Redacción
Nadie silba a Michael Umaña, quien parece inmune al odio de las gradas incluso cuando vistió la casaca de los cuatro grandes. Ayer fue despedido entre elogios por la dirigencia brumosa, pese a que deja el club después de apenas tres fechas de torneo. El zaguero se enrumba a Irán, en donde jugó después del Mundial de Brasil, en el 2014.
La fórmula del "ex", que tanto anticuerpos provoca, no ha dañado al zaguero, que primero jugó con Herediano (2003-2005), después saltó al Saprissa (2012-2014), luego a Alajuelense (2016) y por último a Cartaginés (2017).
En esta última etapa apenas si se adaptó, pues había una cláusula en el contrato que le permitía dejar la institución si salía una oferta en el exterior, de un club que estuviera dispuesto a pagarle al equipo.
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Así sucedió. El futbolista de 35 años se dirige al Parls de Teherán. Jugará allí durante un periodo de un año. Su salida le significó un ingreso económico al Cartaginés, que no quiso revelar el monto.
"He intentado dar lo mejor de mí con cada camiseta que me he puesto. Fui titular casi siempre cuando estuve en el Persépolis de Irán y creo que eso me abre las puertas de nuevo", afirmó Umaña.
En su prematura despedida, Umaña fue aplaudido por la feligresía brumosa. El zaguero le ganó un trabonazo al santista Kenny Cunningham y esto le bastó para llevarse los aplausos.
En su larga carrera, es poco habitual ver que sea el más aplaudido, pero tampoco lo silban. Es el típico jugador de perfil bajo que no fue chiflado ni cuando visitó la Cueva siendo manudo, ni al ir al Rosabal Cordero como morado.
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Casualmente, el éxtasis de las celebraciones lo vivió desde otra trinchera, al ser el cobrador del quinto penal de Costa Rica ante Grecia en los octavos de final. Umaña lo mandó a la red y Costa Rica entera lo gritó.
En los clubes se le reconoce por ser el típico cumplidor, el que casi no se equivoca. La apuesta segura ante los problemas más agudos de las defensas.
A la Liga, por ejemplo, llegó para suplir a Johnny Acosta, despedido por la institución.
Es la antítesis de José Guillermo Ortiz, a quien el Estadio Alejandro Morera Soto chifló desde que pisó la cancha híbrida, al mismo tiempo que Umaña jugaba con bastante tranquilidad en el Fello Meza.
La única polémica que se recuerda de Umaña se produjo en las oficinas, lejos de las gradas, cuando no le contestó las llamadas telefónicas al presidente Fernando Ocampo cuando la Liga quería renovarlo.
El dirigente cuestionó la actitud del futbolista, a quien luego decidió no buscar más.
Así acabo en Cartaginés, en donde le rindieron pleitesía, casi como si fuera un ídolo. Le dijeron que tenía las puertas abiertas para cuando decidiera regresar al país e insistieron en que su aporte en el vestuario no tenía precio, pese a que solo jugó tres partidos con el club de la Vieja Metrópoli.
Fue el único conato de bronca que se recuerda del zaguero en Costa Rica, de pocas palabras polémicas en su vida y alejado de los focos de las cámaras siempre que le fue posible.
Desde el técnico Javier Delgado hasta el jerarca Luis Fernando Vargas alabaron su estilo elegante para abandonar el equipo (se marcha dejándole dinero a un club que mucho lo necesita).
Se va solo para Irán, al igual que lo hizo la primera vez. Le gusta medir el terreno y luego llevarse a su familia.
Lo menos que tiene es temor. Después de jugar en 10 equipos distintos, tres del exterior, le entusiasma la idea de dar el salto y aprovechar la cola de su carrera para vivir otra experiencia.
Sí estará lejos de la Sele, después de jugar la Copa Oro y tras llegar al partido 100 con la Nacional.
"Mucha gente tiene ideas erradas de Irán y piensa que es peligroso, que no se puede salir a la calle, que uno tiene que andar tapado, que su mujer no puede salir a la calle y en realidad no es así. Es muy seguro, de gente buena y decente, que aún con una cultura diferente, uno se puede adaptar", concluyó el zaguero.