Tan trillado como cierto es que aquello de que no hay peor cuña que la del mismo palo comienza a provocar colerones en la Casa Presidencial.
El gobierno de Rodrigo Chaves sufrió el martes un batacazo cuando una diputada oficialista le dio la espalda en una votación clave.
Resulta que Luz Mary Alpízar, presidenta del partido que llevó a Chaves al poder, fue decisiva para tirar por la borda un veto presidencial.
El mandatario había rechazado el proyecto que aprobaron los diputados para sacar al país de la lista negra de la Unión Europea (UE).
Posiblemente, estaba muy confiado en que la oposición no iba a conseguir los 38 votos requeridos para resellar la iniciativa, pero sorpresas te da la vida.
Alpízar destrozó todos los cálculos hechos en Zapote y, para su estupor, se sumó a la corriente que ratificó el plan que Chaves quería frenar.
El revés desató la furia visceral del mandatario y de varios diputados del PPSD, quienes acusaron a su copartidaria de “Judas” y “traidora”.
La rabieta, además de grotesca y poco elegante, resulta inexplicable a tenor de las extrañas circunstancias que rodean al chavismo.
Recordemos que el mandatario admitió un distanciamiento entre su gobierno, la diputada Alpízar y el Partido Progreso Social Democrático (PPSD).
Así lo manifestó luego de que legisladores del PPSD emitieron un voto de censura contra su compañera, en medio de un pulso por el control del partido.
Estos mismos congresistas darían después su respaldo a una nueva divisa, dirigida por un asesor presidencial con miras a las elecciones municipales.
Frente a estos hechos, salta una pregunta fundamental: ¿Cómo se le reprocha a alguien que se aparte de una línea donde no se quiere que esté?
Si el presidente no desea verla ni en pintura y los diputados chavistas declaran su amor a otros colores, resulta inverosímil que se le exija disciplina partidaria.
Lo anterior plantea un enorme reto para la administración Chaves de cara a las votaciones de proyectos sensibles en el Congreso.
Tener un potencial voto crítico en su trinchera amenaza con amplificar las evidentes falencias del oficialismo en materia de negociación política.
Si su principal arma de persuasión siguen siendo los insultos y los ataques a mansalva, es posible que se lleven más colerones en el camino.
rmatute@nacion.com
El autor es jefe de información de La Nación.
