¿Sabían ustedes que, según la edición de National Geographic de junio de 1989, los fósiles bacterianos más antiguos encontrados se remontaban a 3.650 millones de años?
Esta información hace suponer que hay vida en la tierra desde hace unos 4.000 millones de años. Para darles un poco de contexto, el período evolutivo fue tan lento —y accidentado— desde esa época que los rastros de animales en el planeta se remontan a hace 650 millones de años.
¿Qué pasó en ese tiempo? La ciencia tiene evidencia de por lo menos cinco extinciones casi totales de la vida, procedidas por intensa actividad geológica: de origen volcánico o por cuerpos extraterrestres que colisionaron contra el planeta en forma de grandes meteoritos o cometas.
El Homo sapiens apareció hace 100.000 años, 90.000 de los cuales los vivió como cazador-recolector. El camino que recorrió hasta establecerse en un asentamiento fue tan complejo que la evidencia demuestra que hace tan solo 10.000 años fue instaurado el estilo de estructura social en lo que hoy es Irak.
Factores adversos. Estudios antropológicos sugieren que en el período Paleolítico superior (dista 35.000 años) la expectativa de vida era de 30 años, mientras que en el Neolítico (dista 7.000 años) se redujo a 20. ¿Cómo fue posible si cada vez eran seres más evolucionados?
Se considera que la respuesta yace, probablemente, en el hacinamiento producido en las primeras comunidades agrícolas y una dieta más limitada.
En la Grecia Clásica y el Imperio romano, la expectativa de vida avanzó hasta los 25 años. Si bien a lo largo de la historia muchas personas alcanzaban la senectud, la alta mortalidad infantil reducía la expectativa de vida.
Evidentemente, los seres humanos fuimos aprendiendo a vivir en comunidades y a dar mayor importancia a factores como la educación, mejoras en la alimentación, vivienda, agua potable y salud pública para llevarnos a que, a finales del siglo XIX, se diera el primer gran salto en la expectativa de vida: de 35 a 55 años.
Tras varias décadas, ya en el siglo XX, alcanzamos los 65 años. En la actualidad, el promedio mundial es 71 años. En Costa Rica, puntualmente, podemos vivir hasta los 81.
Los recursos médicos, económicos y sociales nos han llevado al límite de nuestra programación genética de vida. La mira del progreso científico está en prolongar nuestra presencia en el planeta. La manipulación del ADN ya es una realidad y avanza a pasos agigantados. Esto permitirá crear individuos más inteligentes, más sanos y con características específicas según requerimientos. Algunos de ustedes estarán en desacuerdo, pero, sin valor agregado, sus hijos estarán en franca desventaja.
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Detener el envejecimiento. Un descubrimiento clave con respecto al envejecimiento y al aumento de la expectativa de vida es el relacionado con los telómeros, una especie de protectores de los cromosomas que, tras cada división celular, se van acortando y llevan a la ancianidad.
La Dra. Elizabeth Blackburn descubrió la telomerasa, que impide la degradación de los telómeros y, por ende, el envejecimiento. Esto le valió el Premio Nobel de Medicina en el 2009 y, tras una ardua labor científica, quedan por salvar pocos escollos para que dispongamos de este «alargavidas».
En ingeniería cibernética también tenemos grandes adelantos: extremidades mecánicas que se accionan con la mente y, desde hace varios años, se dispone de robots cirujanos que sorprenden por su precisión micrométrica.
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Es posible por Internet obtener cascos que interpretan las ondas cerebrales con el fin de realizar funciones a distancia con solo el pensamiento.
El presente es maravilloso y no está muy lejos de la existencia de nanorrobots que pronto viajarán por nuestro torrente sanguíneo, diagnosticando y reparando daños. Robocop podría ser pronto una realidad.
En 4.000 millones de años evolucionamos de proteína a ameba, bacteria, reptil, animal y Homo sapiens.
El proceso no ha terminado, con la tecnología, la evolución se hará muy rápida y dirigida. Cambios genéticos y hormonales, así como sistemas inorgánicos incorporados abren un abanico de posibilidades inimaginables… incluido cómo serán nuestros descendientes. El futuro es alucinante.
El autor es médico internista.