en un grupo con tres campeones del mundo. ¿En qué momento nos vinimos a pique?
