
La economía distingue dos tipos de desigualdad: la que proviene de las circunstancias de origen –familia, territorio, género, etnia– y la que surge del esfuerzo individual, como el trabajo o las decisiones personales. La primera es moral y económicamente más costosa porque castiga o premia factores fuera del control de las personas. Por eso, la literatura económica moderna coincide en que la política pública debe compensar esas desventajas iniciales para garantizar una competencia justa.
Cuando las circunstancias pesan más que el esfuerzo, cae la movilidad social, se frena la productividad y se erosiona la confianza democrática. Esa es, hoy, una de las mayores amenazas para la cohesión social y el crecimiento en Costa Rica.
Pese a los avances sociales, el país llegó al 2024 con un coeficiente de Gini de 49,2, uno de los más altos del grupo de la OCDE. La desigualdad no se explica solo por los resultados, sino por la persistencia del origen como determinante del destino educativo y laboral.
Los datos educativos son elocuentes. En los resultados del PISA 2022, el promedio nacional fue de 385 en matemáticas, 415 en lectura y 411 en ciencias, muy por debajo de la media de la OCDE. Además, un 43% de los estudiantes no alcanzan el nivel básico de alfabetización financiera (frente a un 18% en la OCDE). El entorno socioeconómico sigue marcando los aprendizajes y, con ello, las trayectorias laborales.
El Informe Estado de la Nación 2024 confirma que el ascenso social sustentado en educación y trabajo se debilita: aumenta la segmentación territorial y socioeconómica y se deteriora el aprendizaje. El viejo “ascensor social” costarricense funciona cada vez peor.
Dónde nacen las desventajas
Territorio y familia. La brecha entre la Gran Área Metropolitana y las zonas rurales o costeras sigue siendo abismal. En los territorios con menor oferta educativa y empleo formal, el origen familiar explica buena parte del futuro.
Escuela y habilidades. La falta de competencias básicas limita la productividad y la innovación. En contextos de alta desigualdad inicial, se refuerza el ciclo entre origen y destino.
Mercado laboral. Aunque entre el 2023 y el 2025 se redujeron la pobreza y el desempleo, la OCDE señala que las ganancias de los sectores dinámicos no se difunden suficientemente. Sin movilidad, crece el escepticismo hacia las instituciones.
Qué enseña la evidencia (y lo que Costa Rica necesita)
Intervenciones tempranas. La igualdad de oportunidades comienza antes de la escuela: nutrición, estimulación y preescolar de calidad. Fortalecer la Red Nacional de Cuido y los CEN-Cinái es clave para romper el círculo de la desventaja, sobre todo fuera de la GAM.
Escuelas que rompan el origen. Centros con liderazgo pedagógico, evaluación formativa y docentes acompañados logran aprendizajes más altos en contextos vulnerables. Priorizar recursos y talento docente en zonas con mayores carencias es una política esencial de equidad. Ejemplos como CEDES Don Bosco en Alajuelita muestran que es posible combinar calidad, pertinencia y movilidad social.
Trayectorias postsecundarias con pertinencia. Sin puentes efectivos entre educación técnica o universitaria y demanda productiva, el origen pesa más. El INA ha avanzado con programas de formación dual, alianzas empresariales (Cadexco, Camtic, Uccaep, Cinde) y convenios con multinacionales como Intel o Boston Scientific. Pero se requiere profundizar la reforma institucional del INA, expandir la cobertura territorial y certificar competencias con enfoque en empleabilidad.
Mercado laboral inclusivo. Para que el esfuerzo rinda frutos similares entre individuos, se necesita un mercado laboral formal y productivo. Ello pasa por fortalecer programas de transformación digital en mipymes (MEIC, Micitt, Procomer) y encadenamientos productivos (Procomer–Cinde), simplificar trámites, promover nuevas fuentes de financiamiento por medio del Sistema de Banca para el Desarrollo y capacitar en habilidades digitales y financieras. Solo así las mipymes innovadoras y con potencial de crecimiento, así como los nuevos emprendimientos (startups y spinoffs), podrán competir y crecer, generando empleos de calidad más allá de la GAM.
Datos para gobernar la movilidad social. Medir la igualdad de oportunidades exige información territorial y longitudinal. El Índice de Oportunidades Humanas (HOI) del Banco Mundial y los tableros de movilidad permiten ver dónde nacen las desventajas y si las políticas las corrigen. Costa Rica dispone de estudios de movilidad intergeneracional, pero no de un tablero nacional integrado que combine educación, empleo, ingresos y territorio. Desarrollar ese sistema –con datos abiertos, actualizados y comparables– permitiría orientar recursos y rendir cuentas sobre el impacto real de las políticas públicas.
Reto económico y democrático
Cuando el lugar de nacimiento, la escuela o el oficio de los padres predicen el futuro, la sociedad pierde talento y legitimidad. La desigualdad de oportunidades no solo es injusta: es un freno al crecimiento y un ácido que corroe la confianza democrática. La ruta está clara: invertir en primera infancia, fortalecer escuelas que cierren brechas, garantizar pertinencia formativa, promover empleo formal y medir sistemáticamente la movilidad. Lo urgente es hacerlo con prioridad y escala, para que en Costa Rica el destino deje de depender del punto de partida.
rmonge@academiaca.or.cr
Ricardo Monge González es el presidente de la Academia de Centroamérica.
