Juan Álvarez es el autor de un libro que voy a empezar a leer. El libro se llama Recuperar tu nombre, y es el primero que leeré de este escritor. No sé qué me voy a encontrar.
Todo lo que sé antes de comenzar la lectura es que el padre del novelista se vio envuelto en un caso de corrupción a resultas del cual sufrió una medida de prisión preventiva; que más tarde, liberado, recibió el desprecio general; que el hijo lo escribió basándose en investigaciones periodísticas y documentos judiciales, y que el libro, dice el autor, “es también sobre el valor del nombre propio y la reputación, aquello que le erosionaron a mi padre con una medida de aseguramiento excesiva y arbitraria y con una cascada de titulares imprecisos e impasibles (para nada de lo cual hubo pruebas)”.
He contado otras veces que en el pasado, como tanto se ha hecho, me atrajo la idea de rebuscar en expedientes judiciales historias en las que se puso en práctica la potestad penal del Estado, su derecho a castigar. Era solo una idea, no un propósito, de modo que nunca me empeñé en realizarla.
Estoy en deuda con quien estimuló, sin enterarse siquiera, mis despistados afanes intelectuales en un período en que hacerlo fue inestimable. Le conocí cuando él era un profesor promisorio, repleto de contagioso entusiasmo; más tarde me prestó un servicio cordial fuera del país, donde él hacía estudios de posgrado; al final, lo traté algunas veces a causa de amistades compartidas.
Con el tiempo, ocupó un cargo público en el que a mi modo de ver no encajaba: él estaba para cosas menos burocráticas y tediosas. Acabó afrontando un proceso penal y fue condenado.
Creo que lo atrapó la imprudencia de aceptar el cargo, nada me persuade de que incurrió efectivamente en actividades dolosas. Hubiera querido saber más sobre la naturaleza y los alcances de su culpa, porque percibía un error judicial. Sabiendo de su entereza moral, estoy persuadido de que solo estuvo en el lugar equivocado a la hora equivocada.
Lo volví a ver recién terminado el cautiverio. Parecía desaliñado, ajado; no obstante, a las pocas palabras saltaba a la vista que la experiencia de vivir sin libertad no había mermado su dignidad. Voy a leer aquel libro como reconocimiento a su buen nombre.
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.