El Programa de Abastecimiento Institucional (PAI) del Consejo Nacional de Producción (CNP) favorece más a grandes intermediarios que a pequeños productores. La verdad brilló, nuevamente, en la Comisión de Ingreso y Gasto Públicos de la Asamblea Legislativa, donde Leonardo Sánchez, director de Programas de Equidad del Ministerio de Educación Pública, dio a conocer un estudio de esa cartera sobre la relación entre el PAI y las escuelas públicas obligadas a comprar alimentos al CNP sin importar el precio o la calidad.
Veintiséis empresas abastecen al 32 % de los centros educativos atendidos por el CNP. En promedio, cada una vende alimentos a cuando menos 42 centros educativos, pero algunas abastecen hasta 100. Entre las 26 se reparten el 40 % (¢30.000 millones) del presupuesto anual asignado a los centros educativos, afirmó Sánchez, muy en consonancia con recientes publicaciones de «La Nación».
No obstante, el informe del Ministerio se detuvo en un aspecto llamativo del PAI: el 30 % de las escuelas abastecidas por el CNP solo tienen un proveedor, el 16 % tiene de 2 a 3 proveedores y el 54 %, de 4 a 5. El diputado Carlos Ricardo Benavides, del Partido Liberación Nacional (PLN), de inmediato preguntó si es concebible que un solo proveedor produzca huevos, abarrotes, carne, frutas, verduras, etcétera. «Entendería yo que es un comercializador que centraliza y tiene a la venta todos los artículos. ¿Estoy suponiendo bien o se trata de gente que produce de todo?», añadió. La pregunta es retórica, aun en el caso de las escuelas abastecidas por cinco proveedores. El PAI es el reino del intermediario, especialmente cuando se consideran las características de la repartición del pastel.
El CNP también insiste en un cuento de hadas sobre abnegados proveedores que viajan hasta cien kilómetros en zonas rurales, cruzando ríos y malos caminos para entregar «dos kilos de pollo, dos kilos de huevo y 0,75 kilos de carne», según el presidente ejecutivo, Ángel Jiménez. Algunos habrá, pero «el 80 % de los centros educativos más grandes son abastecidos por el CNP» y «se ubican en zonas urbanas, dentro de la Gran Área Metropolitana y áreas intermedias. Están en una ubicación privilegiada desde el punto de vista de acceso al transporte», dijo Sánchez.
En cambio, muchos proveedores privados abastecen las escuelas de menor tamaño. El 43,3 % de esas escuelas cuentan con menos de 30 estudiantes (escuelas unidocentes) y el 29 % tienen menos de 100 alumnos. A menos del 6 % de los centros abastecidos por proveedores privados asisten más de 500 estudiantes beneficiarios, es decir, el CNP se deja las frutas bajas y maduras.
Tampoco es cierto que el sobreprecio cobrado por el PAI a las escuelas refleje precios justos para el productor, como dice el estribillo de la romanza del CNP. Los mismos proveedores del PAI ofrecen precios razonables cuando licitan para vender productos a escuelas no abastecidas por la institución o solo atendidas parcialmente por sus programas. El Consejo surte al 64 % (2.935) de las escuelas y colegios, y los proveedores privados, al 36 % (1.631).
El 44 % de los centros educativos dijo comprar a proveedores particulares que, a su vez, comercializan productos por medio del PAI. Esos proveedores venden al CNP a un precio altísimo y, al mismo tiempo, ganan concursos para aprovisionar a los centros educativos como empresarios privados. Sin duda, en esa condición, ofrecen mejor precio y calidad porque, de lo contrario, perderían la licitación.
Las juntas de educación abastecidas por proveedores independientes negocian los precios, el volumen y la logística de distribución con el proveedor y reflejan los acuerdos en el contrato. Están en gran ventaja frente a las obligadas a comprarle al CNP. Esa será materia de la próxima comparecencia de los funcionarios del MEP, programada para esta semana.
Lo mejor del análisis es su origen. Los diputados del Partido Acción Ciudadana (PAC), donde la defensa del CNP y su mitología no cesan aunque los niños sean víctimas de abusos en precio y calidad, exigieron comparar el servicio de la institución con el de los proveedores independientes, quizá esperanzados en la confirmación de algún prejuicio estatista. El tiro salió por la culata. ¿Y ahora?