La inestabilidad ha sido una constante en el gabinete de Rodrigo Chaves desde el inicio de su mandato. Sin embargo, en los últimos siete meses, la renuncia de 12 altos funcionarios ha estado claramente vinculada a cálculos electorales de cara a los comicios nacionales del 2026.
La primera salida masiva ocurrió el pasado 30 de enero, cuando la Casa Presidencial anunció la renuncia de cuatro ministros y una presidencia ejecutiva. Las bajas se oficializaron un día antes de que venciera el plazo legal para que jerarcas interesados en aspirar a la presidencia o vicepresidencias de la República dejaran sus cargos.
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De forma similar, este miércoles 30 de julio, se concretaron siete renuncias más: las del primer vicepresidente de la República, cuatro ministros y dos presidentes ejecutivos. Estas ocurrieron también un día antes de que expire el plazo definitivo para que los miembros del Poder Ejecutivo dimitan, en caso de pretender postularse a una diputación.
Ambas situaciones fueron anunciadas en una conferencia de prensa oficial, organizada por la Casa Presidencial y dirigida por el mandatario.
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Para el analista político Rotsay Rosales, esto se explica por “la campaña electoral permanente del presidente, muy al estilo de los gobiernos de corte autoritario y neopopulistas en el mundo, que aprovechan cada espacio y cada ocasión para realizar actos cuasi proselitistas desde el privilegiado escenario del Poder Ejecutivo y la Presidencia”.
En el espacio celebrado este miércoles, Chaves alegó que los jerarcas renunciaban para dedicarse a otras “maneras de servir a la patria”, pero “siempre dentro del ámbito de sacar al país adelante”.
Al respecto, el politólogo Sergio Araya declaró a La Nación que la diferencia de estos dos eventos, en comparación con lo que ha ocurrido en otras administraciones, tiene que ver con la forma y el volumen de las salidas.
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Antecedente
Datos del Programa Estado de la Nación (PEN) señalan que el ejemplo más cercano ocurrió durante la segunda administración del presidente Óscar Arias (2006-2010), del Partido Liberación Nacional (PLN).
Bajo ese gobierno, renunció la entonces primera vicepresidenta y ministra de Justicia, Laura Chinchilla Miranda, para aspirar a la presidencia de la República en los comicios del 2010.
También, dimitieron los entonces ministros de Hacienda, Trabajo y Turismo, Guillermo Zúñiga, Francisco Morales y Carlos Ricardo Benavides, respectivamente, así como la jerarca de Justicia, Viviana Martín, quien había llegado a ese puesto en sustitución de Chinchilla.
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Zúñiga, Morales y Martín abandonaron el Poder Ejecutivo para luchar por una curul en el Congreso (Morales no lo logró), mientras que Benavides se integró al comando de campaña de Chinchilla.
No obstante, lo tradicional es que las renuncias se divulguen de forma separada y mediante comunicados de prensa, sin conferencias organizadas por el propio gobierno, que busquen exaltar al jerarca saliente.
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“Lo que sí es particular, es la forma en que la administración lo ha promovido (los anuncios de las salidas). Lo ha convertido en un hecho noticioso, en un elemento mediático”, destacó Araya.
Para el analista, esto se debe a que se trata de un “movimiento sin un partido previo que lo sostenga y que más bien lo que busca es, desde el ejercicio mismo de la acción política del gobierno, tratar de ir empujando, por decirlo así, el movimiento a la parte electoral”.
Salidas respaldadas desde el gobierno
Otra diferencia es que las salidas estuvieron motivadas por “un interés individual, una renuncia en el plano más personal”, de acuerdo con Ronald Alfaro, investigador del Programa Estado de la Nación (PEN).
“Pero hoy, la estrategia ha sido diferente, es el presidente el que anuncia, es un estilo y una estrategia diferente”, agregó.
En enero pasado, concretaron su salida del gabinete los ministros Laura Fernández (Presidencia); Mauricio Batalla (Obras Públicas y Transportes); Francisco Gamboa (Economía); y Anna Katharina Müller (Educación).
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A estos se sumó la dimisión de Osvaldo Artavia Carballo, presidente ejecutivo del Instituto de Desarrollo Rural (Inder).
De estos nombres, Laura Fernández y Mauricio Batalla salieron con aspiraciones de llegar al Poder Ejecutivo, como precandidatos a la presidencia y a la primera vicepresidencia, respectivamente, por el partido chavista Pueblo Soberano (PPSO). Batalla luego se apartó del camino al conocerse que pagó ¢3 millones una mujer para que solicitara el archivo de un expediente penal por presunto abuso sexual en su contra.
Aún está por confirmarse cuántos de los exintegrantes del gobierno de Rodrigo Chaves presentarán sus aspiraciones diputadiles.
El exministro Francisco Gamboa, quien también ocupa la secretaría general del PPSO, indicó este miércoles a La Nación que la agrupación todavía no ha realizado la convocatoria a inscripción de las candidaturas a diputados.
Pueblo Soberano es el partido franquicia elegido por la diputada Pilar Cisneros, para que el chavismo compita en las elecciones del 2026, luego de la ruptura con Progreso Social Democrático (PPSO), agrupación que llevó al poder a Chaves en el 2022.
Una apuesta arriesgada
Los jerarcas que buscarán un cargo de elección popular tienen varios retos por delante para concretar sus aspiraciones políticas. La principal tiene que ver con la posibilidad de arrastrar para su propio beneficio la popularidad que ha logrado mantener Chaves desde el inicio de su gobierno.
Por ejemplo, Ronald Alfaro indicó que al ser una elección territorial, tendrán que ir a las provincias a las que pretenden representar, para tratar de armar un equipo, buscar recursos y competir contra las otras fuerzas políticas de alcance nacional y local que ahí se desenvuelven.
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“Es una apuesta compleja; salir del gobierno para buscar aspirar es todo un reto. Ninguno de ellos tiene el capital político propio, es una apuesta incluso arriesgada. Es bastante arriesgada”, añadió.
Por su parte, José Andrés Díaz, coordinador del Programa Umbral Político de la Universidad Nacional (UNA), advirtió de que los jerarcas no pueden asumir que, por venir del gobierno, la ciudadanía —o al menos el sector que simpatiza con el presidente— votará automáticamente por ellos o los percibirá como figuras populares.
“Tienen que generar todo un discurso y toda una representación simbólica para tratar de transferir esta valoración positiva que tiene el presidente a estas figuras”, subrayó.
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El rol de Laura Fernández
Díaz también llamó la atención sobre la afinidad que estas figuras salientes del gobierno puedan tener, o no, con Laura Fernández, la precandidata presidencial del chavismo.
“Porque ahí también puede haber un proceso de negociación. Ella posiblemente también está buscando tener figuras con las que pueda confiar, eventualmente, en la Asamblea Legislativa, en caso de ganar las elecciones”, manifestó el analista.
El experto indicó que ante una eventual victoria electoral, Fernández necesitará tener su propio músculo político. “No puede depender únicamente de estar, eventualmente, negociando con Rodrigo Chaves para que le aprueben las cosas en la Asamblea, si ella logra la presidencia”, aseveró.

