
En semanas pasadas, una red de centros de investigación del mundo nos pidió opinión a 30 personas de diversos continentes sobre cómo será el planeta dentro de 10 años. Aquí van mis predicciones.
1) El deterioro de Occidente y el ascenso de China y de los BRICS
El eje del poder económico del planeta está cambiando. El G7 y los países occidentales están perdiendo la batalla ante el aumento de potencias emergentes y un mundo multipolar, mucho más complejo. Este año 2025, los BRICS llegaron al 40% del PIB mundial y el 50% de la población, mientras el G7 (Estados Unidos, Alemania, Canadá, Japón, Francia, Italia y Reino Unido) representan apenas el 28% del PIB mundial. Adicionalmente, el rompimiento y las fricciones del gobierno Trump con los socios históricos de Estados Unidos (Canadá, México, la Unión Europea, etc.) acelerará más ese proceso de fractura del G7 y Occidente.
En el presente 2025, los países BRIC (China, Brasil, India, Rusia y Sudáfrica) se fortalecieron con la entrada de Indonesia, una potencia mediana en Asia/Oceanía, y otra serie de naciones como Estados asociados: México, Bielorrusia, Kazajistán, Malasia, Nigeria, Tailandia, Uganda y Uzbekistán.
Occidente ya no es el dueño del mundo. Lo que estará en juego en la próxima década es cuándo el dólar dejará de ser la moneda de referencia global. Muchos países BRIC ya negocian con otras divisas fuera del dólar.
Hay un dato central en este análisis. Los países BRICS tienen mayor capacidad de planificar y pensar en el largo plazo. Y su inversión en educación e investigación y desarrollo (I&D) es más exitosa que en las naciones occidentales. Ya sea por sus estructuras más autoritarias o dirigistas, o bien por su mayor planificación estratégica, los BRICS ganan la batalla cuando de planear el futuro se trata.
Mientras China tiene una planificación hasta el año 2050 (lanzada por Xi Ji Ping en esa extraña mezcla de dictadura-partido y gran fábrica capitalista de Occidente), Estados Unidos se debate entre los cambios erráticos y los zizagueos de los gobiernos de Obama, Biden y Trump. Cada cuatro años se reinventa el mundo desde Washington y esto hace a Estados Unidos una nación crecientemente errática y débil. Lo mismo Reino Unido con el brexit. Los BRICS están ganando el largo plazo.
2) El aumento de los precios a nivel global
El mundo será más caro. La guerra arancelaria tendrá efectos en los próximos cinco años (o más) y supondrá un aumento de los insumos/costos de producción/productos finales para los productores y los consumidores finales. La inflación podrá fluctuar entre 3% y 4% en EE. UU. y hasta 6% o 7% en otros países (lo afirma Bloomberg y también Joseph Stiglitz).
Los que más afectados se verán con un proceso inflacionario mundial son los países del tercer mundo, pues el precio de nuestros productos de exportación tiende a estancarse o incluso a disminuir, mientras que los commodities de alta tecnología, que importamos del primer mundo, serán más caros. Los automóviles, la comida, las verduras, los insumos y maquinarias para generar industria o agricultura, todo será más caro. Sufrirán las clases medias y bajas, sin capacidad de ajuste.
3) La normalización del autoritarismo (la crisis de la democracia republicana)
El efecto mimético de la elección de Trump en Estados Unidos; el ascenso de la extrema derecha en países como Austria, Holanda, etcétera; Milei en Argentina, Bukele en El Salvador, Orban en Hungría, Meloni en Italia; Netanyahu y su genocidio en Palestina; la impensable alianza del partido democristiano alemán con grupos neonazis hitlerianos hace seis meses, será una tendencia en los próximos años.
El discurso autoritario está basado en el fracaso de los partidos políticos tradicionales y la insatisfacción ciudadana ante problemas de política pública no resueltos. A ello se suma el discurso religioso y confesionalista. Una mezcla letal pero efectiva, a los cual contribuyen los políticos tradicionales con un discurso cansino, sin imaginación.
Lo que está en juego en el planeta no es solo el sistema de división de poderes y el llamado Estado de derecho. Está en juego algo más serio: la idea misma de República, es decir, la herencia de la Ilustración, la idea de la democracia moderna que nació con Kant, Voltaire, Locke y Rousseau. Lo que está en juego es la herencia de la Revolución Francesa de 1789 y las bases de la democracia liberal, la tolerancia y los derechos humanos.
Tampoco los países BRIC son todos un ejemplo de democracia, ni mucho menos. En consecuencia, las tendencias autoritarias coexistirán en distintos lugares del mundo con distintos ropajes e ideologías.
4) El secuestro de la narrativa política y social (y del imaginario social) por la IA y plutocracias económicas
La inteligencia artificial (IA) es un arma de doble filo. Aunada a la tecnología, podría servir para resolver graves problemas de la humanidad en el futuro. Sin embargo, el grave problema es que está siendo monopolizada y usada por élites y pequeños grupos plutocráticos que –en la práctica– manejan las redes, sus programas especializados, monopolizan algoritmos y resultados.
La influencia de Elon Musk en el último año en el debate social y político de Estados Unidos demuestra lo anterior. Hoy, el debate público nacional e internacional está manejado por pocas manos.
Lo grave del caso es que la IA y los algoritmos están siendo utilizados por las formas de gobierno más populistas y autoritarias. Detrás de cualquier autócrata autoritario, hay actualmente una red compleja de muchos millones de dólares, con expertos en semiótica y fake news, troles y campañas de desinformación sintomática.
5) El aumento de la desigualdad en el planeta
Según el Banco Mundial, en el año 2024, el 44% de la población mundial subsistió con apenas $6,85 diarios.
Por otra parte, el 1% más rico de la población mundial posee el 55% de los activos financieros globales, según Oxfam, centro de investigación con sede en Londres. Y ese 1% más adinerado del mundo se apropió del 63% de la nueva riqueza generada entre 2019 y 2024.
Por otra parte, el 50% más pobre de la población mundial posee menos del 5% de la riqueza total.
La desaparición de las clases medias es una tendencia en muchos países, algo que constituye una bomba de tiempo, ya que la desigualdad genera frustración, enojo y rompimiento de los pactos democráticos y sociales.
6) El estallido de la crisis medioambiental
De 2026 a 2035 vienen las épocas más duras para la humanidad en lo que a ambiente se refiere. Los desastres previstos para el año 2050 se adelantarán 15 años.
Desafortunadamente, en 2024 rompimos el umbral de 1,5 Celsius, en relación con la temperatura de la Tierra en la época preindustrial. Estaba previsto para el fin de este siglo, pero aceleramos el reloj de nuestra destrucción.
Las graves crisis ambientales –como las inundaciones en Valencia, España; los incendios en California; los fríos y los calores extremos a causa del “efecto invernadero”– se repetirán y se agudizarán.
El deshielo y rompimiento de las masas polares (como el que acaba de suceder en la Antártida) supondrá aumento paulatino en la subida de los mares, con gravísimas consecuencias ambientales y humanas. El deshielo del “permafrost”, escondido en los casquetes polares, podrá generar cadenas de enfermedades a escala global.
7) La fábula de la casilla 32
La fábula de la casilla 32 del ajedrez (que pertenece al campo de la teoría de la progresión matemática) parece ser la salida. La fábula se refiere al crecimiento exponencial del número de granos de trigo, que empieza duplicándose en cada casilla y, a llegar a la casilla 32, se vuelve tan grande que transforma las reglas del juego.
El crecimiento de la ciencia es tan dramático que lo transforma todo. El conocimiento no se mueve por el pensamiento lineal sino por el exponencial. Esta metáfora significa que el crecimiento exponencial de la ciencia y la tecnología, y la IA (la singularidad, como se le conoce) podría hacer posible que para 2030 existan los descubrimientos y avances para limpiar el mar de plásticos, revertir el calentamiento global y la presión ambiental sobre el planeta.
Mi generación fracasó. Quizá sea la generación Z en alianza con la tecnología –los muchachos que tienen hoy entre 20 y 30 años– la generación que pueda salvar el planeta. En todo caso, nos quedan diez años para llegar a 2035 y las manecillas del reloj se están moviendo.
Jaime Ordóñez es director del Instituto Centroamericano de Gobernabilidad.
