En vista de la grave situación fiscal que atraviesa el país, se requieren acciones fuertes para evitar caer en una crisis aún más profunda.
El gobierno de don Carlos Alvarado adoptó la estrategia de abrirse al diálogo para escuchar qué tienen que decir los diversos grupos con deseos de opinar.
Por medio de reuniones, cartas o escritos en los medios, recibió toda clase de diagnósticos sobre los problemas que afronta el país y consejos para resolverlos. Además, abrió un espacio oficial para recibir más sugerencias, denominado El gobierno escucha, propone y dialoga.
Con todo el material recopilado, construyó su propuesta de solución para presentarla al Fondo Monetario Internacional. Pero, dadas las fuertes críticas recibidas, echó marca atrás y convocó una nueva mesa de diálogo.
Una mesa en la cual veo poco probable que surjan las recomendaciones necesarias para resolver el gran problema fiscal. Casi todos los miembros son grupos de interés que llegan a defender su statu quo: que el Estado siga beneficiándolos y otros sean los que paguen.
Llegada la fecha límite para que los invitados aceptaran conformar parte de la mesa, menos de la mitad había confirmado, por lo que el diálogo entró en pausa.
Considerando la gravedad de la situación y los efectos en la población de cualquier solución — con Fondo o sin él—, se justifica un esfuerzo por dialogar. Es importante que los ciudadanos comprendan y acepten lo que viene.
Sin embargo, el presidente no parece tener el mismo sentido de urgencia para tomar las decisiones contundentes y rápidas para solventar la crisis.
Entrar en mucho diálogo dilata esas acciones, lo que compromete la estabilidad económica y social del país, ya de por sí frágil.
Nos lo han dicho las calificadoras de riesgo internacionales muchas veces: Costa Rica no ha sido capaz de tomar las decisiones adecuadas para resolver sus problemas fiscales.
¿Cuántas “juntas de notables” ha habido en este país? Muchas. ¿Cuántas de sus sugerencias se han implementado? Muy pocas.
El diálogo nunca debe agotarse. El presidente, como líder de Costa Rica, debe escuchar a todas las partes, pero, al mismo tiempo, le corresponde liderar la nación, definir el rumbo, convencer a la ciudadanía de que ese es el mejor camino y actuar con determinación y celeridad.
El autor es economista.